Psicología de la formación de la sentencia en la justicia penal - Parte primera. Sentencias erróneas en procesos por delitos comunes - La sentencia errónea en el proceso penal - Libros y Revistas - VLEX 976351150

Psicología de la formación de la sentencia en la justicia penal

AutorMax Hirschberg
Páginas125-142
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LA SENTENCIA ERRÓNEA EN EL PROCESO PENAL
CAPÍTULO IV
PSICOLOGÍA DE LA FORMACIÓN DE LA SENTENCIA
EN LA JUSTICIA PENAL
En su obra La Giustizia Penale. Sua evoluzione - suoi difetti - suo avvenire1,
aparecida en 1905 , el criminalista italiano Enrico Ferri distingue cinco etapas
históricas en la evolución del derecho probatorio: la época primitiva, la época
religiosa, la época de las pruebas legales, la época de la «conviction intime», en
la que es guía el sentimiento, y la época científ ico-crítica del futuro. En la
época actual, el juez forma su juicio mediante la «conviction intime» la «libre
convicción judicial».
Es de extrema importancia para nuestro análisis, distinguir en estas eta-
pas la época actual de la libre convicción, en la que el juicio se funda en una
mezcla de factores de razón y de sentimiento, de la esperada evolución futura,
en la que se resolverá con criterio científico-crítico, sobre la base de comproba-
ciones criminalísticas precisas.
Ferri ha precisado correctamente la etapa evolucional actual. Todavía
hoy, el juez penal resuelve sobre la base de un cuadro de conjunto que le da la
prueba recibida, de una manera no totalmente racional, porque su juicio sufre
aun la influencia de los sentimientos. Antes de dictar su fallo no hace una
confrontación rigurosa de las probanza s que hablan a favor de la inocencia o
de la culpabilidad del acusado, ni las compara con espíritu crítico. Sobre la
base del plenario se forma una convicción, sin rendirse a sí mismo cuenta
severa por cada uno de los fundamentos que esa convicción pueda tener. El
apunte por escrito y la confrontación de los distintos elementos probatorios
existentes a favor y en contra de la culpabilidad del acusado, expedientes que
ya recomendaron Hans Gross y Henry Wigmore2 no son practicados por regla
general. Esto vale especialmente para los tribunales por jurados. Los jurados
se guían en mucho mayor medida por sus sentimientos que por la razón. La
impresión personal que les causa el acusado y los testigos, la expresión de sus
caras, sus movimientos, su actitud vacilante o segura al prestar deposición, la
fuerza persuasiva de los alegatos del acusador y del defensor, y las directivas
1Índice bibliográfico , N° 40.
2Índice bibli ográfico, N° 57, 58 y 192.
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MAX HIRSCHBERG
dadas por el presidente, son colocadas en la balanza, en una pugna más o
menos vaga de los sentimientos, sin que los d istintos elementos probatorios
sean analizados severa y críticamente. El resultado es la «conviction intime». Si
los mal llamados veredictos de tribunales por jurados que hemos estudiado
hasta ahora no hubieran ba stado para demostrarlo, lo evidenciaremos a base
de los dos casos siguientes:
Caso Nº 34 (Olson)3: En la noche del 6 de septiembre de 1927 Floyd
Stotler, propietario de la Hart Oil Station en Rockford, Illinois, y su padre,
Orville Stotler, fueron asaltados por dos bandidos enmascarados. Floyd Stotler
se abalanzó sobre uno de ellos, que lo abatió de un tiro. Poco después, expiró
en un hospital. Los bandidos huyeron, abandonando en el lugar del hecho el
coche Chrysler robado con que habían venido.
El sheriff y la policía de Rockford, presentaron al padre del occiso una
serie de individuos sospechosos. De algunos de ellos, afirmó tener la seguri-
dad de que no eran los autores. En otros, se mostró inseguro. Pero al ser
confrontado con Henry Olson, manifestó en seguida tener la certeza de que
éste era uno de los malhechores que habían matado a su hijo, aunque éstos
habían tenido cubiertas sus caras con pa ñuelos con sólo dos orificios para los
ojos. Olson citó a toda una serie de testigos que podían d ar fe de que él había
estado en su casa esperando a su esposa, yendo a buscarla a la parada del
ómnibus en el momento exacto del hecho. Todos los testigos corroboraron bajo
juramento esa coartada, indicando datos precisos.
El 7 de octubre de 1927, Olson fue acusado de homicidio. Los diarios
publicaron noticias sensacionalistas, que fueron ávidamente leídas por los
indignados habitantes de Rockford. La población creía culpable a Olson, lo
que influyó fuertemente en el ánimo de los jurados.
En el debate, el único elemento de prueba de la acusación consistió en la
declaración del padre de Stotler, de que podía reconocerlo con certeza como
uno de los malevos. Los testigos de descargo confirmaron del mismo modo
que el acusado había estado en su casa. El jurado no pudo llegar a un acue r-
do. Seis de sus integrantes se pr onunciaron por la condena y otros seis por la
absolución. El presidente despidió al cuerpo, fijándose fecha para otra vista.
Esta tuvo lugar el 13 de febrero de 1928. La s declaraciones testificales
fueron las mismas que en la primera. Esta vez el jurado consideró culpable a
Olson, condenándolo a prisión perpetua. Por orden del presidente del tribu-
nal, se lo excarceló contra una fianza provisoria de 10.000 dólares para el
procedimiento de revisión, lo que prueba que el magistrado dudaba de su
culpabilidad.
Una vez libre, Olson desapareció de Rockford junto con su esposa. Todas
las pesquisas resultaron infructuosas. Su fuga hizo que, la población quedara
ahora firmemente convencida de su culpabilidad. Cundió el rumor de que el
otro asaltante había sido su mujer.
3Según E. BORCHARD, Índice bibl iográfico, Nº 1 9, págs. 17 2 y sigts.

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