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Democracia y estado representativo

Páginas161-208
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La Libertad de Los modernos
6. democracia y estado rePresentativo
En cuanto a vosotros, pueblos modernos, no tenéis esclavos, pero
lo sois vosotros; pagáis su libertad con la vuestra.
Rousseau
método y statUs
Muchos son los estudiosos que desde hace tiempo lamentan la con-
fusión que existe sobre el concepto de democracia. Y no ha faltado
quien ha llegado a la conclusión de que esto hace inútil toda discusión
teórica sobre la democracia. Por ejemplo, De Jouvenel ha escrito que
las discusiones sobre la democracia, los argumentos a favor o en con-
tra, gozan de una nulidad intelectual puesto que se ignora de qué se
está hablando.1
Hans Kelsen, por su parte, ha escrito:
Democracia es la consigna que en los siglos XIX y XX domi-
na casi universalmente los espíritus; pero precisamente por
esto pierde, como toda consigna, su propio signicado.2
Pero precisamente porque la democracia constituye el problema del
siglo debemos —utilizando una expresión de Platón— evitar el com-
portarnos como «misologos», odiar la discusión solo porque los argu-
mentos que hemos de considerar son numerosos y bastante dispares.
Es preciso volver pacientemente al problema denitorio, reconsiderar
sus fundamentos teóricos midiéndolos con la experiencia histórica, y
sobre todo evitar caer en la fascinación de la rutina y de los lugares co-
munes. En pocas palabras, hay que tener el valor de volver continua-
mente a los clásicos del pensamiento político para reconsiderar sus
argumentos y conceptos y tratar así de conferir un poco de claridad a
la confusión que desde hace tiempo domina al hablar de democracia.
En el fenómeno que aquí lamentamos existe, por otra parte, un as-
pecto positivo: si todos los teóricos y prácticos de la política aceptan en
la actualidad la democracia, y si ninguno o muy pocos se pronuncian
1 Cit. en G. sartorI, Democrazia e denizione, cit., p. 3.
2 H.
kelsen, Esencia y valor de la democracia, cit.
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Umberto Cerroni
en contra de ella, esto quiere decir que el mundo y la cultura política
han realizado progresos no pequeños y que el «gobierno del pueblo»
tiene una indudable garra histórica. Pero, naturalmente, no podemos
ignorar otro aspecto del fenómeno: el hecho de que si todos hablan de
democracia existe el peligro de que en tal concepto se encierre, por así
decir, contrabando teórico. Sin embargo, solo lograremos descubrir
este contrabando teórico volviendo a examinar el concepto de demo-
cracia para raticar argumentos, distinciones y cualicaciones. Para
cerrar una discusión teórica, la ciencia no posee otro método que man-
tenerla abierta: las vericaciones continuas de la discusión eliminarán
los argumentos equivocados y a los malos argumentadores.
Una reexión profunda pondrá de maniesto que la confusión que
rodea el concepto de democracia tiene su origen en la superposición
de dos modos fundamentales de concebirla. El primero consiste en
concebir la democracia como un método, con un procedimiento que
permite expresar en libertad el gobierno y las opciones políticas que
se desean; el segundo consiste en concebir la democracia como una
auténtica condición social, como un status social que coloque al pue-
blo, es decir, a «todos», en situación de participar igualmente en el
gobierno de la comunidad. Libertad e igualdad constituyen, por con-
siguiente, los puntos fundamentales de estas dos concepciones de la
democracia.
No existe ningún teórico en la actualidad que niegue la necesidad de
aceptar «tanto» el criterio de la libertad «como» el criterio de la igual-
dad en orden a la democracia. Pero el verdadero problema no estriba
en aceptar uno «y» otro criterio, sino en aceptar las consecuencias que
entraña la elección de una de las dos versiones de la democracia. Cada
una de ellas modelará, en efecto, necesariamente y en una dirección
determinada nuestro concepto sobre la libertad y la igualdad. Desde
un punto de vista puramente teórico puede darse un régimen político
aristocrático basado en el método de la libre confrontación de opinio-
nes políticas sin una auténtica condición social de participación igual
y universal en dicha confrontación; y, recíprocamente, puede darse
una democracia que parte de la igualdad de las condiciones reales de
todos, y precisamente por ello ha de limitar en cierto modo la libertad
de algunos. En ciertos aspectos, incluso, parece casi quo la oposición
entre libertad e igualdad es en cierta medida fatal e ineliminable.
Pero nos hallamos todavía en un primer nivel de aproximación. Si
profundizamos más nos daremos cuenta de que la diferencia entre
democracia-método y democracia-condición oculta otra diferencia: la
diferencia entre los procedimientos jurídicos —políticos— en general
y las condiciones sociales en general, es decir, la diferencia entre polí-
tica y sociedad, entre vida política y vida social. Lo que nos sorprende
en esta diferencia es que el perfeccionamiento y el progreso de los
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La Libertad de Los modernos
procedimientos políticos no entraña necesariamente la promoción de
la igualdad social, y que esto último parece entrañar históricamente
—al menos en un primer momento— una relajación de los problemas
de procedimiento.
Dado que el aspecto más olvidado en esta diferencia es con mucho
el que se reere al carácter de fundamental desigualdad que puede
entrañar la libertad política, será oportuno presentar algún ejemplo.
Tocqueville es considerado por muchos como paladín de la libertad
política moderna, y por bastantes como un exponente de primera la
de la teoría de la democracia moderna. Ahora bien, en su famosa obra
sobre la democracia en América —una obra dedicada expresamente a
la democracia— Tocqueville, que sin embargo examina magistralmen-
te los aspectos más concretos de los procedimientos políticos, no dice
una sola palabra del sufragio femenino, cuya ausencia en América no
le impide armar que el régimen político americano es democrático.
Pero esto no es todo. Con sorprendente seguridad arma que en los
Estados Unidos existe el sufragio universal, así como la participación
en la determinación de la voluntad pública y escribe con admiración:
En los Estados Unidos, a excepción de los esclavos, los criados y los
pobres mantenidos por los municipios, no hay nadie que no pueda
ser elector y, por lo tanto, que no participe indirectamente en la for-
mación de la ley3
Esta armación —en la que las mujeres siguen ignoradas— signi-
ca que Tocqueville considera suciente para que exista una demo-
cracia en que sean electores todos aquellos que... ¡han sido declarados
como tales por la Ley! Es evidente que toda su atención se centra en el
procedimiento: ¡por esto considera poco importante para una demo-
cracia el hecho de que sean o no electores los criados, los pobres y las
mujeres y, sobre todo, los esclavos!
Se nos podrá objetar que Tocqueville escribió hace ya mucho tiem-
po, muy lejos de nosotros y de nuestros problemas. Sin embargo, su
época es la época de Fourier, de Proudhon y de Marx, que maniestan
posiciones completamente diferentes sobre los mismos problemas.
Precisamente Hans Kelsen escribió en 1929 —sin recticar después:
El hecho de excluir de los derechos políticos a los esclavos y —esto
todavía hoy— a las mujeres, no impide en absoluto que un ordena-
miento estatal sea calicado de democracia4
3 A. de toCquevIlle, La democracia en América, Fondo de Cultura Económica, México, 1957.
4 H.
kelsen, op. cit.

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