Hombres en el cadalso - - - La pena de muerte - Libros y Revistas - VLEX 976348090

Hombres en el cadalso

AutorKurt Rossa
Páginas101-154
101
LA PENA DE MUERTE
CAPÍTULO IV
HOMBRES EN EL CADALSO
«Cuando nuestros juristas hablan de una muerte sin sufrimientos, no saben de
lo que hablan y, sobre todo, ponen de manifiesto una total carencia de fantasía».
ALBERT CAMUS
1. El delincuente
Condenado al miedo a la muerte
«Se le llevó a Dortmund, donde en aquel entonces se efectuaban las ejecuciones.
󰜕Te harán jabón 󰜕le dijo uno de los compañeros de cárcel, cuando llegó. Al
segundo día de estar allí fue informado por un oficial:
󰜕Será ejecutado en la guillotina.
󰜕¿Cuándo? 󰜕preguntó lleno de miedo.
󰜕Cualquier día ... Por la mañana, a eso de las siete...
«A partir de entonces, esperó el día de su de capitación en un per manente
estado febril. Le habían esp osado las manos y solo le quitaban las espos as a las
horas de las comidas. Un funcionario permanecía a su lado, vigilándolo para que no
pudiera causarse la muerte anticipadamente. No se regateaba esfuerzo alguno para
evitar que escapara al verdugo.
«La mayor parte de su tiempo lo pasaba echado en la cama, de espaldas y con
los ojos fijos en el techo. Cuando bajaba la vista era para poner su mirada en la
mirilla de la puerta de hierro, don de las 24 horas del día había un ojo vigilando
desde fuera lo que ocurría en la celda. Cualquier movimiento del candidato a la
muerte estaba bajo control.
󰜕Poco a poco 󰜕recor daría después el prisio nero󰜕 llegué al borde de la
locura. Veía continuamen te esa pupila que me miraba por la mirilla de la puerta. La
luz no se apagaba en toda la noche... Tenían miedo de que pud iera escapar a la
guillotina y no trataban de ocultarlo...
«Cada mañana, a las seis, oía en la lejanía el sonar de la hora en el reloj del
campanar io. A pa rtir de ese momento, el hombre que estaba en la celd a d e l a
muerte contaba los min utos mentalmente. Cuando llegaba al número 3.000 sabía
que eran aproximadamente las siete menos diez.
102
KURT ROSSA
󰜙Sus compañeros de prisión le ha bían advertido:
󰜕Cuando te toque el turno vendrán a buscarte a esa hora. Se colocarán en la
puerta de tu celda con mucho cuidado y sin ruido, para que no te des cuenta de
nada. Abrirán la puerta de golpe, te cogerán y te llevarán al patio. Si a las siete no
han venido a buscarte puedes estar seguro de que tienes un día más de vida.
󰜕A las siete menos cinco 󰜕recuerda el condenado que hoy cumple cadena
perpetua󰜕 cada mañana pensaba lo mismo: me quedan cinco minutos de vida.
Miraba hacia la mirilla de la puerta y veía en ella la pupila fija, obse rvándome.
Durante cinco minutos, cada mañana nos mirábamos fija mente a los ojos. Cada
pequeño ruido en el corredor era para mí como el anuncio de que había llegado mi
último minuto. Era como si quisieran hacerme morir lentamente. El corazón me
latía con tanta fuerz a que podía oírlo; se me hacía un nudo en la gargan ta y el sudor
brotaba por todos los poros de mi cuerpo. Hoy puedo decir que sé lo que es la
agonía, el miedo a l a muerte. Y también, desde entonces, sé lo qu e hice cuando
maté a aquel hombre. Durante mese s viví a diario el auténtico significado de la
muerte. Las 6,55 de la mañana. Cada día pensa ba: hoy es el último, el definitivo...
Girará la llave, entrarán y te llevarán fuera...
»Ese condenado estuvo esperando durante un año, día a día, el momento de su
ejecución . Per dió 21 kilos de peso. Gritó, sollozó , re zó. Le pidió a Dios que lo
mataran pr onto, y a su víctima le suplicó perdón y piedad, en voz tan alta, que se
oyó muy lejos, en el corredor de la cárcel.
«Al final todo se le hizo tan insoportable, que cuando veía a un fun cionario se
ponía de rodillas ante él y le pedía suplicante:
󰜕Por favor, ejecutadme de una vez... Cortad me la cabez a... Ya he suf rido
bastante...
«Estaba al borde la locura. Hasta que un día se abrió la puerta de su celda y
entró un funcionario:
󰜕Por entrada en vigor de la Constitución, es abolida la pena de muerte de
acuerdo con el artículo 102... 󰜕oyó que le leían».
Este relato está tomado del libro Un día como tantos otros, de reciente aparición,
en el cual el pe riodista Helmut P. Mul ler des cribe, de maner a al mismo tiempo
emocionante y altamente informativa, lo que vivió y observó en el transcurso de
una estancia de varios meses (voluntaria y dedicada a la investigación) en presidios
y cárceles de Alemania.
Los detalles citados provienen de una entrevista con un condenado a muerte
