Del capital en el sistema de la asociación - Libro tercero. Del socialismo - De la propiedad - Libros y Revistas - VLEX 976427112

Del capital en el sistema de la asociación

AutorLouis A. Thiers
Páginas147-153
147
CAPÍTULO IV
DEL CAPITAL EN EL SISTEMA DE LA ASOCIACIÓN
Si el Estado da el capital de la asociación, es una usurpación injusta que se
hace a la masa de contribuyentes, y si sale del salario de los trabajadores, es
un empleo imprudente de sus economías.
Olvidemos ahora todo lo que tiene de exclusivo y de impopular el sistema de
asociación entre los obreros; examinémoslo en sí mismo y por su propio valor, por
mas limitada que deba ser su aplicación.
A juzgar por la apariencia, el pensamiento del sistema no puede ser mas
humano, honrado, y aun tierno. He aquí, en efecto, a los pobres obreros que traba-
jan desde por la mañana hasta la noche para ganar un salario jo, invariablemente
limitado, sea cual fuere el benecio que resulte de sus esfuerzos, y que proporcio-
nan grandes provechos al empresario o a los accionistas, que trabajan poco o nada,
separados del teatro de estos rudos trabajos, o acaso sin haberlo visitado nunca.
¿Por qué unos tienen tan poco trabajando mucho, y otros tanto trabajando tan poco?
Porque el empresario tiene crédito y los accionistas capitales. Si los obreros tuvie-
sen uno y otro, podían especular por su propia cuenta y obtener para sí mismos el
benecio que proporcionan a otros. ¿No es por lo tanto fácil hacer reuir a ellos el
crédito y los capitales, librándolos así de esta dependencia, o, para hablar en térmi-
nos propios, de la tiranía del capital? Pero, ¿qué medio se apelará, si no se quieren
tomar los capitales a la fuerza, como lo proponen francamente los comunistas? ¿A
qué medio se apelará sino al de pedirlos al que los tenga; es decir, al Estado; y dar
así a toda asociación de obreros la facultad de constituirse para la ejecucion de las
grandes empresas? Lo repito; nada hay mas equitativo y humano en la apariencia,
y en realidad nada mas inicuo, mas injusto y mas insensato.
Desde luego creo que estos empresarios o accionistas no son monopoliza-
dores crueles. Si los primeros consagran su vida, su dinero y su crédito en dirigir y
sostener una vasta empresa concebida por ellos, y proseguida de su cuenta y riesgo;
si los segundos, después de reunir sus ahorros, los arriesgan a una empresa aventu-
rada, como un canal o un camino de hierro, operación que no se llevaría a cabo sin
su concurso, y que absorbería, en caso de no realizarse, los fondos que se hubiesen

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