Del trabajo a destajo - Libro tercero. Del socialismo - De la propiedad - Libros y Revistas - VLEX 976427114

Del trabajo a destajo

AutorLouis A. Thiers
Páginas163-167
163
CAPÍTULO VI
DEL TRABAJO A DESTAJO
Con la abolición del trabajo a destajo se ha destruido el único medio que
tenían los obreros de participar de los benecios del capital.
No queréis, se me dirá, que el obrero salga nunca de su condición de asala-
riado, de esclavo del amo y de proletario excluido de los benecios del capital... Tal
es el lenguaje de los socialistas cuando se les demuestra la futilidad de sus sistemas.
Perdónenme si les digo que la naturaleza, mas hábil que ellos, y no menos humana,
había enseñado a los hombres un medio por el cual los obreros ingeniosos habían
subido hasta las primeras gradas de la escala de la fortuna. Pero los socialistas han
tenido la buena ocurrencia de destruir este medio y romper la escala, o por lo menos
dejar que la rompan los malos obreros que nunca habían podido subir el primer
escalón. El hecho es cierto, y voy a demostrarlo.
Si; deseo por mi parte que el obrero que solo cuenta con sus brazos, pueda
también participar de los benecios de su amo, ser algún día capitalista y aumentar
su fortuna; mas no creo que pueda conseguirlo poniéndose en el lugar de su amo,
asociándose con sus camaradas para formar con ellos una empresa colectiva que
carecerá de capital, de dirección y de todo lo necesario para prosperar. El único
medio seguro que tiene el obrero de mérito para obtener el resultado propuesto,
de convertirse en empresario sin capital y sin el inconveniente que va anejo a una
empresa colectiva, es el del trabajo a destajo que los nuevos amigos de los obreros
han abolido.
Hay en efecto, obreros inteligentes y laboriosos que trabajan mejor y mas
que otros, y que pueden hacer en un día dos o tres veces mas obra que varios de sus
camaradas y con mas perfección que ninguno de ellos. Estos merecen ciertamente
que se les distinga y estimule. Pero no se les puede dar la cruz de honor, pues esta
se reserva para el día en que vayan al Adige o al Rhin, y además, no seria bastante,
pues serían necesarios muchos centenares de condecoraciones en un taller de 1,000
obreros, al paso que en el ejército se dan tres o cuatro de estas condecoraciones a
un regimiento de 2,000 hombres. Es necesario, pues, distinguir a estos obreros a la
vez laboriosos e inteligentes; se necesita distinguirlos por ellos mismos, y por el

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