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El derecho

Páginas92-106
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DioDato Lioy
hombre valeroso no vacila en sacricar su vida por el honor; pero un
pueblo solo tiene en cuenta las ofensas graves, disimulándolas has-
ta que estén prontos sus armamentos y concertadas sus alianzas. Sin
negar al hombre de Estado mayor variedad de medios, diremos en
conclusión que, así como en la vida privada lo supremamente útil es
la virtud, del mismo modo, la mejor de las políticas es la honradez.
el derecho
El hombre no siempre obra con un n desinteresado, o sea en vista
de un bien absoluto, sino la mayor parte de las veces, por ser útil a sí
mismo y a los demás. Entonces sus acciones son apreciadas de otra
manera, se hace abstracción del motivo determinante y sé atiende al
resultado, no siendo ya su norma la bondad absoluta sino la justicia, o
sea, como dice Vico, el bien reconocido justo.
Platón, como hemos visto, hace de la justicia uno de los cuatro ele-
mentos de la virtud. La justicia, dice en otro lugar, hace del hombre
un todo mesurado y lleno de armonía; ella tiene su cumplimiento en
el Estado, que es el hombre en grande y debe realizar todo el bien. Es
evidente que Platón confunde la justicia con la bondad y el derecho
con la moral. Aristóteles, al contrario, establece un principio de dis-
tinción, declarando que la justicia es la virtud en relación a los demás,
es el bien ajeno, y el Estado no debe absorber a todos los ciudadanos
como quería Platón. El estoicismo dio mayor relieve al hombre in-
terior y atendió a emancipar al individuo del Estado, reconociendo
la unidad del género humano y la armonía de todas las partes del
universo.
El cristianismo debilitó el sentimiento del derecho, dando como re-
ligión la preferencia a la moral. Como cristianos debemos soportar
la injusticia y hasta alegrarnos de ella; pero en derecho no estamos
obligados a ello. Como cristianos debemos amar a nuestros persegui-
dores; en derecho podemos repeler la fuerza con la fuerza. Sin duda
alguna la idea cristiana es más sublime que la del derecho; pero esta
última es indispensable para mantener el orden en la sociedad, para
no permitir que los unos abusen del candor y de la caridad de los
otros29.
Sin embargo, no podía prescindir el cristianismo de una doctrina
legal para los usos comunes de la vida. Santo Tomás denió la justicia
casi con las mismas palabras de Aristóteles: ordinat hominem in his quœ
sunt ad alterum. Para que exista la justicia es preciso una relación de
igualdad entre las cosas cambiadas, y esta relación, esta proporción
29 Janet, Histoire des doctrines morales et politiques, 3me édition. París, 1886.

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