La estructura del espíritu romántico - Romanticismo político - Libros y Revistas - VLEX 976304916

La estructura del espíritu romántico

AutorCarl Schmitt
Cargo del AutorProfesor de la Humboldt-Universität zu Berlin (Alemania)
Páginas99-154
Romanticismo político
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II.
LA ESTRUCTURA DEL ESPÍRITU ROMÁNTICO
1. LA RECHERCHE DE LA RÉALITÉ
Se debe prescindir aquí de todas las pequeñas perdias y debilida-
des humanas que se encuentran en las vidas de los románticos políticos. El
desarraigo del romántico, su incapacidad de mantener una posición políti-
ca importante a partir de una decisión libre, su falta de resistencia interna
frente a la impresión momentánea más próxima y más fuerte, tienen sus
razones individuales. Si es preciso tomarlas en consideración para una de-
nición del romanticismo político, no tienen que deducirse psicológica o
sociológicamente, sino ser puestas en relación con la situación espiritual.
Entonces se muestra lo que es un elemento extraño y lo que es esencial al
movimiento romántico. Los románticos se han interesado por todos los te-
mas históricos, políticos, losócos y teológicos posibles y también partici-
paron apasionadamente de las discusiones losócas de su tiempo; por eso
la Doctrina de la ciencia de Fichte y la Filosofía natural de Schelling a menu-
do son incluidas en el romanticismo. Las recíprocas inuencias personales
e intelectuales son conocidas e investigadas a menudo. Los resultados son
siempre nuevas relaciones, nuevas dependencias, nuevas fuentes y nuevas
confusiones; el romanticismo se convirtió en losofía natural, mitología,
irracionalismo, sin que se distinga de manera precisa la especicidad de su
situación espiritual. Su explicación debe comenzar, como la de toda situa-
ción importante de la historia del espíritu moderno, con Descartes.
En el comienzo de la modernidad se encuentran dos grandes trans-
formaciones que pueden asociarse en un interesante contramovimiento.
Con el sistema planetario copernicano, a cuyo signicado transformador
se remitió Kant de buena gana, la Tierra había dejado de ser el centro del
universo. Con la losofía de Descartes comenzó la conmoción del antiguo
pensamiento ontológico; su argumentación cogito, ergo sum remitió a los
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hombres a un hecho subjetivo e interno, a su pensamiento, en lugar de a
una realidad del mundo exterior. El pensamiento cientíco-natural de los
hombres dejó de ser geocéntrico y buscó el centro fuera de la Tierra, el pen-
samiento losóco se volvió egocéntrico y buscó el centro en sí mismo. La
losofía moderna está dominada por una escisión entre pensamiento y ser,
concepto y realidad, espíritu y naturaleza, sujeto y objeto, que la solución
trascendental de Kant tampoco eliminó; esta no restituye la realidad del
mundo exterior al espíritu pensante, porque para ella la objetividad del
pensamiento consiste en que este se mueve en las formas objetivamente
válidas y la esencia de la realidad empírica, la cosa en sí, no puede ser apre-
hendida. Pero la losofía postkantiana se dirige conscientemente hacia esta
esencia del mundo para superar la inexplicabilidad y la irracionalidad del
ser real. Fichte eliminó la escisión por medio de un yo absoluto: este emana
de sí, en forma absolutamente activa, el mundo y se pone a sí mismo y a su
contrario, el no-yo. A diferencia de tal sencillez sistemática, la respuesta de
Schelling fue problemática, péro, a pesar de ello, estaba orientada hacia la
realidad exterior que se buscaba; era la vuelta a la naturaleza, desde luego,
solo que de manera losóca. Schelling se oponía a la “aniquilación de la
naturaleza” de Fichte, pero tampoco podía poner el absoluto en la natura-
leza, porque también partía del criticismo trascendental. De este modo, no
caracterizaba a lo absoluto ni como subjetivo ni como objetivo, sino como el
punto de indiferencia entre ambos; la razón absoluta tiene dos polos, natu-
