Efectos jurídicos de la capacidad física - - - El derecho del más fuerte - Libros y Revistas - VLEX 976550453

Efectos jurídicos de la capacidad física

AutorGiuseppe Cimbali
Cargo del AutorProfesor de la Universidad de Roma 'La Sapienza' (Italia)
Páginas79-95
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CAPÍTULO IV
Efectos jurídicos de la capacidad física
1. Idea de la capacidad física y varias especies de la misma.—2. El
sexo.—3. La edad.—4. Imperfecciones del organismo.—5. Diversi-
dad entre los organismos perfectos.
1. Por capacidad física entendemos aquel conjunto de prerrogativas
corporales que el individuo humano recibe directamente de las manos de
la naturaleza.
Desde este punto de vista considerado, el género humano ofrece pro-
fundas disparidades. En primer lugar, los individuos se distinguen por el
sexo; en segundo lugar, se distinguen por la edad; en tercer lugar, por la
regularidad e irregularidad de los órganos; en cuarto y último lugar, por el
diverso valor que tienen comparados entre si los diversos organismos aun
en el caso de ser regulares.
2. La distinción fundamental del género humano es la de los dos se-
xos, masculino y femenino. Siendo uno y otro completamente indispensa-
bles para las funciones fundamentales de la procreación y educación de la
especie, como también para todas las relaciones del vivir civil, se sigue de
ello que ante la naturaleza y ante el Derecho ambos son igualmente sagra-
dos y merecen igual consideración y protección.
Por desgracia, este postulado cientíco no ha sido siempre respetado,
en cuanto la historia de la mujer en particular, como la de los pueblos en ge-
neral, es una historia de atropellos y de violencias. En tiempos tenebrosos,
así como los pueblos han sido considerados como rebaños de los príncipes,
así las mujeres han sido consideradas como instrumento vil de los hombres.
Pero dejando aparte el pasado, que no volverá jamás, hagamos constar el
hecho de que el nuevo Derecho, con la abolición del privilegio y con el
Giuseppe Cimbali
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triunfo de los sinceros principios naturales, ha declarado a todos, hombres
y mujeres, iguales ante él y ante la naturaleza.
Admitido esto, no puede dejar de admitirse igualmente que la natu-
raleza, al crear los dos sexos, ha querido hacer dos cosas esencialmente dis-
tintas entre sí, aun cuando conspiren al mismo n. Si esto no hubiese estado
en sus designios, sin duda se hubiera ahorrado la incomodidad de repetir,
bajo forma varia, el mismo objeto: habría hecho o tan solo el hombre o tan
solo la mujer, o habría reunido estos dos seres en uno solo formando un ser
andrógino, es decir, un ser que hubiera sido al mismo tiempo varón y hem-
bra. Ya la fábula recogida por Platón admitió que los seres primitivos eran
andróginos y que después se dividieron, formándose de una parte el sexo
masculino y de otra el femenino, de donde su eterna e invencible tendencia
a buscarse, a encontrarse, a reconstituir la antigua unión, y a asegurar con
los frutos de su contacto amoroso la vida del género humano.
Esta diversidad de los dos sexos es material y espiritual. Entre la es-
tructura de los dos cuerpos, masculino y femenino, media un abismo real y
verdadero: basta para demostrarlo la diferencia de los órganos de la gene-
ración. Además, toda vez que en una forma diferente no puede encontrarse
sino un contenido diferente, semejante abismo se encuentra también entre
la máquina espiritual del hombre y la de la mujer.
Desde el punto de vista material, no se ha llamado al acaso sexo fuer-
te al masculino y sexo débil al femenino. En esta distinción, nada hay inju-
rioso para la feminidad: se hace constar simplemente un hecho. La mujer,
destinada por naturaleza a llevar a cabo en su seno el milagro tan delicado
como importante de la fecundación, no puede menos de ser cosa na y deli-
cada frente al hombre: por esto es tan impresionable, tan poco apta para las
fatigas pesadas, tan necesitada de cuidados y de consideraciones. La mujer,
además, precisamente porque es como la depositaría de la lámpara eterna
de la vida, está consumida por esta misma llama que ilumina y hace mover
el universo: he aquí porqué se desarrolla pronto, se agota pronto y envejece
pronto. Su belleza seductora es intensa, pero de corta duración, como el
encanto del crepúsculo: se pone apenas se ha manifestado y ha logrado el
n para el cual se ha manifestado, es decir, el encuentro del macho que ha
de fecundarla y generar, juntamente con ella, seres humanos. En esto tie-
ne su fundamento el disgusto que las mujeres acaban por despertar en los
mismos que las han amado hasta con pasión loca, y que después no saben
resignarse a considerarlas como esposas y como madres, es decir, como

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