Capítulo II: La cuestión obrera - Parte especial - La cuestión social. Principios fundamentales para su estudio y solución - Libros y Revistas - VLEX 976413627

Capítulo II: La cuestión obrera

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La Cuestión soCiaL
PrinCiPios fundamentaLes Para su estudio y soLuCión
caPítulo ii
la cuestión oBrera1
139. Si bien debe rechazarse como inexacta la idea de que la cues-
tión social se identica con la cuestión obrera, sin embargo, no pue-
de negarse que entre las diferentes cuestiones parciales que integran
la cuestión social, la cuestión obrera reclama un interés particular; y
esto por tres razones principales. 1) Porque la cuestión obrera, trata
de remediar la condición de los que son ya proletarios, mientras que
la cuestión agraria, la industrial y la comercial tratan, por lo menos en
gran parte, de evitar que los que pertenecen a esas clases sociales lle-
guen, víctimas de la tiranía del gran capital, a caer en el proletariado.
2) Los obreros constituyen además la gran mayoría de las víctimas
que sufren en la actual crisis social. Ellos fueron los que originaron
la cuestión social e hicieron pensar en reformas de ecacia social. 3)
Finalmente los obreros han sido el campo principal de la propaganda
y de la acción socialista y los obreros son, en nuestros días, la amenaza
mayor para el Estado, la sociedad y la religión.
140. Entendemos ahora la cuestión obrera en el sentido más estricto
o propio de la palabra2. Tomada en sentido más lato, se reere a todas
las personas que trabajan a salario y cuya actividad es más bien ma-
terial o mecánica, como son todos los que trabajan en la labranza, en
los montes, en la industria manual y en la doméstica, y en el comercio
y en el tráco, como criados, o prestando su servicio personal de otra
1 Encíclica de león XIII Rerum novarum, 15 Mayo 1891; Barón de ketteler, Die Arbeiterfrage
und das Christenthum, Maguncia, 1886; hitze, Artículo Arbeiterfrage en el Staatslexikon der
Görres-Gesellchaft, 2.a edición, tomo I, pág. 253-375; hitze, Die Arbeiterfrage., 1901; hitze,
Kapital und Arbeit, conferencia 2, 4, 5, 15; meffert, Arbeiterfrage und Socialismus, 1901, go-
dtS; Scopuli vitandi in quaestione de conditione opicum, edición 3.a, 1896; lehmkuhl, en «Die
sociale Frage beleuchtet dureh die Stimmen aus M. Laach», cuaderno 2, 4, 6, 7; Antoine, Cours
d’économie sociale, 1896; retzbAch, Die Sociale Frage, 1905; Schindl er, Die Sociale Frage der
Gegenavart, pág. 148 y sigs.; herkner, Die Arbeiterfrage., 3.a edición, 1902; Schönberg, Han-
dbuch der polit. Oekonomie, 3.a edición, tomo II, pág. 634-778; véase también la literatura en
el Staatslexikon, libro citado, pág. 281 y siguientes.
2 hitze, Staatslexikon der G-G., obra citada, pág. 254.
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Joseph Biederlack
manera, etc., etc. Pero en sentido estricto, se entiende por obreros, a
todos aquellos que, no teniendo otros medios de subsistencia, o te-
niéndolos en muy corto número, deben ganarse con el trabajo de sus
manos, el sustento para sí y para sus familias y, con esto se encuentran
en relaciones de servicio fácilmente rescindibles. A esta clase pertene-
cen ante todo los obreros de las grandes industrias, esto es, los que se
sostienen del trabajo de sus manos, en los grandes establecimientos
industriales, como son las fábricas, las fundiciones de hierro, acero
y vidrio, las minas y las grandes empresas de transporte. Pertenecen
también a la clase obrera, los que trabajan en la industria doméstica
o en su propia casa. Se diferencian de los obreros empleados en las
grandes industrias, en que en sus propias casas trabajan en la confec-
ción de ciertos productos, pero no por encargo de sus clientes, sino
para los comerciantes o almacenistas al por mayor, de los cuales reci-
ben muchas veces las primeras materias y aun los instrumentos mis-
mos del trabajo, sobre todo si son máquinas de algún valor3. Por n,
pertenecen también a esta clase, los obreros sueltos que trabajan en el
campo, es decir, los que, sin pertenecer a la servidumbre doméstica,
emplean a jornal y al servicio de un propietario la fuerza de sus brazos
en el trabajo de los campos, ya sea que el jornal constituya toda la ga-
