El interrogatorio directo - Primera parte - Cómo ganar juicios. Práctica forense en los tribunales de los Estados Unidos - Libros y Revistas - VLEX 976304112

El interrogatorio directo

AutorFrancis L. Wellman
Cargo del AutorAbogado del Foro de Nueva York
Páginas59-62
59
Cómo ganar juiCios
que estaba reriendo no tenían nada que ver con el asunto”. Todo lo que
alcancé a oír después fue un gruñido: “Puede usted continuar, Señor”. No
creo que el episodio perjudicase en modo alguno la situación de mis clientes
ante el Jurado: les gustaba ver pelear a un abogado, especialmente cuando
lo hacía en defensa de sus derechos. En cambio, si hubiese dejado seguir el
curso del incidente, sin hacer observación alguna a la advertencia del juez,
con toda seguridad habría perdido por completo el medio de ejercer cualquier
inuencia posterior sobre el Jurado. De modo que seguí con mi exposición,
pero mucho más detallada, a partir del momento exacto en que se me había
interrumpido.
Uno de estos jueces, en cierta ocasión, se desató contra Joseph Choate
advirtiéndole: “Le prohíbo repetir esa declaración ante el Jurado. En caso
contrario, lo condenaré por desacato”. Choate contestó simplemente:
“Habiéndolo declarado una vez, no veo ninguna razón para tener que
repetirlo”.
Cuando el dignísimo juez municipal Smyth llamó ante sí a dos conocidos
abogados, con el propósito de condenarlos por desacato, Choate salió en
defensa de ellos. Durante su defensa, el juez lo interrumpió diciendo: “No es
necesario que trate de convencerme sobre ese punto, Mr. Choate; he estado
presente y lo he oído yo mismo”. “En tal caso —manifestó Choate— puedo
advertirle solamente a S. S. que su memoria debe estar fallando, porque voy
a tomar declaración a seis testigos, que también estaban aquí presentes y que
lo contradecirán”. La observación era demasiado arriesgada para hacerla ante
una persona como Smyth, pero el golpe llegó a su destino y los dos abogados
fueron amonestados, librándose de una sentencia de arresto.
el interrogatorio direCto
Después de haber informado al Jurado sobre el caso de que se trata, es
condición esencial probarlo por medio de los testigos propios.
Muchos abogados entienden que el examen de los testigos de la parte que
deenden es tarea del abogado asistente, ya que para ello no es necesaria la
experiencia del principal. En mi opinión, esta creencia es un grave error, y,
sea lo que fuese, nunca permití que nadie lo hiciera por mí. Siempre deseé
controlar a mis testigos, velando porque su declaración fuese expuesta en
forma sencilla, inteligente, cronológica y, siendo posible, persuasiva. Les
formulaba preguntas fáciles y cortas, tratando de obtener respuestas breves.
Los ayudaba en los momentos de titubeo, provenientes no de una falla de
la memoria, sino del natural embarazo de verse sentados en la silla de los
testigos, frente a una sala repleta, intentando relatar elmente los hechos,
pero temiendo todo el tiempo las repreguntas del abogado contrario.
A pesar de la importancia capital de las repreguntas a los testigos de la
contraparte, creo que el examen de los propios, es decir, la prueba de los hechos
invocados por la parte que se patrocina, es casi de la misma importancia.
Claro que no es tan espectacular y no ofrece al abogado oportunidades para
alcanzar pequeños triunfos personales, que no solo destruyan el dicho de
los testigos sino que también provoquen risas, despertando una especie de

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR