La realidad intelectual tampoco existe - La búsqueda intelectual de lo trascendente. Ensayo - Libros y Revistas - VLEX 976720227

La realidad intelectual tampoco existe

AutorSantiago González-Varas
Páginas35-91
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La búsqueda inteLectuaL de Lo tra scendente. ensayo
caPÍtulo Segundo.
la realidad intelectual ta MPoco eXiSte.
“Mira Sancho que tienes el más corto entendimiento que tiene ni tuvo es-
cudero en el mundo... Porque andan entre nosotros siempre una caterva
de encantadores que todas nuestras cosas mudan y truecan, y las vuelven
según su gusto, y según tienen la gana de favorecernos o destruirnos;
y así eso que a tí te parece bacía de barbero me parece a mí el yelmo de
Mambrino, y a otro le parecerá otra cosa” (Don Quijote, cap.XXV).
i. la iMPoSibilidad de lo intelectu al.
1. la diferencia entre actiVidad eS y diSciPlinaS.
Seguidamente, según se aanza la impresión de que la realidad es
insuciente (lo más normal es en este orden que los personajes repre-
sentemos un papel -a veces involuntario- que no se corresponde con
nuestra naturaleza, la que por otra parte generalmente ignoramos),
vemos cómo también la realidad intelectual participa de esto mismo,
como no podía ser de otra forma, revelándose un imposible. Hay que
huir de lo intelectual. Quien pueda que lo haga, nada positivo aporta,
y sin ella… la nada.
Parto de una diferencia entre “disciplinas o esencias”, por un lado,
y manifestaciones de tales esencias mediante “actividades” u ocios,
por otro lado. La realidad la vemos a través de las representaciones o
actuaciones, pero éstas no se corresponden con su disciplina de refe-
rencia. En parte es ironía, en parte verdad, y esto nos llevaría en prin-
cipio a aanzar la realidad intelectual como más able y necesaria.
La tesis es que unas determinadas disciplinas dominan el momento
y se expresan a través de actividades que se corresponden en realidad
con otras disciplinas. Las disciplinas podrán ser o no dominantes en un
determinado tiempo. Cuando lo son, unas actividades encontrarán sentido
propio mientras que otras, pese a creer ser tales, serán la versión o mani-
festación que aquellas tienen para tales actividades. La regla en principio
sería la identicación, entre el signicado propiamente dicho de la
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Santiago gonzález-VaraS
disciplina y el sentido de su representación o actividad. Pero también
será común que la actividad u ocio (pese a denominarse de una de-
terminada forma) sea en realidad expresión de una esencia diferente.
Entonces, unos, creyendo ser tales, son en realidad manifestación
de algo diferente de aquello que creen ser. Esto se debe a que imperan
ciertas disciplinas en todo tiempo y lugar. La confusión es entonces lo
propio. Las actividades pasan a ser formas a través de las cuales otras
esencias dominantes se maniestan. Por más que se resisten ciertas
actividades a pretender manifestarse en cuanto tales, en verdad po-
drán haberse convertido en un simple nombre, una denominación y
expresión de una realidad diferente. De este modo, por ejemplo, uno
puede ser la versión que para su actividad tiene por ejemplo la política
o el mercado o la comedia. Esto sirve para dar una explicación sobre la
imposible autenticidad de la realidad. Resistirse al fenómeno es utó-
pico. A lo más que puede ambicionarse es a explicarlo. La utopía es la
realidad misma.
Nuestro enfoque no es losóco, se trata más bien de contar una
broma, un mal sueño. Pero cierto que el fenómeno relación podría
tener hasta con la “totipotencia”
o
capacidad de una
célula
de dirigir el
desarrollo total de un
organismo
, lo que sucede si el
núcleo de una célu-
la
es idéntico al de un
cigoto
, o estructuras metanitas de G. Bueno 1:
las propiedades de alguna parte se aplican a las demás partes, sea esto
legítimo o ilegítimo. Una parte del todo se extiende a todas las partes
del todo. Las estructuras metanitas son estructuras derivadas del he-
cho de aplicar, extender o de transferir lo que es propio de una parte
