Conclusión - Romanticismo político - Libros y Revistas - VLEX 976304934

Conclusión

AutorCarl Schmitt
Cargo del AutorProfesor de la Humboldt-Universität zu Berlin (Alemania)
Páginas209-213
Romanticismo político
209
CONCLUSIÓN
Toda vez que un interés político serio se encuentre con el romanticis-
mo político, este último será utilizado como un medio oportuno de suges-
tión política al servicio del primero o aquél formulará reproches morales
contra la “mendacidad” intrínseca del romanticismo. Toda actividad po-
lítica —sea que ella tenga como contenido solamente la técnica de la con-
quista, armación o ampliación del poder político, sea que se apoye en una
decisión jurídica o moral— contradice el carácter esencialmente estético del
romanticismo. Una persona dotada de energía política o moral percibe rá-
pidamente la confusión de categorías y sabe diferenciar el interés romántico
por una cosa de la cosa misma. Porque el punto concreto a partir del cual se
forma la novela romántica siempre es meramente ocasional, de modo que
todo puede volverse romántico y en un mundo así todas las diferenciacio-
nes políticas o religiosas se disuelven en una interesante ambigüedad. El
rey es una gura romántica, tanto como el conspirador anarquista y el califa
de Bagdad no es menos romántico que el patriarca de Jerusalén. Aquí todo
puede ser confundido con todo.
La impresión de falta de objetividad que el tratamiento romántico
de las cuestiones políticas produce fácilmente en un oponente sincero mo-
tivó que especialmente algunos oponentes a Adam Müller, como Rehberg
y Solger, lo llamaran sosta. La palabra tiene un signicado concreto y
no es simplemente un insulto vacío, pues la unión de subjetivismo y sen-
sualismo que se muestra en la sofística griega suprimía igualmente toda
objetividad y reducía la argumentación sustantiva a una productividad
arbitraria del sujeto. El orador no sentía otra obligación que la de hablar
bellamente y no conocía otra satisfacción que la alegría por la forma lo-
grada y artística de su discurso. Por ejemplo, en las cartas de Libanio,
el maestro de Juliano, este placer completamente amoral y natural de la
actividad oratoria misma se expresa en comparaciones en las que dice de
sí mismo que habla como el pájaro canta y que no desea más que cantar

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