raleza y espíritu, la realidad losóca no es ni la inteligencia pensante ni el
mundo exterior, sino un tercero absoluto e indiferente, que se llamará “ra-
zón”, lo que ya demuestra una inclinación insegura hacia la subjetividad.
Se puede interpretar el romanticismo como un movimiento dirigido
contra el racionalismo del siglo XVIII. Pero hubo muchos y muy diferentes
movimientos de ese tipo, y sería supercial llamar romántico a todo lo que
no es racionalismo moderno. La oposición losóca al racionalismo que se
encontraba en la losofía de la naturaleza de Schelling fue percibida por el
romanticismo como “sabiduría carente de amor”. A pesar de la enemistad
común contra el racionalismo abstracto, se diferenció el adversario emoti-
vo del losóco, Esto es evidente, pues no es posible un tratamiento pura-
mente emotivo de problemas losócos y todo tratamiento sistemático es
además una realización intelectual. Dado que todo intento de sistematiza-
ción losóca amenaza la inmediatez incondicionada del sentimiento, la
vivencia que se basta innitamente a sí misma vuelve a aparecer amenaza-
da intelectualmente. La Doctrina de la ciencia de Fichte ya implicaba una
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reacción losóca al kantismo. El yo que, absolutamente activo, “pone” al
no-yo, no es un concepto en el sentido del concepto analítico de una lógi-
ca racionalista, al que se asciende por generalizaciones abstractas; es un
concepto individual y concreto, del que emana un mundo concreto. Fichte
había reconocido en la fundamentación de su Doctrina de la ciencia que la
parte sistemática de su teoría era spinozismo, con la única diferencia de que
cada yo individual era la sustancia suprema. De este modo se superaba la
dualidad característica del racionalismo abstracto entre concepto abstracto
y ser concreto, y se ganaba la “unidad viviente”. Pero el racionalismo anti-
guo predomina aún en Fichte. El yo, que establece una relación causal con
el no-yo, ve en el no-yo una “materia modicable”, un objeto que puede
elaborarse y organizarse de acuerdo con la razón. Ciertamente, con la idea
de “organismo”, Schelling construyó a su vez una totalidad que supera la
escisión entre naturaleza y espíritu. Pero recién en la losofía de Hegel se
alcanza la gran realización sistemática: el sujeto absoluto emana de sí mis-
mo y deviene en movimientos contrarios. Ahora bien, Schelling se siente
afín a Spinoza, con el que simpatiza toda la gran “losofía del sentimien-
to” alemana, sobre todo Jacobi. En esto hay una importante coincidencia.
Los sistemas del idealismo postkantiano contienen al mismo tiempo una
losofía de la intuición y un racionalismo panteísta y reaccionan con un
concepto emanantista (según la expresión de Lask), es decir, un concepto
que pone concretamente la individualidad concreta contra un racionalismo
abstracto que solo conoce conceptos en forma analítico-abstracta y que por
eso nunca logra la individualidad concreta. Pero el sistema de Spinoza es
la primera reacción —y, en verdad, análoga a aquella otra postkantiana—
contra la abstracción del racionalismo moderno, representado entonces
por Descartes y Hobbes, y contra una concepción mecánica del mundo. La
escisión característica —que se distingue claramente no solo en Descartes,
sino también en forma especialmente interesante en Hobbes— entre un fe-
nomenalismo que considera al mundo exterior como mera percepción y
un materialismo caracterizado del mismo modo, esto es, que solo reconoce
movimientos corporales, es superada; pensamiento y ser se convierten en
atributos de la misma sustancia innita.
Junto con esta aspiración losóca a alcanzar la realidad inaccesible
para el racionalismo abstracto, que llegó a su cumbre con Spinoza y Hegel,
pueden reconocerse además tres formas de oposición que, aunque comple-
tamente diferentes en sus puntos de partida, métodos y resultados, todas se
dirigen, no obstante, contra el racionalismo inaugurado por Descartes. En

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