De los comicios romanos - Libro Cuarto - Contrato social o principios de derecho político - El contrato social - Libros y Revistas - VLEX 976582534

De los comicios romanos

AutorJean-Jacques Rousseau
Páginas92-99
92
JEAN-JACQUES ROUSSEAU
Me falta hablar de la manera de dar y recoger los votos en la asamblea
del pueblo; pero acaso la historia de la cultura romana en este respecto expli-
cará más vivamente las máximas que yo pudiese establecer. No es indigno de
un lector juicioso ver un poco en detalle cómo se trataban los asuntos públicos
y particulares en un consejo de doscientos mil hombres.
CAPÍTULO IV
DE LOS COMICIOS ROMANOS
No tenemos documentos muy seguros de los primeros tiempos de Roma;
es más, parece que la mayor parte de las cosas que se le atribuyen son fábu-
las5, y, en general la parte más instructiva de los anales de los pueblos, que es
la historia de su establecimiento, es la que más nos falta. La experiencia nos
enseña todos los días de qué causas nacen las revoluciones de los Imperios;
pero como no se forma ya ningún pueblo, apenas si tenemos más que conjetu-
ras para explicar cómo se han constituido.
Los usos que se encuentran establecidos atestiguan, por lo menos, que
tuvieron un origen. Las tradiciones que se remontan a estos orígenes, las que
aprueban las más grandes autoridades y confirman las más fuertes razones,
deben pasar por las más ciertas. He aquí las máximas que he procurado se-
guir al buscar cómo ejercía su poder supremo el más libre y poderoso pueblo
de la Tierra.
Después de la fundación de Roma, la república naciente, es decir, el
ejército del fundador, compuesto de albanos, de sabinos y de extranjeros, fue
dividido en tres clases, que de esta división tomaron el nombre de tribus. Cada
una de estas tribus fue subdividida en diez curias, y cada curia en decurias, a
la cabeza de las cuales se puso a unos jefes, llamados curiones o decuriones.
Además de esto se sacó de cada tribu un cuerpo de cien caballeros, lla-
mado centuria, por donde se ve que estas divisiones, poco necesarias en una
aldea (bourg), no eran al principio sino militares. Pero parece que un instinto
de grandeza llevaba a la pequeña ciudad de Roma a darse por adelantado
una organización conveniente a la capital del mundo.
De esta primera división resultó en seguida un inconveniente: que la
tribu de los albanos6 y la de los sabinos7 permanecían siempre en el mismo
estado, mientras que la de los extranjeros8 crecía sin cesar por el concurso
perpetuo de estos, y no tardó en sobrepasar a las otras dos. El remedio que
encontró Servio para este peligroso abuso fue cambiar la división, y a la de las
5El nombre Roma, que se pretende derivar de Rómulo, es griego y significa fuerza; el nombre
Numa es también griego y significa ley, ¡qué casualidad que los dos primeros reyes de esta
ciudad hayan llevado previamente nombres tan en armonía con lo que han hecho!
6Ramnenses.
7Tatienses.
8Luceres.

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