La tensión planetaria entre oriente y occidente y la oposición entre tierra y mar (1955) - Selección de textos de Carl Schmitt - Territorio, orden concreto, gran espacio, nomos: estudios escogidos - Libros y Revistas - VLEX 1027971212

La tensión planetaria entre oriente y occidente y la oposición entre tierra y mar (1955)

AutorCarl Schmitt
Cargo del AutorProfesor de la Universidad de Berlín (Alemania)
Páginas125-142
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TERRITORIO,ORDEN CONCRETO,GRAN ESPACIO,NOMOS: ESTUDIOSESCOGIDOS
LA TENSIÓN PLANETARIA ENTRE ORIENTE Y
OCCIDENTE Y LA OPOSICIÓN ENTRE TIERRA Y MAR
(1955)*
1. [Perspectivas insuficientes para enfocar el conflicto entre Oriente y Occidente]
En la tensión entre Oriente y Occidente, que tanto nos inquieta hoy, se mez-
clan con evidencia conflictos de distintas clases: intereses económicos, diferen cias
sociológicas entre las élites y hostilidades espirituales. Todo esto se acrecienta recí-
procamente. Pero esta unión de tensiones económicas, sociológicas y esp irituales,
se ha manifestado en todas las grandes guerras de la humanidad. La particularidad
del conflicto a ctual consiste en que la tensión se ha hecho global y comprende a
todo el Planeta. Tanto más necesario resulta así comprender rectamente la verdade-
ra es tructura histórica de esta tensión.
Hablamos de un conflicto entre e l Este y el Oeste. Es evidente que n o nos
referimos aquí a la oposición geográfica en cuanto tal. Trataremos más tarde en el
curso de n uestra controversia de la diferencia entre una tensión polar y una tensión
dialéctico histórica. Pero el conflicto entre Oriente y Occidente no es un conflicto
polar. La Tierra tiene un polo Norte y un polo Sur pero no un polo Este y un polo
Oeste. Para nuestro globo terráqueo la oposición geográfica Este-Oeste es fluida e
indeterminada; es solamente «la fluencia contrapuesta de un poco de noche y luz»1.
En relación geográfica con América, China y Rusia son el Occidente. En relación
con Chin a y Rusia Europa es a su vez el Occidente. Desde el punto de vista pura-
mente geográfico, no se da aquí ni siquier a una tensión pol ar ni mucho menos la
explicación ra zonable de una hostilidad global ni l a posibilidad de un conocimien -
to de su especial estructura.
Se puede emprender un inventario histórico, cultural y moral del actual Oriente
y del actual Occidente y lleg ar de esta manera a una serie de antítesis que son sin
duda de gran importancia. Yo aplicaría aquí un concepto introducido por el geógra-
fo Jean Gottmann en su brillante obra La politique des Etats et leur Géographie2, el de
la «iconographie r egionale». Las diferentes imágenes y representaciones del mun-
*[N. Del E.: El texto de Schmitt está subdividido en epígrafes con números lati nos no
titula dos. Por razone s d e estilo los hemo s transforma do en números aráb igos y les
hemos dado títulos. Los títulos de los epígrafes son responsabilidad del compilado r y
responsable de l a presente edición, razón por la cual aparecen entre corchetes.]
1Der Nomos der Erde, 1950, Greven Verlag, Colonia, págs. 260 -261.
2París, 1952, Librairi e Arma nd C olin, pág. 220.
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CARL SCHMITT
do que proceden de las distintas tradiciones del pasado histórico y de las organiza-
ciones sociales, forman espacios propios. A la iconografía de un espacio determina-
do, en este sentido, pe rtenecen, naturalmen te en primera línea, las imáge nes y
obras plásticas, pero también todas las formas visibles de la vida pública y privada.
La esencial importancia del ar te nos la ha indicado a este propósito Luis Diez del
Corral en su libro El rapto d e Europa, un libro que bien puede calificarse de enciclo-
pedia de una iconogra fía europea3.
Los distintos conceptos de forma, en especial las formas de dominación y las
formas de Estado las ha esclarecido Carlos Ollero4.
Aparte las variadas formas de vida pública podemos en globar, también, todas
las demás formas típicas en que se manifiesta la existencia humana en una «icono-
grafía regional»; todas las abreviaturas y signos de sentir y pensar, según imperan
en espacios determina dos y son característicos de ellos. También las imágen es de
recuerdos históricos, mitos, sagas y leyendas entran en dicha iconografía, y asimis-
mo todos los símbolos y tabúes que en un espacio determinado están l ocalizados
topográficamente, y solo por esto cobran su realidad histórica. Lo mismo ocurre
con todas las traslaciones tecnomórficas o sociomórficas5. Gottmann habla a este
propósito de una circulación de iconogra fías. De esta m anera junto a la c élebre
circula ción de élites de Pa reto se da una no meno s importante ci rculación de
iconografías.
La palabra iconografía me parece más completa y para nuestros actuales crite-
rios más adecuada q ue el término tan usado ya de ideología. Palabra y concepto de
iconografía son a nuestro pro pósito, especialmente útiles y fecundos, porque se
impone determinar el núcleo de la oposición entre Oriente y Occidente compren-
diendo el Oriente como hostil a la plástica, y el Occidente, en cambio, como un
baluarte del culto a la pl ástica. Cu ando se habla sobre la iconoclasia el europeo
instruido recuerda en primer lugar acontecimientos de la historia de Bizancio; la
disputa sobre las imágenes bajo el Emperador León (717-41) y el opuesto reconoci-
miento del culto a las imágenes bajo Carlomagno. Pero nos acordamos también
nosotros de la prohibición de las imágenes en el Antiguo Testamento y en el Islam.
Algunos investigadore s han ido tan lejos que han reconocido aquí un primitivo
conflicto entre palabra e imagen, q ue redujero n al conflicto general entre oído y
vista, entre lo acústico y lo visual, llegan do a atribuir la palabra y el oído a Oriente
y la imagen y la vista a Occidente.
Una palabra como iconografía, usada en el amplio sentido que a cabamos de
decir , resulta a propiad a para pre servarn os de tales s implific aciones . No hay
localizamiento histórico concreto sin alguna especie de visibilida d. Por eso en to-
das partes hay iconos e iconografía y en con secuencia existe también en todas partes
la posibilidad de una iconoclastia. Esta no se limita en modo alguno a Bizancio o al
3LUIS DÍEZ DEL COR RAL:El rapto de Euro pa. Una interpretación his tórica de nuestro tiempo ,
«Revista de Occidente», Mad rid, 1954, en especial al capítulo VII: La enajenación del
arte, pá gs. 205-42 .
4CARLOS OLLERO:Estudios de ciencia política, Edito ra Na cional, Madrid, 1955, en especial:
«La forma po lítica», págs . 61-86.
5Sobre la importancia de las repre sentaciones tecnomórficas o soc iomórficas, véase más
adelante nota 19.

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