Capítulo V: Programación telefónica - Fin y racionalidad en los sistemas: sobre la función de los fines en los sistemas sociales - Libros y Revistas - VLEX 976398941

Capítulo V: Programación telefónica

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FIN Y RACIONALIDAD EN LO S SISTEMAS
CAPÍTULO V
PROGRAMACIÓN TELEOLÓGICA
Del concepto de programa condicional puede uno procurarse, pronta y fácil-
mente, una idea rea lmente clara. Desde la perspe ctiva del programa mecánico ,
dicho concepto está aclarado en cuanto tal, por más que no en todas sus premisas
sistémicas. La situación se presenta distinta en el caso del concepto de programa
teleológico1. Si bien, a causa mismamente de los sedimentos experimentados en su
larga historia, el esquema de fin/medios se encuentra plagado de contradicciones y
oscuridades internas en chocante contraste con su pretensión de racionalidad, por lo
menos disfruta, en cualquier caso, de l a apar iencia de lo familiar y lo conocido.
Quien habla de fines o de medios puede suponer —con razón o sin ella— que otros
inteligen lo que él piensa . ¿Ti ene sentido y promete algún beneficio, baj o est as
circunstancias, sacar al concepto de «programa» de su lugar en el mundo de las
computadoras y llevarle al campo de la ra cionalidad teleológica? ¿No se mezcla
con ello elementos heterogéneos? ¿No se da así lugar a oscuridades adicionales?
La expresión compleja programa teleol ógico tiene como función expresar la
incorporación del análisis de fin/medios a la teoría de los sistemas. Arr anca de la
idea de q ue fines y medio s represen tan fijacion es programá ticas de prem isas
decisorias mediante las cuales se procede a la toma de decisiones en el seno del
sistema y que —si tienen vigencia y en tanto ésta dura— estructuran los procesos
decisorios. Objeto del presente capítulo es el examen de cómo puede suceder esto y
de qué problemas se presentan con tal motivo.
La incorporación del esquema de fin/medios a la teoría de los sistemas sólo
es posible si se le funde con el modelo de input/ output. También esto queda expre-
sado en el concepto de programa 2. El modelo de input/output —en un nivel superior
1La expresión «programa teleológico» (o de fines) apenas si se utiliza. Un caso de aplicación, en el
que sin embargo sólo se designa un determinado tipo de programación lineal con fines alcanzadles
de forma me ramente aproximativa, se encuentra en A. Charnes/William W. Cooper, Management
Models and Industrial Applications of Linear Programming, Nueva York, 1961, vol. I, páginas 215 ss.,
y en Yuji Ijiri, Mana gement Go als and Account ing for Control, Amsterdam, 1965, págs. 34 ss. El
concepto de la s ciencias empresariales del «programa de produc ción» desta ca precisame nte el
momento teleológico claramente. Designa la fijación de f ines —a saber: tipos y cantid ades de
productos por unidad de tiempo— a diferencia de la planificación de la puesta a disposición de
factores productivos y del proceso de producción. Cfr. Gutenberg, op. cit., 1965, págs. 148, 150 ss.
Por lo demás, la bibliografía al respecto se encuentra las más de las veces bajo la desgastada rúbrica
de la «planificación», en mezcolanza con muchas otras cosas.
2Como un ejemplo de esa combinación de ideas en el ámbito de la técnica socialista de planificación,
vid. Greniew ski, op. cit.; así como también Georg Klaus, Kybernetik und Gesellschaft, Berlín, 1964,
págs. 208 ss.
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NIKLAS LUHMANN
de complejidad; a saber: no pa ra acciones , sino para sistemas— trata del mismo
tema que el esquema de fin/medios: la evaluación de la determinación causal de lo
indeterminado. Ambas concepciones ordenadoras pueden , pues, interpretarse recí-
procamente. De esta manera, lo que hemos obtenido en conocimientos acerca de la
función del establecimiento de fines lo podemos emplear a efectos de la clarifica-
ción de una determinada utilización del modelo de input/output; y, viceversa, conec-
tándolo con este modelo, podemos precisar el pensamiento en términos de fin y
medios e incorporarlo a una concepción teórica d e la racionalización sistémica.
La fusión de ambos modelos no se cumple sólo en el ámbito de la formación
teórica de conceptos, sino también a través de decisi ones cuyas posibilidades anti-
cipa la teoría. Los pronósticos de colocación de productos en el mercado no son por
sí mismos objetivos empresariales; n ecesitan una previa conversión. Esto se verifica
a base de programar como fin un output esperado del sistema y como medio el
input sistémico necesar io al efecto.
Por todo ello, el concepto de programa teleológico hace referencia a un flujo
de informacione s que discurre a través de los límites sistémicos y que experimenta
una transformación mediante la reducción de complejidad según determina dos cri-
terios de selección (precisamente el programa ). Este modelo representativo no es
aplicable sólo a procesos decisorios puramente verbales cuyo fin último (output)
estribe en la producción de una decisión. Vale, por las mismas, para procesos de
elaboración de infor maciones que dirijan una acción paralela, en cuyo output tengan
su fin. Dicho con otras palabras: es aplicable a organizaciones de toda clase, lo mismo
a ad ministraciones que a empresas de servicios o del ramo de la producción.
Las huellas de esta idea funda mental las seguiremos en lo sucesivo en ocho
fases. Determina (1) la posibilidad de verter la función de la orientación teleológica
a estructuras que funcionen y torna visibles los límites de una tal congruencia de
