De la esclavitud - Libro Primero - Contrato social o principios de derecho político - El contrato social - Libros y Revistas - VLEX 976582488

De la esclavitud

AutorJean-Jacques Rousseau
Páginas17-20
17
EL CONTRATO SOCIAL
era el legítimo rey del género humano? De cualquier modo que sea, no se
puede disentir de que Adán no haya sido soberano del mundo, como Robinsón
lo fue de su isla en tanto que único habitante; y i o que había de cómodo en el
imperio de éste era que el monarca, asegurado en su trono, no tenía que temer
rebelión ni guerras, ni a conspiraciones,
CAPÍTULO III
DEL DERECHO DEL MÁS FUERTE
El más fuerte no es nunca bastante fuerte para ser siempre el señor, si no
transforma su fuerza en derecho y la obediencia en deber. De ahí, el derecho
del más fuerte; derecho tomado irónicamente en apariencia y realmente esta-
blecido en principio. Pero ¿no se nos explicará nunca esta palabra? La fuerza
es una potencia física: ¡no veo qué moralidad puede resultar de sus efectos!
Ceder a la fuerza es un acto de necesidad, no de voluntad; es, a lo más, un acto
de prudencia. ¿En qué sentido podrá esto ser un acto de deber?
Supongamos por un momento este pretendido derecho. Yo afirmo que
no resulta de él mismo un galimatías inexplicable; porque desde el momento
en que es la fuerza la que hace el derecho, el efecto cambia con la causa:
toda fuerza que sobrepasa a la primera sucede a su derecho. Desde el mo-
mento en que se puede desobedecer impunemente, se hace legítimamente; y
puesto que el más fuerte tiene» siempre razón, no se trata sino de hacer de
modo que se sea el más fuerte. Ahora bien; ¿qué es un derecho que perece
cuando la fuerza cesa? Si es preciso obedecer por la fuerza, no se necesita
obedecer por deber, y si no se está forzado a obedecer, no se está obligado,
Se ve, pues, que esta palabra el derecho no añade nada a la fuerza; no sig-
nifica nada absolutamente.
Obedeced al poder. Si esto quiere decir ceded a la fuerza, el precepto es
bueno, pero superfluo, y contesto que no será violado jamás. Todo poder viene
de Dios, lo confieso; pero toda enfermedad viene también de Él; ¿quiere esto
decir que esté prohibido llamar al médico? Si un ladrón me sorprende en el
recodo de un bosque, es preciso entregar la bolsa a la fuerza; pero si yo pudie-
ra sustraerla, ¿estoy, en conciencia, obligado a darla? Porque, en último térmi-
no, la pistola que tiene es también un poder.
Convengamos» pues, que fuerza no constituye derecho, y que no se está
obligado a obedecer sino a los poderes legítimos, De este modo, mi primitiva
pregunta renace de continuo.
CAPÍTULO IV
DE LA ESCLAVITUD
Puesto que ningún hombre tiene una autoridad natural sobre sus seme-
jantes, y puesto que la Naturaleza no produce ningún derecho, quedan, pues,
las convenciones como base de toda autoridad legítima entre los hombres.

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