por asesinato, que esperó durante un año el día de su ejecución, y son típicos en
muchos aspectos. La vigilancia continua para evitar un posible suicidio; el martirio
de la certeza de la muerte; la culminación del terror, cada mañana, al llegar la hora
de la posible ejecución; la ruina corporal y el total derrumbamiento de las fuerzas
espirituales, todo ello se repite en múltiples informes que nos han hecho sacerdotes
o funcionarios de prision es que estuvieron en contacto directo con condenados a
muerte. La psicología del miedo a la muerte no ha sido escrita todavía. Incluso a los
científicos más fríos les sería demasiado penoso mantener la necesaria pr oximidad
para una observación científica adecuada en un caso de condena a muerte. El psicó-
logo de prisiones A. Ohm, que ha tenido ocasión en «algunos cientos de casos» de
103
LA PENA DE MUERTE
hacer obser vaciones muy exactas , r econoce en su libro La pena de muerte y sus
consecuencias sobre la personalidad: «Al autor le resultó imposible colocar bajo la lupa
de una concreta observación científica a hombres que estaban poseídos por el mie-
do atormentador a morir de un modo terrible. Una cosa así hubiese sido no solo
falta de ética, sino un atentado contra su dignidad. La muerte es un misterio que
nos obliga a guardar silencio. La preparación de un material científico, concreto y
conciso, encuentra en ello una frontera insalvable».
El «empaquetado»(*)
Cuando se informa sobre verdugos que llaman, al que va a ser ejecutado, «el
fardo», se define con ello una situación gráfica: el delincuente no es solo «un paque-
te impotente» (Camus), sino que, con la definición, se expresa al mismo tiempo un
estado físico y mental. En la mayoría de los casos el verdugo tiene que vérselas con
una persona desprovista de toda energía, destrozada, an iquilada, apática... Quien
llega al patíbulo tras días de espera con la evidencia de su muerte, es ya como un
cadáver a l que hay que volver a ejecutar.
«Algunos condenados, antes fuertes físicamente y animados de un gran carác-
ter, mostraron tal cansancio espiritual que me dio la impresión de que sufrían como
un desfallecimiento d el alma», escribió el capellán de prisiones Schultz. Otros in-
forman de síntomas de parálisis, tartamudeos y balbuceos.
«Unos gritan hasta el punto que hay que amordazarlos. De vez en cuando,
alguno requiere el uso de la camilla, o a otros hay que llevar casi a ra stras» (Ohm).
Ese «desfallec imiento del alma» puede ser observado con frecuen cia allí donde
los hombres caminan para enfrentarse con su ejecución. Puede admitirse que este
fenómeno es la explicación de lo que Eugen Kogon denomina «el enigma de la
disposición hacia la muerte». Escribió: «Dejando a un lado excepciones escasas y
poco significativas, los pr esos de los campos de concentración, cuan do eran con-
ducidos al lugar de su ejecució n, y ta nto si lo ha cían aislados, en grupos o en
󰜙masa󰜚 󰜕pone por ejemplo el fusilamiento de 40.000 judíos cerca de Lublin󰜕 y
cualquiera que fuese la forma de ejecución que les aguardaba, jamás intentaron
defenderse».
La naturaleza se muestra misericordiosa. El fisiólog o ruso Pavlov, reconoce
que el cerebro, cuando está sobrecargado por tensiones o emociones demasi ado
fuertes, reacciona con una semiparálisis defensiva que puede producir una profun-
da indiferencia, una especie de cansancio piadoso, que lo abarca todo. Esta manifes-
tación también se da en la guerra y se le llama «agotamiento de combate». A ese
cansancio espiritual corresponde el cor poral. Se presentan molestias cardíacas y del
intestino. «Una presión espiritual, anímica, transfor ma la expresión del rostro... lo
mismo que lo hace una enfermedad grave, y lo convierte en una máscara cadavérica »
(Ohm). Se ha dicho que una joven de 24 años condenada a muer te por robo de
correspondencia, vio como, en el transcurso de 10 horas, una trenza de su pelo se le
encanecía por completo.
(*) El verbo alemán 󰜙packen󰜚, tiene un doble significado, aplicable en este caso. 󰜙Packen󰜚 significa
agarrar (como si la persona fuera un paquete, para llevarla de un lado a otro); también atrapar
y, en otro sentido, empaquetar, hacer la maleta, etc. En este caso 󰜙atrapar󰜚 al conde nado para
llevarlo al lugar de ejecución es convertirlo en 󰜙paquete󰜚, en un objeto, en algo sin vida, en un
ente pasivo. Es en éste sentido que se justifica el empleo del verbo y el análisis de Camus.

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR