Capítulo II: La estadística criminal
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CAPÍTULO II
La estadística criminal de
los últimos cincuenta años
De ordinario, los volúmenes anuales de estadística enviados a los tribu-
nalesporel MinisteriodeJusticia sesepultanen losrinconesde lasocinas.
No debe de haber ocurrido lo mismo, así lo esperamos, con aquellos relativos
al año 1880, que van precedidos de un informe sobre la estadística comparada
delmediosigloúltimo,concuadros,cartasycurvasgrácas.Esteincompara-
ble documento, elogiado ya unánimemente por los criminalistas y moralistas
del mundo entero, y debido a nuestro estadístico eminente Ivernés, ha res-
pondido plenamente a la esperanza que despertaran hace cuarenta años los
primeros volúmenes de los Comptes rendus de la justicia criminal y civil. Cour-
not, el crítico penetrante, escribía en tan lejana fecha que se dispondría con el
tiempo de una porción de documentos preciosos para el perfeccionamiento
de la legislación y el estudio de la sociedad, en las relaciones civiles y morales
(Memoires sur les applications du calcul des chances a la stadistique judiciaire). No
se engañaba. Sin la estadística anual, principalmente, ¿no es verdad que el
foco de infección criminal de nuestra sociedad, la clase de los reincidentes no
hubiera sido más que sospechada, y en modo alguno señalada con el dedo
y ofrecida a la preocupación de los gobiernos? Pero no es este solo el único
servicio, ni, sobre todo, la única enseñanza, como se verá, de que somos deu-
dores a esta fotografía numérica de nuestro estado social.
El optimismo pasa, en general, como una virtud ocial; pero parece
ser que es virtud de que en absoluto carece el autor de la Memoria de que se
trata. Nos enseña con tono alarmante verdades tristes. Y es tanto más digno
de aplauso, cuanto que sus revelaciones andan muy cerca de servir de argu-
mento hasta para las declaraciones políticas. La acción de los sucesos políticos
sobre la criminalidad, en efecto, no es dudosa: mirad la curva de los procesos
correccionales desde 1855, especie de montaña en vías de formación que se
Gabriel Tarde
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eleva bruscamente, en ciertas fechas, y decid si, ante esa silueta, no es excusa-
ble que se formulen algunas censuras maliciosas55. Pero sería esto perder de
vista las causas más profundas y los agentes más ocultos que obran sobre los
hechosylosactoresmás superciales.¿Diremos,porejemplo,que porqueel
número de los adulterios perseguidos haya aumentado nueve veces de 1826
a 1880, y porque el de adulterios denunciados haya aumentado más rápida-
mente todavía, todos los maridos franceses tuvieran interés en ser legitimis-
tas? El asunto, por desgracia, no implica semejantes bromas.
I
Ungrancontrastesepresentaenprimertérminoantenuestravista.En
el lapso de tiempo considerado, los crímenes, propiamente dichos, han dismi-
nuidocercadelamitad, ylos simplesdelitos (abstracciónhecha delas con-
travenciones),hantriplicadoyalgomás.¿Cómoexplicaresto?¿Sediráquees
unefectodelainstruccióncrecienteydeladulcicacióndelascostumbres,o
simplemente un signo de nuestra nivelación social, que entre otras cosas, al
igualarlo todo, atenúa la distancia entre los malvados y los hombres honra-
dos? Ocurriría, pues, con la criminalidad en su conjunto, lo que con los Alpes
o los Pirineos, cuyas cumbres parece que van rebajándose con el curso de las
edades, a medida que por sus descomposiciones sucesivas el suelo se levanta
a sus pies, de suerte que esos montes ganan en extensión lo que pierden en
altura; o quizá debemos decir con un ingenioso autor, que la criminalidad
se parece en eso a la animalidad, cuyos grados inferiores se señalan por una
fuerza de reproducción superior. La desgracia es, para semejantes explicacio-
nes y cualesquiera otra posible, que el contraste indicado es solo aparente. En
primer lugar, como Ivernés mismo reconoce, la disminución del número de
criminales se explica, en gran parte, por la laudable costumbre, cada día más
generalizada en los tribunales, de correccionalizar los crímenes poco graves56,
55 Es necesario, sin emba rgo, prevenir que la vista de las curvas, si no se la com-
pleta y corrige con la lectu ra de la Memoria y de los cuadros, es muy dada a
equivocaciones.
