Tobias barreto y la crítica de Nina Rodrigues - Hacia un realismo jurídico penal marginal - Libros y Revistas - VLEX 980631177

Tobias barreto y la crítica de Nina Rodrigues

Páginas117-143
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HACIA UN REALISMO JURÍDICO PENAL MARGINAL
TOBIAS BARRETO
Y LA CRÍTICA DE NINA RODRIGUES
1. LA ACTUALIDAD DEL TEMA Y LAS HIPOTESIS A DEMOSTRAR
En modo alguno cometería la osadía de encarar el tratamiento de este
tema como una investigación historiográfica, para lo cual necesitaría disponer
de archivos y material al que la distancia me veda el acceso. No pretendo,
pues, mejorar o superar los trabajos brasileños que he tenido a la vista.
Creo, sin embargo, que esta tarea historiográfica debería profundizarse.
Me parece observar un cuidadoso recato en encarar la disparidad de las
concepciones del mundo de Tobias Barre to y Nina Rodrigue s. S i no me
equivoco, creo que el racismo de Nina Rodrigues a veces parece ocultarse
como algo vergonzante para la historia de las ideas en Brasil, que apenas
merece algunas palabras de disculpa 1 o alguna crítica dura pero brevísima2.
En general, los penalistas, no se detienen en la cuestión, salvo excepciones3, y
los criminólogos se limitan a señalar a Nina Rodrigues como pionero. Sin
duda que el más completo tratamiento del tema proviene de otro ca mpo: la
mejor investigación y las más amplias respuestas tuvieron lugar en la literatura
brasileña, principalmente en la obra de Jorge Amado.
Mi propósito actual es instigar a la superación del recato que creo entrever,
de esta supuesta cuasi-v ergüenza, que también responde a prejuicio. Es
indis pensable esta profu ndizació n y la supera ción del sen timiento de
vergüenza, no sólo en Brasil sino en tod a América Latina. Debemos hacernos
cargo del racismo que hay en nuestras ideologías, como única forma de
erradicarlo. Por eso, mi propósito es histórico-, no historiografía). Pretendo
demostrar que la crítica de Nina Rodrigues a Tobias Barreto plantea un
enfrentamiento de Weltanschauungen que tiene vigencia para nosotros, es decir,
que es historia, que forma parte de nuestra Geschichtlichkeit latinoamericana,
que no es un mero hecho del pasado, sino que, con otras máscaras, es recursivo.
1Por ejemplo las expresiones de disculpa de Homero Pires en el prefacio a Os africanos no
Brasil, Editora Universidad de Brasilia, 1982, p. XII.
2Por ejemplo la crítica dura pero superficial de Julio José Chiavenatto: O negro no Brasil, da
senzala a Guerra do Paraguai , Sao Paulo, 1986, p. 171.
3Por ejemplo, la conferencia de Nelson Hungría en 1950, A criminalidade dos h omens de cõr no
Brasil.
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EUGENIO RAÚL ZAFFARONI
El peor error que podemos cometer en América Latina los que de una u
otra forma estamos dedicados a disciplina s que hacen al control social, es
descuidar el análisis de las ideologías racistas, porque eso posibilita su vuelta,
que se nos mete clandestinamente: sólo el atento análisis d e las ideologías racistas
nos permitirá caer en la cuenta de sus supervivencias, desarrollos y equivalencias
actuales.
Esta es la primera hipótesis que pretendo demostrar en estas pocas páginas.
Para lograrlo se hace nec esario terminar con un prejuicio a rraigado: se nos
quiere hacer c reer que para sacudirnos el racismo es mejor olvidar su ideología; nos
han enseñado que esas ideologías son baldones que es mejor ocultar, de los
que debemos avergonzarnos y, e n consecuencia, operar discretamente; es
«ideología sucia», que, como la ropa sucia «se lava en casa». Quiero demostrar
que este prejuicio no es más que una trampa del propio racismo . Esta es la segunda
hipótesis que planteo.
A este respecto, debo formular una aclaració n, que en modo alguno sale
sobrando. Puede pensarse que intento ocuparme de la contradicción ideológica
norde stina de hac e u n siglo, colo cándome en l a posición de s upuesta
superio ridad de un «intelect ual» del sur «europeiz ado» («de poblac ión
transportada» al decir d e Darcy Ribeiro)4, pretendiendo hacerlo desde las
alturas de la «objetividad» de quien siente el problema como ajeno. Nada está
más lejano de mi vivencia: he elegido este tema, que desde hace algunos años
me llamó la atención, porque me siento totalmente inmerso en él. Pocos países
tienen tan sutiles —y por ende complicados— pr oblemas de racismo como la
Argentina. Somos un país que sufrió un t ransporte masivo d e poblac ión
europea, como resultado de un programa británico —común con Uruguay y el
sur del Br asil— y que se recub rió ideológic amente con la teor ía de la
«degeneración» del mestizo (el «gaucho» de nuestras montoneras federales),
perseguido por «medidas de seguridad» y «confinamiento»5; que virtualmente
aniquiló su población india en e l siglo pasado, en c ampañas de exterminio
que aún hoy hay historiadores que las presentan como gestas heroicas; que
recibió junto a la inmigración una nueva teoría de la «degeneración», ahora
contra el «inmigrante degenerado» 6; que por albergar a una de las colonias
judías más numerosa de la región también sufre un considerable grado de
antisemitismo mal disimulado, que arrastró prejuicios ra cistas de los países
de donde provinieron los marginados inmigrantes, de los que descendemos
en mayoría (contra los italia nos del sur, los gallegos, etc.); que a la hora de la
concentración urbana, al promediar la década de 1940, desató un nuevo rechazo
prejuicioso contra la población mestiza que ac eleradamente afluyó a Buenos
Aires, a los que motejó despectivamente como «cabecitas negras» y a cuyo
conjunto y al partido en que se enrolaba, un político opositor de la época
calificó públicamen te como «aluv ión zo ológico»; que no deja de genera r
4Darcy Ribeiro: As Américas e a civilização, Pctrópólis, 1979.
5Nuestro poema nacional, el Martín Fierro de José Hernández, da cuenta de ello.
6Lo estudia muy bien Hugo Vezz etti: La locura en la Argentina, Buenos Aires, 1983.

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