Capítulo III: La ilusión de la democracia directa - Primera parte. Los callejones sin salida de la democracia jurídica - Juez y democracia. Una reflexión muy actual - Libros y Revistas - VLEX 1025764293

Capítulo III: La ilusión de la democracia directa

AutorAntoine Garapon
Páginas67-87
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CAPÍTULO III
LA ILUSIÓN DE LA DEMOCRACIA DIRECTA
Esos pequeños jueces que han agitado el establishment político estos últi-
mos años no hubiesen podido ejercer nunca tal poder si no hubiesen ocupado
su lugar los medios de comunicación. Esos jueces, que deben su celebridad
menos a sí mismos que a la talla de las personalidades que han sometido a
examen, sienten la tentación de aprovechar ese poder. Se ha visto cómo algu-
nos de ellos —una minoría, es cierto— utilizaban los casos como trampolín
político. Esta alquimia dudosa entre justicia y medios es muestra de una al-
teración profunda de la democracia. Los medios —sobre todo la televisión—
laminan el fundamento mismo de la institución judicial socavando el ordena-
miento ritual del proceso, su escenografía procedimental. Pretenden ofrecer
una representación más el de la realidad que las cciones procedimentales.
Se trata, entonces de una concurrencia para la escenografía de la democracia. Los
medios despiertan la ilusión de la democracia directa, es decir el sueño de un
acceso a la verdad libre de toda mediación procedimental. Este sueño es tan
antiguo como la democracia, al menos desde que salió de las fronteras de la
pequeña ciudad de Atenas. Democracia directa y justicia redentora se apoyan
mutuamente; tienen algo de simétrico. La primera rodea la norma para buscar
directamente la caución de la opinión pública. La segunda se emancipa de la
norma en nombre de una verdad trascendente. La primera convoca a todo el
mundo; la segunda, a la inversa, evacúa todo control; la primera sustituye el
derecho por el sentido común, la razón por la emoción; la segunda invoca el
Estado de derecho contra el derecho liso y llano.
Que la opinión pública reaccione ante ciertas causas judiciales no es
nada nuevo. ¿Quién no recuerda causas como la de Steinheil, Caillaux, Stavis-
ky, por no mencionar la Causa, la de Dreyfus? ¿No escribía ya Voltaire unos
panetos sobre los casos de Calas, Sirven y otros? ¿No es debido a algunas
causas importantes que la prensa francesa alcanzó una gran expansión a -
nales del siglo XIX? Hace más de cien años Alejandro Dumas hijo se quejaba
«de las investigaciones de las que los magistrados se han hecho cargo hasta el
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presente, realizadas tan rápidamente, tan deliberada e imprudentemente por
los primeros reporteros llegados para gran satisfacción del público... Antes de
la apertura de los debates, la causa se discute, se juzga en numerosos perió-
dicos que tienen la pretensión de representar a la opinión y de imponérsela a
los jueces ociales. La prensa divulga por adelantado el acta de acusación, y
comenta y ordena la obra que se representará mañana. Las agencias teatrales
no venden aún entradas, pero eso no tardará en llegar».60 ¿Qué novedad hay
en la relación entre medios y justicia? La llegada de la imagen parece haberles
dado un giro inédito. La imagen le conere a la realidad un sentido más agu-
do y da del hecho una percepción más inmediata. Se asiste pasivamente, al
hilo de las causas, a nuevas audacias sin saber cómo reaccionar.
La amenaza que los medios hacen planear sobre el basamento simbólico
de la justicia quizá resulte más peligrosa que los atentados perpetrados contra
ciertas libertades públicas. El símbolo, de hecho, distancia. Pero los medios
acaban con las tres distancias esenciales que fundamentan la justicia: la deli-
mitación de un espacio protegido, el tiempo diferido del proceso y la calidad
ocial de los actores de este drama social. Desubican el espacio judicial, para-
lizan el tiempo y descalican a la autoridad.
los Procesos instruidos Por los medios
La justicia se ha trasladado con frecuencia fuera de los pretorios debido
a algunas circunstancias excepcionales. Con ocasión de los procesos políticos,
por ejemplo, en que buscó el espacio necesario en los teatros, como durante la
Revolución francesa con ocasión del proceso de Luis XIV o, más recientemen-
te, el de Demanjuk en Israel, por el nombre del ucraniano de nacionalidad
norteamericana, sospechoso de ser el Iván el Terrible del campo de extermi-
nio de Sobibor, y nalmente absuelto por el Tribunal Supremo. Los grandes
procesos estalinianos se desarrollaron en la Casa de los sindicatos de Moscú.
Pero en la actualidad asistimos a la desubicación de ciertos procesos en los
medios: no solo los procesos no se hacen ya en los pretorios sino que ya no
tienen un lugar propio, como es el caso de ciertos mercados nancieros, como
el conocido off shore, que no tienen bolsa propiamente dicha. Cada órgano de
prensa, más que informar sobre el trabajo de la justicia, adopta el punto de
vista de unas de las partes, dispuesto a cambiar el curso del proceso, les revela
elementos probatorios a sus lectores incluso antes de que la justicia tenga co-
60 Alejandro Dumas hijo, prefacio de Le Palais de justice de París, son monde, ses
moeurs par la presse judiciaire Parísienne, Librairies-imprimeries réunies, París,
1892, p. XI.

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