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El partido político

Páginas209-250
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La Libertad de Los modernos
7. el Partido Político
El príncipe moderno […] solo puede ser un organismo.
gramsci
consideraciones general es
La teoría del partido político es una disciplina bastante joven, como
joven es la historia del partido político. Parece centrarse en dos lones
de problemas, referente el uno al análisis sociológico del partido —
composición, estructura, dirección e incidencia social del partido— y
el otro a las consecuencias que su existencia produce en el mecanismo
de la constitución política moderna. Pero en el centro de los estudios
realizados en uno y otro campo, se halla la noción común del partido
como organización permanente de un grupo humano unido por la
identidad de opiniones sobre la vida política y encaminado a conquis-
tar con técnicas más o menos semejantes el poder.
La teoría del partido tiene de este modo por objeto un instrumento
típico de la actual técnica política de orientación e inuencia de las
masas y de lucha por el control del Estado. Desde este punto de vista,
las diferencias ideológicas que a otros niveles parecen importantes y
decisivas —por ejemplo, a nivel de análisis de las doctrinas políticas,
así como a nivel de elección práctica de las orientaciones políticas—
pasan a segundo plano ante la identidad fundamental de la estructura
técnica del partido. Si designamos con el nombre de «partido-progra-
ma» el planteamiento ideal del partido, y con el término de «parti-
do-aparato» o «partido-máquina» el planteamiento técnico-institucio-
nal, podemos decir que la teoría del partido político tiende a sacar la
segunda noción de su conexión orgánica con la primera, para estudiar
de este modo las tendencias y, por así decir, las leyes de formación,
funcionamiento y desarrollo del partido político, así como los instru-
mentos mediante los cuales los partidos luchan por el poder. ¿Pero es
verdaderamente lícito y cientícamente productivo este criterio? ¿No
se corre el peligro, al adoptarlo, de desarticular la noción misma de
la política moderna, perdiendo de vista su «doble naturaleza», que
Gramsci denía como bestial y humana, de la fuerza y del consenso,
de la autoridad y de la hegemonía, de la violencia y de la civilización,
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Umberto Cerroni
del momento individual y del universal, de la Iglesia y del Estado, de
la agitación y de la propaganda, de la táctica y de la estrategia?1
Un riesgo de este tipo nos expone a graves consecuencias, ya que
entraña una arbitraria unicación, por un elemento técnico común,
de organismos que presentan notables diferencias de planteamiento
ideal, de origen y desarrollo histórico, de derivación y valor social.
Ciertamente, en cada aspecto de la política moderna existe el ele-
mento técnico de la organización de la fuerza, y también en el partido
político puede darse, como en el Estado, la presencia de dicho elemen-
to, y no excluimos que en determinadas coyunturas históricas asuma
un papel de primer plano. ¿Pero basta, para determinar la tipología de
los partidos, un reconocimiento de su «armazón» y basta un análisis
de las técnicas de penetración, difusión y control de la opinión pública
y de organización de la masa para responder a las importantes pre-
guntas que plantean los acontecimientos de historia de la política, el
origen mismo del partido político moderno, y los nexos que lo relacio-
nan con los desarrollos políticos y sociales de nuestra época?
Escribir la historia de los partidos políticos no puede signicar evi-
dentemente hacer la cronología de sus congresos, y mucho menos
registrar analíticamente las modicaciones de estatutos o incluso so-
ciológicas que estos presentan en la historia, sino que signica, como
observaba Gramsci escribir la historia general de un país desde un
punto de vista monográco, para poner de relieve un aspecto caracte-
rístico [de forma que] la historia de un partido [...] no podrá dejar de
ser la historia de un determinado grupo social.2
Se puede objetar que todo esto alude a las tareas del historiador y
del estudioso de las doctrinas políticas, y, sin embargo, el problema
alude fundamentalmente a la posibilidad cientíca de aislar los dife-
rentes aspectos que caracterizan el partido político sin perder cone-
xiones bastante importantes e incluso decisivas.
Anticipando en cierto modo algo de lo que iremos diciendo, po-
demos armar que el especial punto de vista que ha ido asumiendo
tradicionalmente el estudio del partido político —desde Ostrogorsi, a
Michels, Weber e incluso Duverger— parece íntimamente ligado a la
igualmente tradicional concepción de la política como «ciencia autó-
noma» y de la acción política como mera «pasión» que —observaba
también Gramsci reriéndose a Croce— «tropieza con la dicultad de
explicar y justicar las formaciones políticas permanentes como los
partidos»,3 en la medida en que desintegra el nexo política-estructura
1 A. graMsCI, Note sul Machiavelli sulla política e sallo Stato moderno, Turín, 1949, p. 37.
2 A.
graMsCI, op. cit., p. 22.
3 A.
graMsCI, op. cit., p. 13
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La Libertad de Los modernos
social de cuya emergencia histórica, en denitiva, ha surgido, en cam-
bio, el fenómeno moderno del partido político. También en relación
con este fenómeno, parece digna de ser meditada y tenida en cuenta la
advertencia gramsciana de mantener rme el nexo de unidad-distin-
ción que se establece entre política y economía: de unidad en cuanto
solo una «identicación entre política y economía» explica la posibi-
lidad de una «pasión organizada permanentemente», y de distinción
en el sentido de que, en el marco de dicho nexo, puede entenderse
también el carácter especíco de la «pasión política» como «impulso
inmediato a la acción» que nace, sin embargo —subrayaba Gramsci—
«en el terreno permanente y orgánico de la vida económica» y hace
entrar en juego sentimientos y aspiraciones en cuya atmósfera incan-
descente el mismo cálculo de la vida humana individual obedece a
leyes distintas de las del interés individual.4
No creemos que la estructura técnicamente imponente de los parti-
dos políticos modernos, así como tampoco ciertos defectos innegables
qué su sistema organizativo entraña, permitan olvidar estas observa-
ciones metodológicas sin las cuales, fundamentalmente, no lograría-
mos explicar ese ingreso en masa en la política de fuerzas sociales im-
ponentes, cuya dinámica, lejos de estar determinada por los partidos
políticos, parece más bien determinarlos. En este sentido, nos parece
fundamental buscar en el nacimiento histórico totalmente moderno
de esta formación un documento de la denición que de la política
apuntaba Gramsci declarándola —en polémica con la idea de la «po-
lítica como ciencia autónoma»— un «determinado grado superestruc-
tura!», el primer momento o primer grado; el momento en el que la
superestructura está todavía en la fase inmediata de mera armación
voluntaria, indiferenciada y elemental.5 Un plan, en denitiva, cuya
especicidad no puede traducirse en «autonomía» sin riesgo de caer
en lo que Marx llamaba la «ilusión especíca de los juristas y polí-
ticos», origen de la «superstición política» que considera la política
como el demiurgo de la sociedad.6 Por importante que pueda ser, el
momento técnico y «pasional» de organización de la fuerza y de do-
minio de la «opinión» sigue englobado en procesos sociales que esca-
pan, al menos en las tendencias de períodos largos, a un control que
no se base en la comprensión del nexo política-economía, del carácter
extraordinariamente funcional de la política con respecto a la estruc-
tura social.
4 Ibidem.
5 A.
graMsCI, op. cit., p. 15.
6 Cfr. K. Marx-F. engels. La ideología alemana; K. Marx-F. engels, La Sagrada Familia, cit.

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