Reflexiones filosóficas fundamentales - Primera parte - Metodología de las ciencias sociales - Libros y Revistas - VLEX 1016865208

Reflexiones filosóficas fundamentales

Páginas19-41
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METODOLOGÍA DE LAS CIENCI AS SOCIALES
PRIMERA PARTE
ELEMENTOS DE LA TEORÍA GENERAL DE LA
CIENCIA
1. REFLEXIONES FILOSÓFICAS FUNDAMENTALES
EL PENSAMIENTO filosófico se ha orientado desde sus comienzos por el propósito
de llegar a verdades ú ltimas y podemos describir en gran parte sus ca mbios señalan-
do el modo como estas verdades fueron concebidas.
En su primera etapa, cuando apenas se diferenciaba del mito, estas verdades
se pensaron como conclusiones acerca del mundo, incluido el hombre. La filosofía
es cosmogonía, y su rasgo sistemático en busca de la unidad se expresa con frecuen-
cia en la idea del origen del mundo a partir de una primera materia, por ejemplo,
agua, tierra, fuego o aire, o de un pequeño número de tales materias elementales,
sin que se diga sobre este proceso de generación otra cosa sino que se ha producido
por el acto de voluntad de un ser divino.
Frente a esto significa un avance poderoso con cebir las últimas verdades como
fuente d e conocimiento, pues de esta suerte se lleva ya a cabo un análisis del pensa-
miento, mientras que con lo anterior se interpretan sin crítica alguna las experien-
cias de todos los días sobre l a transformación de unas sustancias en otras colocando
esas experien cias arbitrariamente como verdades últimas. En la segunda etapa uno
de los temas i ntelectuales más poderosos es el siguiente: todo nuestro conocimien-
to se compone en parte de idea s originarias, que no tienen menester de estar funda-
das en otros conocimientos, y en parte de ideas que derivan de las primeras. Ten-
dríamos un sistema completo del conocimiento si 1) pudiéramos ofrecer todas las
fuentes del conocimiento y 2) las reglas de derivación. De este modo se señalan los
dos grupos de tareas cognoscitivas que han dominado en la filosofía occid ental
desde Platón.
Por lo que respecta al primer punto podemos agrupar las escuelas filosóficas,
bien que de manera harto unilateral e insuficiente, teniendo en cuenta cómo conci-
ben la jerarquía entre las diversas fuentes del cono cimiento. El empirismo sensualista
coloca a la cabeza la evidencia sensible, el espiritualismo la evidencia de la expe-
riencia interna y el racionalismo la de las verdade s de razón, aunque no hay que
olvidar que los sistemas históricos se presentan casi siempre como formas mixtas
que se diferencian entre sí especialmente al juzgar la cuestión de hasta qué grado
son cognoscibles por el finito entendimiento humano las leyes del acontecer físico
y del psico-físico.
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FELIX KAUFMANN
El problema del proc eso deductivo pareció haber encontrado su solución inte-
lectual con el método axiomático que Euclides creó para la geometría y de este
modo la argumentación more geométrico se convirtió en un instrumento filosófico
que habría de garanti zar el r igor completo de las deducciones. El ejemplo más
famoso lo tenemos en la Ética de Spinoza. Sin embargo, el rigor del método, siendo
necesario, no constituye condición suficiente pa ra la verdad de las proposiciones de
un sistema deductivo ; d epende también de la verdad de las premisas que, por
definición, deben descansar sobre sí mismas. De esta suerte la cuestión acerca del
criterio, o en su caso criterios, de la verd ad primigenia cobra una significación deci-
siva.
La mayoría de las veces se consideró como tal criterio un sentimiento de evi-
dencia íntima que sería el signo inequívoco de la verdad, distinguiéndose esencial-
mente tres tipos de evidencia: 1) la evidencia de la percepción sensible, que nos
ofrece el conocimiento del ser de las cosas y de los acaeceres del mundo exterior, 2)
la evidencia d e la experiencia interna, que nos ofrece un conocimiento indudable de
los hechos de la pro pia concien cia, 3) la evidencia de las leye s de la razón, que
comprenden verdades valederas en todos los lugares y tiempos y, por esto, ocupan
un rango superior que las muda bles verdades de hecho.
Detengámonos un poco sobre esta idea de las verdades de razón. Abarcarían las
leyes a las que está subordinado todo ser. En términos teológicos, son las i deas que
se hallan en la base del plan divino de la creación. Como modelo de estas verdades
se presentaba el conocimiento geométrico, llevado a gran altura especialmente por
los pitagóricos y coloca do al se rvicio de la astronomía, donde se manifi esta d e
modo patente, hasta en la forma sencilla de la experiencia cotidiana, la subordi na-
ción del ser a leyes. Gracias a Platón, la referencia al conocimiento geométrico y,
junto con él, al conocimien to l ógico y aritmético, se ha convertido duran te do s
milenios de pens amiento filosófico en el n ervus probandi de la afir mación de la
existencia de verdades fundamentales independientes d e la experiencia y que, sin
embargo, la dominan. Es decir, se estableció la posición fundamental de la metafí-
sica racionalista.
La fase del pensamiento que acabamos de car acterizar se señala por e l supues-
to fundamental de una polaridad entre sujeto cognoscente y objeto conocido o por
conocer. El mundo, con sus leyes, es lo que es independientemente de que se ende-
recen o no a él actos de pensamiento; y la tarea del conocimiento consiste en captar
este mundo —preestablecido como siendo en sí mismo—, tal como es, en hacerse
con él espiritua lmente en la forma más completa posi ble. Como indicamos, no
existe en modo alguno un acuerdo completo acerca del grado en que esta tarea es
factible para el hombre.
La concepción que se suele designar como realismo ingenuo lleva en sí misma la
semilla de su superación. Cuando la mirada reflexiva se dirige al proceso cog noscitivo
y ve en él un problema que puede o puede no ser resuelto, se agudiza entonces el
examen de las fallas que malogran la solución adecuada y de sus fuentes. En cuanto
nos ponemos a distinguir entre mera apariencia y ser verdadero, lo que tiene que
contrastarse con ciertos criterios, hemos dado un paso esencial para apartarnos d e
la idea d e «un mundo que es en sí mismo» y estamos cerca de sustituir poco a poco
esa id ea por la de «referencia de todo ser a la conciencia». Porque los criterios del
ser son ya hechos de conciencia y, por consiguiente, la separación entre ser y apa-
riencia sólo puede llevarse a cabo distinguiendo determin ados hechos de concien-

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