a todas las demás. Las estructuras metanitas se rigen por el principio
de aplicación de una parte a las demás partes y al todo; en segundo
lugar, se rigen por la aplicación de una parte a las demás partes; y en
tercer lugar se rigen por la ley de la identicación del todo con cada
una de las partes. De modo que este tipo de leyes denirían un tipo de
totalidades cuya denominación es “metanitas”.
Es decir, una disciplina se extiende a las demás. Lo que ocurre es
que en nuestro caso todo esto origina un cierto efecto gracioso; y difu-
so en cuanto a las personalidades, a través de metamorfosis y falsea-
mientos adoptando unos las de otros, pese a poder ser inconscientes.
Se piensa que se es algo, pero en realidad se es otro. Máscaras ocul-
tas e impregnadas en los rostros que parecen reales. Es signicativo
cómo el término “persona” surge como traducción romana del voca-
1 Revista de Filosofía, Tomo XIV, números 53 y 54, 1955 (Instituto Luis Vives). Lo que nos
llevaría a las categorías de las ciencias (G. Bueno, Primer ensayo sobre las categorías de las
ciencias políticas, Logroño 1991; G. Bueno, Teoría del cierre categorial, Oviedo 1993; y Actas
del II Congreso de teoría y metodología de las ciencias, Oviedo 1983).
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La búsqueda inteLectuaL de Lo tra scendente. ensayo
blo etrusco “prosopon”, para designar tanto la máscara como a través
de ella el personaje 2.
Y es que solo en la segunda realidad en estado más puro, o castalio,
es donde se puede encontrar la perfecta coherencia entre persona y
actividad. Esta es la diferencia entre el mundo intelectual y el otro
mundo. Pasa a ser un ideal buscar esa pretendida adecuación entre el
alma y la actividad desempeñada, problema que en el fondo late en
las obras de Platón, cuando (en su República) pretende que cada uno
desarrolle la actividad que sea conforme con su propia naturaleza, y
de la losofía griega en general (“conócete a ti mismo”, “llega a ser lo
que eres”…). Pero esto es una utopía o un desideratum que es verdad
en cuanto tal desideratum al que debemos tender. Porque lo propio,
más bien, es que representemos papeles sin consciencia de si se co-
rresponden con nuestra propia identidad o, como ya expresó Pico de
la Mirandolla, es que el hombre es como gran camaleón, fruto de una
naturaleza etérea y tornadiza3.
La historia es una sucesión de distintas disciplinas, dominando al-
gunas en un momento concreto y manifestándose éstas a través de
otras que creen ser pero que no son más que como aquellas otras dicen
que sean. Sin saberlo, uno es algo distinto de lo que cree ser, partien-
do de que la actividad dene lo humano y que toda actividad tiene
en principio una esencia con propios principios con la que puede no
estar coincidiendo. Éste es el origen de que todo sea en su mayor parte
absurdo en la realidad misma.
Hubo en efecto un tiempo en que la religión por ejemplo estuvo en
condiciones de proporcionar una completa representación de la reali-
dad, de tal modo y manera que las demás disciplinas, aun existiendo
nominalmente, eran en verdad manifestación misma de aquella otra.
Es entonces cuando se cumple el mensaje bíblico según el cual “el
Evangelio reemplaza a la Ley”, “la caridad suple a la Ley” 4. Basta
por tanto una ley, la religiosa, que consigue explicar la realidad en su
conjunto. Recuerda en este sentido por ejemplo Salvador de Mada-
riaga que durante la Edad Media “se ignoraba toda distinción entre
lo ético, lo estético y lo losóco. El saber era entonces uno e indivi-
sible, administrábanlo casi exclusivamente los clérigos guardianes de
2 Confusión entre teatro y realidad, desde el momento en que estas personas de la vida real
se encargan de las funciones del teatro (A. García Calvo, “El actor: de la Antigüedad a
hoy”, en E. Rodríguez, Del ocio al mito: el actor en sus documentos, Valencia, vol.1 1997).
3 Cita que tomo de E. Trías, El artista y la ciudad, Barcelona 1983 (2ª ed.).
4 Epístola a los Gálatas.

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