56 Para entender bien todo este capítulo y aun part e de los siguientes, es preciso
tener en cuenta que Tarde emplea los términos c rimen y de lito con el valor y
signicadoquet ienenenla legislaciónfran cesa,enlac ualsedi stinguenlos
crímenes y los delitos en razón del asp enas, yas ean aictivas (crímenes),
yacorrecc ionales(delitos),con locua ldicho see stáque seat iendea lama-
yor gravedad del acto criminoso. Con esto se compre nderá también lo que se
La criminaLidad comparada
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prescindiendo de ciertas circunstancias, tales como la fractura o el escalo, que
acompañan a robos de escasa importancia. La ley de 13 de mayo de 1863 ha
consagrado esta práctica en muchos asuntos. Transformados de esta suerte en
negocios correccionales, los hechos criminales se castigan seguramente con
penasmenores,y,porotraparte,sielprocesadopreereeljuradoaltribunal,
le es siempre fácil declinar la competencia de este, que no puede menos de
acordarlo así. La prueba de que la correccionalización, legal o ilegal, ha contri-
buido realmente a la depresión de la curva de los crímenes, está en que esta
curva baja hacia 1855, es decir, hacia la época en que la moda en cuestión
comienza a propagarse.
En el detalle de las diferentes clases de crímenes, la prueba es más sor-
prendente aún. La diminución de las acusaciones se observa en los robos ca-
licadosyenlasviolacionesyatentadoscontrael pudorenlosadultos.Pero
precisamente sobre estos hechos es sobre los que más se ha ejercido la correc-
cionalización. Así, desde el momento en que empiezan a aligerarse las colum-
nas de los crímenes, empiezan a poblarse las de los delitos; y mientras que los
atentados al pudor en los adultos disminuyen en una mitad a partir de 1855,
después de haber aumentado hasta entonces, los ultrajes públicos al pudor ex-
perimentan, de 1855 a 1860, un aumento súbito, sorprendente, aun teniendo
encuentasuaumentocontinuo(asaber,de302a2.572ennuestroperiodode
mediosiglo).Lamismaobservaciónrespectoalosrobos.Loshurtosdomésti-
coshandisminuidoendostercios(enlacolumnadeloscrímenes)desde1826,
aun cuando el número de tales gentes haya aumentado considerablemente.
¿Quieredecir que loslacayos y criadosse hayan vueltomás eles?Nohay
quehacersetalilusión;bastamirar lacolumnadelosrobossimples (hurtos),
la cual ha crecido el doble. Para los falsarios, lo mismo; se multiplican, en mi
opinión, todos los días; pero se les llama estafas, clase de delito que es el que
más aumentado. Sin embargo, no todos los crímenes se prestan a ser correc-
cionalizados;esimposibleodifícildeextenderelbeneciodeestaindulgencia
alos atentados alpudor en los niños(casi siempre cometidos porgente de
ciertaedad),alosasesinatos,alosincendiosvoluntariosoalasbancarrotaso
quiebras fraudulentas, y, a decir verdad, a los crímenes dignos de este nom-
bre,calicadostalesenellenguajecomún.Ahorabien;¿quévemosaquí?Esos
crímenes aumentan constantemente; aumentosignicativo,ypordesgraciaaho-
gado en el cálculo de la diminución del conjunto. Véanse, si no, algunas cifras:
quiere decir cuando se habla de correccionalizar los crímenes. Es la tendencia
a conceptuar como actos pen ables con penas correccionales los mismos que
antessepenabanconp enasaictivas.—(A.P.)
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