Capítulo II. Capitalismo de Estado y democracia representativa - Las instituciones de la economía capitalista. Sociedad anónima, estado y clases sociales - Libros y Revistas - VLEX 1025757547

Capítulo II. Capitalismo de Estado y democracia representativa

AutorFrancesco Galgano
Páginas57-73
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Las InstItucIones de La economí a capItaLIsta.
socIedad anónIma, estado y cLases socIaLes
la «coBertura política» del c apitalismo
¿No existe, entonces, ninguna contradicción en la intervención
del Estado en la economía capitalista? La contradicción, en realidad,
existe; y es una contradicción antagónica, que abre un profundo
conicto entre fuerzas del capital y fuerzas del trabajo.
En el capítulo precedente se ha hablado genéricamente del Estado, sin
añadirle calicaciones relativas a sus formas constitucionales. Ahora
es el momento de introducir en la exposición su calicación especíca
que, no obstante las repetidas, cruentas, involuciones autoritarias,
acaba presentándose como congénita al Estado de la sociedad
capitalista: su «calicación» de Estado democrático-representativo.
El nexo entre capitalismo y democracia representativa se pone de
maniesto en la fase de transición de la sociedad feudal a la sociedad
capitalista; se restablece después de la conquista del poder por parte
de la burguesía; se consolida, con el sufragio universal, en las fases de
desarrollo ulterior del capitalismo. El fenómeno es ya evidente en el
Medioevo, cuando la burguesía hace su aparición en la escena de la
historia: los mercaderes de las ciudades italianas, primera expresión
de la nueva clase social, ejercitan el poder político conquistado en las
formas, ya democrático-representativas, de los consejos generales,
elegidos por ciudadanos del municipio. El fenómeno se reproduce
en las fases de formación del Estado moderno: la democracia es el
estandarte político de la burguesía en su lucha contra las monarquías
absolutas.
La burguesía del Setecientos predica la igualdad entre todos
los hombres; combate, en nombre de la igualdad, los privilegios
de unos pocos. Es una losofía funcional para las exigencias de la
conquista del poder: los privilegios que la burguesía combate no
son otros que los privilegios de la clase entonces dominante, son los
privilegios de la nobleza; la igualdad que ella predica es solo formal:
es una igualdad que, de hecho, coloca en situación dominante a la
burguesía permitiéndole ejercitar, gracias a la igualdad formal, el
peso determinante de su mayor riqueza. La igualdad política es la
democracia representativa: es la igualdad que legitima la pretensión
de la burguesía a situarse, en virtud del principio del mayor número,
como clase políticamente dominante.
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Francesco GalGano
Derrocada la aristocracia, la burguesía descubre su verdadero
rostro: impone un sistema electoral basado en el criterio censitario, que
contradice el principio de la universalidad del sufragio, proclamado
en las declaraciones de derechos de 1791, y que sirve para limitar el
electorado activo únicamente a los pertenecientes a la clase dominante;
en el interior de este electorado restringido introduce, como sucede en
Francia con la ley de 1820, un principio plutocrático, aquél del voto
doble para los mayores propietarios, que sirve para discriminar a la
pequeña burguesía en favor de la media y alta burguesía. Se instaura,
según la expresión usada por Lenin1, hoy recogida por Constantino
Mortati, para distinguir esta fase del Estado moderno2, la «dictadura
de la burguesía»: ella sola, con exclusión de las otras clases, detenta
el poder económico, que sin embargo ejercita —este es el punto que
la calica— en las formas del Estado democrático-representativo,
fundado sobre la soberanía del Parlamento y sobre las elecciones
periódicas de sus componentes, por sufragio directo.
Estas formas son, y continúan siendo, la «mejor envoltura posible
del capitalismo». Según Lenin: «la omnipotencia de la «riqueza» es
más segura en las repúblicas democráticas», y «el capital, al dominar
esta envoltura, que es la mejor de todas, cimenta su poder de un
modo tan seguro, tan rme, que ningún cambio de personas, ni de
instituciones, ni de partidos, dentro de la república democrático-
burguesa, puede perturbarlo»3. El juicio afecta a la relación, en la
sociedad capitalista, entre clase económica dominante y clase política
dirigente: el mecanismo de la elección periódica, típico de la democracia
representativa, garantiza la subordinación de la segunda a la primera;
ofrece al capital la certeza de que la clase política no le abandonará;
le procura una posibilidad constante de vericar la congruencia de
las elecciones de los políticos a la evolución cambiante de los propios
intereses económicos, una posibilidad permanente de «deposición» y
de sustitución; evita el peligro, inherente a los regímenes autoritarios,
de que surjan «caudillos», por ella no manejables fácilmente, capaces
de asegurarse, por períodos más o menos extensos, una posición de
poder autónomo respecto de la clase económicamente dominante.
Cuando, para combatir mejor la creciente fuerza política del
proletariado (móvil recognoscible en el fascismo), o para mejor
adecuar la máquina del Estado a las propias ambiciones imperialistas
(móvil ulterior recognoscible en el nazismo), la clase capitalista ha
suprimido la democracia representativa y optado por el régimen
autoritario, ha terminado pagando un precio muy alto, desmesurado
1 lEnin, V. I., «Stato e rivoluzione», ob. cit., pág. 40.
2 Mortati, C., «Istituzioni di diritto pubblico», I, Cedam, Padova, 7.ª ed., 1967 pág. 127.
3 lEnin, ob. cit., pág. 16.

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