Conclusiones - Parte tercera. La cristalización babuvista - Los orígenes de la democracia totalitaria - Libros y Revistas - VLEX 976418233

Conclusiones

AutorJacob L. Talmon
Cargo del AutorProfesor en la Universidad Hebrea de Jerusalén
Páginas293-298
293
CONCLUSIONES
La democracia totalitaria, lejos de ser un fenómeno reciente y extraño a la
tradición occidental, tiene sus raíces en el tronco común de las ideas del siglo xviii.
Habrotadocomoramanacida,identicable,delcursodelaRevoluciónfrancesay
desde entonces, ha tenido vida. Sus orígenes se remontan más allá de los ideales
y modelos del siglo XIX, tales como el marxismo, pues el mismo marxismo fue
solamente una más, aunque haya que admitir que la más vivaz de entre las varias
versiones del ideal democrático totalitario que se han sucedido, una tras otra, en el
transcurso de los últimos ciento cincuenta años.
Fue la idea dieciochesca del orden natural (o de la voluntad general) como
algoalcanzable, ciertamentecomo ninevitable ytotalmentesatisfactorio, laque
engendró la actitud mental desconocida hasta entonces en la esfera de la política,
que se caracteriza por la creencia en un avance continuo hacia un dénouement del
drama de la historia, acompañada de una aguda conciencia de la incurable crisis
estructural de la sociedad existente.
Este estado mental encontró su expresión en la tradición democrática tota-
litaria. La dictadura jacobina, enderezada a la inauguración del reino de la virtud
y el esquema o trazado de una sociedad comunista igualitaria, por los babuvistas
(este último conscientemente arrancando de donde el primero se había detenido, y
ambos pretendiendo realizar no más que lo que postulaba el siglo) fueron las dos
primerasversionesdelmodernomesianismopolítico. Unoyotrotransrieronala
humanidad un mito y algunas lecciones prácticas, pero ambos fundaron una tradi-
ción viva que no se ha interrumpido.
Muy pronto la democracia totalitaria evolucionó hacia un modelo de coerción
y centralización. No porque rechazara los valores del siglo XVIII del individualismo
liberal, sino porque, desde un principio, mantenía frente a ellas una actitud dema-
siado perfeccionista. Se hizo del hombre un punto absoluto de referencia. Tenía
el hombre que ser liberado, pero no solo de sus limitaciones históricas. Todas las
tradiciones existentes, las instituciones establecidas y las ordenaciones sociales, te-
nían que ser derrocadas y rehechas, con el único propósito de asegurar al hombre
la totalidad de sus derechos y libertades. Era preciso liberarle de toda dependencia.
Se tenía en cuenta al hombre per se, despojado de todos aquellos atributos que no

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