Capítulo II: Holismo y razonamiento probatorio. Especial consideración de la valoración conjunta de la prueba - Holismo e inferencia en el razonamiento probatorio - Libros y Revistas - VLEX 976415202

Capítulo II: Holismo y razonamiento probatorio. Especial consideración de la valoración conjunta de la prueba

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JUAN MANUEL PÉREZ BERMEJO
que provienen del uso de los sentidos, otorgarles una cierta prioridad o pre -
sunción de corrección logra evitar que sean fácilmente excluidos. La prioridad
del conocimiento empírico nos redime así de un exceso de confianza en nues-
tro saber acumulado: nos permite desafiar eficazmente su red de inferencias, y
llevar a cabo correcciones y reformulaciones que, de otro modo, serían muy
difíciles89. Y, recuérdese que esta reformulación es aceptable porque conducirá
a un sistema dotado de un mayor grado de coherencia; precisamente porque
ganamos en coherencia es por lo que debemos conjurar el peligro de que un
exceso de conservadurismo impida un mejor resultado.
c) La preferencia es prima facie, y puede ser excepcionada. Como expusi-
mos en el argumento b), la prioridad observacional brinda a estas proposicio-
nes la oportunidad de desafiar nuestra coherencia pretérita, una oportunidad
que, como mostramos, no sería posible en muchas ocasiones sin esta preferen-
cia o presunción de mayor valor. Sin embargo, e ste desafío encontrará sus
límites ante sistemas especialmente vastos y consolidados y que disfrutan de
un grado muy elevado de consistencia y de cohesión. Se puede afirmar que, a
medida que se incrementa la extensión del sistema y su grado de consistencia
y de cohesión, la cláusula del mayor valor de estas proposiciones pierde gra-
dualmente operatividad. Por servirnos de la imagen del crucigrama, en un
tablero de dimensiones muy vastas, repleto de palabras que casan entre sí y
bajo la máxima confianza en que muchos de sus términos responden fielmen-
te a las definiciones, podemos suponer que el encaje en letras y casillas es
suficiente en muchos casos para incluir el término correcto 90. La prioridad
tiene así sus límites ante sistemas muy extensos, consistentes y cohesionados
durante largo tiempo.
En suma, la pre sunción sostiene que la s proposiciones que proceden de
los sentidos, normalmente, en caso de conflicto, desplazan aquellas cuyo con-
tenido no proviene de inputs observacionales, sino de inferencias lógicas esta-
blecidas a través de una serie de premisas. Esta prioridad se presenta como la
garantía definitiva del arraigo de los sistemas coherentistas en la realidad
exterio r91 . El c oheren tismo n o presum e así si stemas e nsimis mados o
autorreferenciales, sino conjuntos de conocimientos que, como es inevitable,
están también nutridos de inputs prove nientes de los sentidos a los que se
presta una atención particular. No se propone como una sustitución del cono-
89 Otros a utores ha n e nsayad o otras for mas de reco ncilia r c ohere ntismo y pri orida d
observacional. Lehrer ( 1990: 141-14 4), por ejemplo, recurre a lo que denomina el « argu-
mento de t ransformación» en el «juego de la ultraj ustificación» ; el argumento sitúa el
problema que nos ocupa como un debate entre quienes realiza n una serie de afirmaciones
que resultan de un estado de coheren cia y un escépt ico que l as r efuta alegando que
estamos des conectados con la rea lidad; los primeros pueden ganar el debate si declaran
seriamente que aceptan como verdaderas dichas afirmaciones, y si argumen tan que es
más ra zonable suponer que se hallan conectados con la realidad que suponer que están
siendo engañados por algún supuesto demonio cartesiano.
90 O, como formula BonJour (1985: 141), en un sistema vasto y dotado de una alta interco-
nexión entre sus elementos, la exigencia observacional es más relajada.
91 BonJour (2010: 190-91) y Th agard, 2 000: 7 1 y ss.
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HOLISMO E INFERENCIA EN EL RAZONAMIENTO PROB ATORIO
cimiento empírico por otro distinto, sino como una descripción adecuada de
su funcionamiento y, en especial, como la propuesta de un marco adecuado
para su justificación.
Antes de cerrar esta panorámica del coherentismo, conviene reiterar que
esta no debe interpretarse como una exhortación a los operadores jurídicos
para que adopten un método coherentista de justificación: me he limitado a
aportar razones con las que sugiero que su contribución al error no es tan
inevitable y segura como se ha repetido, y no merece una estigmatización
completa. Cuando menos, espero haber mostrado que las críticas constantes a
sus presupuestos filosóficos suponen muchas veces una confusión con escue-
las narratológicas de carácter posmoderno, y que sus últimas variantes se
esfuerzan por conciliar sus puntos de vista con el realismo y la verdad como
correspondencia, lo que invita a incrementar su crédito. Un indicio en favor de
estas observaciones es que algunos autores que se han mostrado críticos en
alguna ocasión con el coherentismo, sin embargo, están dispuestos a admitir
su uso de modo supletorio o default92.Si se estuviese convencido de su tenden-
cia int rínseca al err or, no creo que se a probara el us o subsidiari o del
coherentismo, y se optaría más bien por su proscripción absoluta.
Excurso: la coherencia explicativa
Sabemos que la coherencia depe nde de relaciones de consistencia y de
cohesión, de que obtengamos inferencias especialmente fuertes o robustas, y
de que los elementos del sistema se hallen unidos e integrados por relaciones
inferenciales de apoyo mutuo. Sin embargo, ¿qué tipo de inferencias logran
estos objetivos? ¿Cuáles contribuyen especialmente a fraguar relaciones de
