El "Factor humano" en la Justicia (Hablando claro sobre el tópico "Justicia y Sociedad") - Núm. 12-2, Junio 2006 - Ius et praxis - Libros y Revistas - VLEX 43394031

El "Factor humano" en la Justicia (Hablando claro sobre el tópico "Justicia y Sociedad")

AutorAndrés de la Oliva Santos
CargoCatedrático de Derecho Procesal en la Universidad Complutense de Madrid, España

    Conferencia de clausura de las XX Jornadas Iberoamericanas de Derecho Procesal. Málaga, 27 de octubre de 2006.


Todos sabemos, por haberlo comprobado personalmente, cómo un Juzgado, igual a otros en estructura, atribuciones y medios materiales, funciona de modo muy satisfactorio, junto a otros Juzgados iguales, de peor funcionamiento. Y lo mismo cabe decir de órganos jurisdiccionales colegiados: Tribunales, Cortes, Salas, Secciones, etc. Por eso, no es de extrañar que constituya un lugar común indiscutible la singularísima relevancia en la Justicia del llamado "factor humano": Jueces y Magistrados, Secretarios, Fiscales, etc. Y otro tópico no discutido es que la Administración de Justicia (o, la Justicia, para abreviar) no se encuentra herméticamente separada de la sociedad a la que sirve.

Estos dos tópicos repetidos a todas horas son, sin embargo, a todas horas contradichos. Porque de continuo se opina sobre la Justicia, se juzga su estado y se propone su reforma prescindiendo de la inmersión de la Justicia en una concreta sociedad.

Del mismo modo, se prescinde del "factor humano" y, sobre todo, no se relaciona con el estado de la sociedad, como si los servidores de la Justicia constituyesen una raza humana especial o habitasen en un medio social propio y herméticamente aislado.

Todo lo que a continuación diré puede sintetizarse en los siguientes puntos: 1º) El estado de la Justicia no debiera examinarse, evaluarse y ser objeto de reforma sin otorgar la máxima relevancia al "factor humano" (magistrados, fiscales, secretarios judiciales, etc.); 2º) Ese "factor" responde en gran medida al estado de la sociedad; 3º) El elemento humano de la Justicia estará a la altura de sus cometidos si no nos conformamos con que sólo refleje el ambiente social, sino que procuramos que lo lidere y lo lidere ejemplarmente.

Sentado lo anterior, miremos a la sociedad en que se encuentra inmersa la Administración de Justicia. Aquí me fijaré en la sociedad española y, por tanto, no todo será predicable de las sociedades de otros países, pero confío en el interés de las similitudes y de las diferencias, que cada uno apreciará.

No son pocos los elementos positivos apreciables en nuestra sociedad. Pero la sociedad también padece enfermedades nada leves, que nos afectan a todos. Vaya por delante que los males que voy a describir no son valiosos descubrimientos personales, del tipo de un asteroide o de un fósil de animal prehistórico. Son fenómenos negativos antiquísimos, como ligados a la endeble y falible condición humana.

La única "novedad" que pretendo aportar es una alerta clara e inequívoca sobre el recrudecimiento y la excepcional extensión y aceptación social, en las últimas décadas, de ciertas enfermedades sociales y sobre su intensa influencia en la Justicia. De ahí que haya escogido este tema, en vez de cualquier otro de entre muchos posibles. Al honor de ser invitado a pronunciar esta conferencia de clausura me ha parecido que debía corresponder con la exposición de lo que en verdad considero más preocupante, en vez de preferir un asunto técnico y quizá menos polémico.

He de precisar que no creo en culpas de la sociedad. Hay males en la sociedad a causa de fallos de muchos individuos (sobre todo, desde luego, de individuos en posiciones dirigentes y de influencia). De modo que traigo a colación esos rasgos negativos porque me parece necesario, no tanto conocerlos, sino, más precisamente, reconocerlos e identificarlos bien, como algo que no estimula sino que dificulta los esfuerzos personales positivos. Nada ganaremos, sino todo lo contrario, negando o disimulando una realidad, a espaldas de la cual es insensato analizar la situación de la Justicia y proyectar cualquier posible mejora.

Entrando de lleno en materia, veamos los dos siguientes fenómenos:

  1. ) una crisis intelectual, que defino como decadencia social del interés por la verdad de las cosas, y

  2. ) una crisis ética: el «boom» del individualismo egoísta o el declinar del altruismo.

    Estas dos crisis se relacionan íntimamente y forman una sola, pero, muy en síntesis, voy a exponerlas por separado, para después confirmar su conexión e interacción.

    Veamos primero lo que he denominado la decadencia social del interés por la verdad de las cosas, que se descompone en varias diferentes manifestaciones, fuertemente entrelazadas, pero cada una de ellas digna de mención:

    Desde las décadas finales del pasado siglo, asistimos a una consciente o inconsciente renuncia a la formación y a la expresión libres del pensamiento, a la adquisición libre de conocimientos y saberes y al abandono de la autenticidad de ese conocimiento como fruto del esfuerzo intelectual, en aras, todo ello, de lo que resulta conveniente o reporta utilidad. Se está llegando, así, al predominio del denominado pensamiento útil o utilitario.

    Son muchos los fenómenos expresivos de la dimisión del esfuerzo de la inteligencia libre, que cede el campo a un trabajo intelectual concebido como mero apoyo de lo que se quiere.

    En síntesis, no se quiere conforme a lo que se conoce y se piensa, sino que se piensa -y se habla, se escribe, se argumenta- conforme a lo que se quiere, a lo que interesa lograr, a lo que en cada momento puede ser útil.

    Es también patente en estos tiempos el ocultamiento de la verdad y las verdades convenidas, con aversión a la transparencia.

    A la vez, se observa indiferencia social hacia la falta de veracidad y práctica ausencia de sanción social a la...

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