función y estructura. El dilema general de la relación entre función y estructura
cobra en nuestro contexto un aspecto concreto en forma de los problemas que están
conectados con la relatividad y la f alta de concord ancia d e las caracter ísticas en
términos de fin y medios y que son objeto de examen en el epígrafe que sigue (2).
De ello resulta (3-5) en líneas generales la forma y manera en que es posible levan-
tar estructuras complejas de trabajo de orientación teleológica y guiarlas de acuer-
do con premisas decisoria s generales (programas). En el siguiente epígrafe (6) se
ilumina la tarea de la programación teleológica desde la perspectiva de la conver-
sión de problemas sistémicos insolubles (permanentes) en problemas deciso rios de
posible solución. Todo tipo de programación de esta clase, por su rigidez requiere
(7) mecanismos de control —posiciones de observación que c onserven la libertad
de continuar vivenciando como problemas las solucione s programadas—, vigilar la
relación de la estructura programática con relación al ambiente y modificar, en su
caso, los programas teleológicos, al objeto, todo ello, de armoniz arles con un am-
biente mejor conocido o sujeto a mutación. En todos estos casos ha de procederse a
una actividad decisoria en torno a las premisas de otras decisiones. Esto, como se ha
de desarrollar a título de conclusión (8), presupone organización.
1. El dilema de función y estructura
Por su contenido, los programas teleológicos s on primera y primordialmente
problemas formulados. En esto estriba su principal diferencia con respecto a lo s
programas condicionales que —al menos en su configuración ideal— comprenden
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a un mismo tiempo el cálculo que soluciona el problema y que en el fondo repr e-
sentan, pues, mecanismos para la solución de problemas ya r esueltos. Los programas
teleológicos se limitan por ello a programar la función heurística de un planteamien-
to. Los pro blemas prestan contexto y estructura a las consideraciones decisorias que
se ocupan de su solución; vistos desde el fenómeno de la decisión, integran un
complejo de condiciones limitativas y disciplinantes: s ólo cuenta aquello que en una
u otra forma acierta a contribuir a la solución del problema, que aquí se trata del logro
del fin. Un arquitecto puede proponerse diseñar una casa que satisfaga determinadas
exigencias, de la mis ma manera que un ama puede discur rir qué poner de comida
al mediodía . Estos son problemas que pueden estar más o menos definidos, lo que
significa a la vez que su solución sólo resuelve el pro blema de un modo más o menos
convincente. En la medida en que el planteamiento no se encuentra desarrollado o
es equívoco, se le puede precisar durante el fenómeno decisorio, y también mientra s
éste dura se pueden modificar y adaptar a las soluciones prefe ridas o alcanzables
algunos componentes inequívocos del problema 3.
Estas consideraciones valen en principio para problemas no programados y
dan a con ocer que puede ser de cierta utilidad dejar los problemas sin programar al
objeto de manejarlos más fácil y elásticamente —en especial cuando no consta de
antemano si acaso se los puede solucionar en su forma i nicial—. La programación
del problema significa frente a ello una particular manera de tratar el problema, a
saber: s u fijación como premisa decisoria invariante que el solventador del proble-
ma no puede a lterar por sí mismo. Naturalmente, merced sólo a esa conformación
suya, el problema no está aún decidid o con exac titud, por no d ecir que sea y a
solucionable con seguridad. Pero en l a medida en que se encuentran fijados, los
componentes del problema se tornan vinculantes por el conducto de la programa -
ción. Entonces puede confiarse en su virtualidad estructurante en el seno de contex-
tos d ecisorios de signo cooperativo. Esto es una premisa de toda organización del
proceso decisorio y con ello presupuesto de ese potencial de complej idad proble-
mática que sólo puede obtenerse por medio de organización. Con la complejidad
del proceso decisorio crecen las necesi dades de programación de los problemas y
con ello el riesgo de que la rigidez de la estructura grave la función de la solución
de los problemas.
La organización y la formación de sistemas, en definitiva, se pueden entender
siempre como traducción precaria de funciones o estructuras. Dentro de los siste-
mas, las funciones representan relaciones de prestaciones con respecto a aquellos
problemas que han de ser solventados para que un sistema pueda existir. Como
quiera que éstos son problemas duraderos, también con caracteres de duración ha
de ocuparse de ellos. Racionalmente puede suceder esto sobre todo siempre y cuan-
do un sistema oriente su estructura de a cuerdo con sus problemas a base de progra-
marlos, normar los modos de comportamiento necesar ios y reunirlos en unos siste-
mas creados con vistas a funciones específicas .
Por ra zones que guardan relación con el carácter desequilibrado y contradic-
torio de los requisitos existenciales de un sistema, una adaptación semejante de las
estructuras a las funciones no es posible sin dificultades y, desde luego, nunca de
manera íntegra. La congruencia de estructura y función define el ideal del sistema
racional, que, no obstante, nunca puede ser alcanzado. Cuanto más originarios son
3Vid., al respecto, Walter Reitman, Heuristic Decision Procedures, Open Constraints and the Structure
of III-Definided Problems, en Shelly II/Bryan, op. cit., págs. 282-315.

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