coherencia entre proposiciones? Esta pregunta abre un debate interno dentro
del coherentismo. En general, este debate enfrenta a quienes defienden las
inferencias probabilísticas y las inferencias explicativas93. Se trata, sin embar-
go, d e un debat e de may or calad o, que tra sciend e los már genes de l
coherentismo, y en el que está en juego un nudo gordiano de la epistemología,
como es el problema de la inducción.
Desde A ristóteles, la inducción clásica se identifica, en su formulación
más carac terís tica, con la l lamad a «ind ucció n enum erati va». E n las
inducciones enumerativas, partimos de una serie de casos o de fenómenos
particulares en los que observamos una serie de semejanzas o de rasgos comu-
nes y a partir de los cuales generalizamos una regla general: examinamos un
92 Gascón, 2004: 185; Taruff o, 20 08: 2 26.
93 Un ejemplo de probabilis mo en la cohere ncia es Si ebel ( 2005: 43). En su eje mplo, las
proposiciones «Tweety es un pájaro/Tweety tiene alas» son má s coherentes que «Tweety
es un pájaro/ Tweety no puede volar» únicamente porque la probabilidad de que Tweety
tenga ala s, dado que es un pájaro, excede en mucho a la probabilidad de que no pueda
volar. Eggleston (1978 : 192) observa que, cuando muchos abogados usan los términos
«consistente» o «inconsi stente» asignan a estos un significado meramente probabilístico.
En el ba ndo de la coheren cia ex plicativa milita n, p or ejemp lo, autores como Harman
(1965); Sell ars (1 969) o Ama ya (2 008).
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número de cisnes, aprecia mos su color blanco e inducimos la regla general
«todos los cisnes son blancos» . La relación entre las proposiciones relativas a
los fe nómenos particulares y la relativa a la regla general es esencialmente
clasificatoria: aseveramos que una clase abierta de individuos o elementos
pertenece a un grupo determinado en virtud de una serie de característica s
comunes. Ahora bien, e l problema filosófico de la inducción es que no pode-
mos afirmar indudablemente que el enunciado «todos los cisnes son blancos»
sea una «ley»: esta no prescribe ni determina que el próximo cisne que halle-
mos sea blanco94. Al menos desde el siglo XX, es común estimar que la conclu-
sión inducida es un enunciado probabilístico 95. De ese modo, la inducción
clásica o enumerativa es d eudora de una comprensión probabilística de la
relación entre la premisa y la conclusión: esta nos merecerá mayor o menor
crédito en función de la probabilidad de su aca ecimiento a part ir de las
premisas, lo que dependerá a su vez del número de experimentos realizados o
del margen de error que hayamos calculado 96.
La dependencia de la inducción clásica de una perspectiva probabilística
ha sido objeto en la historia, y especialmente en el siglo XX, de una fuerte
controv ersia filosófica qu e c ondujo a cuestionar el uso de a quella9 7. La
postulación de las inferencias explicativas o «inferencias a la mejor explica-
ción » se enmarc an en este c ontexto d e descré dito de las induccio nes
94 Como es sabido, se h an ensayado distintas soluciones. Para Mi ll, por ejemplo, es cierto
que el enunciado «todos los cisnes son blancos» no es una ley; sin embargo, el principio de
uniformidad de la naturaleza , que he aprendido por experiencia, me permite inferir que, si
las causas y el contexto no varían, «el próximo cisne que vea será de color blanco». Mill,
1900: Book III , Chapter 3, «D el fundamento de la Inducción ».
95 Especial influencia en esta comprensión poseen autores como Reichenbach, 1938: chap. 1;
96 En el ejemplo de inferencia inductiva de Peirce, yo me encuentro ante distintos sacos de
judías de distin tos colores ; si extraigo varios puñ ados de judías de un saco y estas son
siempre de col or blanco, puedo inducir la conclusión «las judías de este saco son de color
blanco». La mayor o menor corrección de l a respuesta depende de los datos probabilísticos,
como el tama ño del saco o el número de puñados que haya extraído Pierce, CP2: 620 y ss.
97 Un hito en esta crítica es Popper, 1962: Cap. 1. Entre otras acusaciones, Popper observa
que las inferencias probabilística s parten de un contexto axiomático y de premisas infi-
nitas, mientras que en ciencia nos vemos inmersos en un contexto empírico y finito. Tam-
bién destaca la alternativa propuest a por Hempel (1966: capítu los 2 y 3). P ara sus se-
guidores, la inducción enumerativa es una aproximación ingenua e incierta de la lógica
científi ca. Un fís ico n o pro cede examinando caso por caso hasta gene ralizar una ley,
sino q ue se encuentra con una serie de hechos a los que trata d e encontrar una explica -
ción, y para ello arriesga una hipótesis que no dec lara probada hasta que no comprueba
que tales h echos son una consecuencia de dicha ley. Pa ra Hempel (1966: capítulo s 2 y
3), la justificación de una ley científica se obtiene definitivamente cuando l a ley incluye
como conse cuencia lógic a de ductiva el tipo de fenómeno s obs ervados. Ese modo de
proceder es el c onocido método nomológi co-deductivo. En efecto, desde la inducció n
enumerativ a, resu ltaría muy difí cil ju stificar teorías generales muy abstractas de cuyo
contenido no tenemo s una percepción di recta, como pueden ser la teoría del big ban g o
la hipótesi s de los aguje ros n egros; sin embargo, las entend emos justificad as p orque
algunos fenómenos observab les, como la radi ación o distintas variaciones l uminosas, se
deducen de s us enuncia dos. Véa se también Reichen bach (19 53: 11 0 y ss.), quien d eno-
minaba este modo de proceder «mé todo hipot ético-deductivo».

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