nancia o solo parte de ella4. Al proletariado de las grandes industrias
y sociedades de transporte, se dirigieron sobre todo Marx y Engels, el
año 1848, en el maniesto comunista, con aquellas célebres palabras:
«¡Proletarios de todos los países a unirse!»
§ i. causas de la actual cuesti ón obrera
141. La situación de los obreros ha empeorado desde diversos pun-
tos de vista. 1) Ante todo, desde el punto de vista económico. a) A
pesar de las mejoras que se han introducido en estos últimos dece-
nios, la condición de los obreros es poco satisfactoria aun cuando tie-
nen trabajo; pues muchas veces no reciben por él, el salario sucien-
te para sus necesidades personales y las de su familia; muchas veces
sus habitaciones son indignas, y las condiciones especiales del trabajo
demasiado onerosas5. A consecuencia del aumento de la población
3 hitze, Staatslexikon der G-G., obra citada, pág. 254.
4 Sobre los obreros agrícolas, sus clases y situación social, véase Antoni, en Staatslexikon der
Görres-Gesellschaft, tomo III, pág. 914-943, 1.ª edición.
5 Sobre el salario de los obreros que viven de la industria doméstica, escribe así koch, libro
citado, pág. 35: «En las condiciones que hoy determinan el salario del trabajo doméstico,
se observa la tendencia al descenso continuo, más bajo del punto (en torno del cual, según
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del propio país, de la auencia de obreros de otros países, de la poca
necesidad del trabajo humano en muchas industrias, sucede al menos
en ciertas épocas, que sobran obreros, y por lo mismo se ven preci-
sados a aceptar el trabajo en condiciones desventajosas. Añádese a
esto, b) que su subsistencia es muy poco segura. Las enfermedades,
los infortunios, la edad, las crisis industriales obligan a despedir a los
obreros y son causa de la falta de trabajo, de manera que no solo unos
pocos sino masas enteras de hombres, tienen que mirar el porvenir
con ánimo intranquilo y humanamente insoportable, temiendo, para
el día de mañana, verse privados de todos los medios de subsistencia,
y quedar solo a merced de la caridad ajena. Y aunque es verdad que
algo se ha hecho en este punto, por medio de los seguros para obreros,
queda, sin embargo, todavía mucho que trabajar, para hacer sopor-
table la condición de la clase obrera. c) A consecuencia del progreso
de la técnica maquinaria, y del principio de la división del trabajo,
se ha transformado de tal manera la ocupación de los obreros, que
no pueden tener ya gusto en su propia ocupación. Este atractivo era
precisamente lo que daba a la industria artesana una gran preferencia,
cuando uno o varios, estrechamente unidos, producían totalmente ob-
jetos que eran el orgullo de sus productores. Mas ahora ¿qué interés
ha de tener el obrero industrial, que ocupado en el tejido solo anuda
los hilos rotos, o se emplea en una de las muchas operaciones monó-
tonas que constituyen la fabricación de las agujas? ¿Qué le importará
el aspecto o la calidad del artículo elaborado?6. Esta situación odiosa,
precaria e insegura, tiene que engendrar descontento en la clase obre-
ra y tanto más, cuanto más se compare con la riqueza, el lujo y los
placeres de que disfrutan los ricos. Agregase a esto que los obreros se
enteran, al menos aproximadamente, de como aumenta la riqueza de
los patronos, los cuales cometen muchas veces la falta de separarse en
absoluto de los obreros, formando así una como casta aparte. Así se
explica el odio de los obreros contra los ricos, la envidia y la lucha de
clases, y que los obreros sean el terreno más abonado para las ideas
revolucionarias.
142. 2) Ni es menos desfavorable su situación social. Aquellas re-
laciones antiguas, familiares y patriarcales, tan simpáticas al corazón
humano, entre obreros y patronos, han cesado por completo. Hoy el
obrero se ve tratado por el patrono como un instrumento de riqueza.
No se atiende a su dignidad humana, ni a que es imagen de Dios,
Lassalle, oscila el salario como un péndulo), y aún muchas veces más bajo de lo que exige
el sustento necesario para la vida».
6 Véase el bArón von hertling, Naturrecht und Socialpolitik, (Kleine Schriften) pág. 376 y
siguientes.

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