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Capítulo 3: Intencionalidad y explicación teleológica

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EXPLICACIÓNY COMPRENSIÓN
CAPÍTULO 3
INTENCIONALIDAD Y EXPLICACIÓN TELEOLÓGICA
1. Vienen contraponiéndose tradicionalmente causalidad y teleología,
explicación causal y explicación teleológica. La s explicaciones causales apun-
tan por lo regular ha cia el pasado. «Esto tuvo lugar porque había ocurrido
aquello», es su forma lingüística típica. Se asume, pues, la existencia de una
conexión nómica entre el factor-causa y el factor-efecto. En el caso más simple
esta conexión consiste en una relación de condición suficiente. La validez de
la explicación depende de la vigencia del supuesto vínculo nómico entre cau-
sa y efecto.
Las explicaciones teleológicas apuntan al futuro. «Esto tuvo lugar con el
fin de que ocurriera aquello». También aquí se da por supuesta una vincula-
ción nómica. En el caso típico la vin culación supuesta es una relación d e
condición necesaria. Pero la forma en que esta suposición subyac e a la expli-
cación es más compleja, oblicua por así decir, que en el caso de las explicacio-
nes causales. La validez de lo que propongo lla mar explicación teleológica
«genuina» no depende de la validez de la presunta relación nómica envuelta
en ella. Si digo, por ejemplo, que una persona echó a correr para no perder el
tren doy a entender que esa persona juzgaba necesario (a la vista de las cir-
cunstancias), y aun puede que suficiente, echar a correr si había de llegar a la
estación antes de la salida del tren. Puede tra tarse, sin embargo, de una apre-
ciación errónea —tal vez esa persona habría perdido el tren por mucho que
hubiera corrido—. Pero mi explicación de sus prisas puede aun así resulta r
correcta.
Las formas esquemáticas de enunciados explicativos que he mencionado
antes cubren multitud de casos diferentes. No hay en modo alguno una co-
rrespondencia biunívoca entre las d os formas lingüísticas y los dos grandes
tipos de explicac ión. Explicaciones no teleológicas vienen presentadas con
frecuencia en términos teleológicos. Si, por ejemplo, explico la aceleración del
ritmo respiratorio de un hombre que está desarrollando una intensa actividad
muscular, como correr o escalar un cerro, dicie ndo que tal aceleración tiene
por objeto mantener el equilibrio de la composición química de la sangre, esta
explicación no per tenece al tipo aquí llamado «teleológico». Cabe su traduc-
ción a un enunciado complejo referido a una relación condicional. Si ulterio-
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GEORG H. VON WRIGHT
res investigaciones fisiológicas o bioquímicas pusieran de manifiesto que el
enunciado no es verdadero, habría de desecharse la explicación por falsa o
cuando menos habría de sufrir alguna modificación.
Ya hemos denominado (c. II, sec. 6) cuasi-teleológicas a explicaciones sus-
ceptibles de formulación en términos teleológicos pero cuya validez depende
con todo de la efectividad de conexiones nómicas. Las explicaciones de este
género suelen responder a preguntas sobre cómo es o llega a ser posible algo
(para la sangre, e.g.. el mantener una relativa estabilidad en su composición
química a pesar de la pérdida de oxígeno ocasionada por un duro ejercicio
muscular), con mayor frecuencia que a preguntas relativas a po r qué algo ha
ocurrido necesariamente. Las explicaciones funcionales en biología y en histo-
ria natural son típicamente cuasi-teleológicas según hemos definido este tér-
mino.
Tampoco es en modo alguno cierto que todas las explicaciones de la
forma esquemática «Esto ha ocurrido porque——» sean genuinamente causales.
«Gritó porque sintió dolor» o «Hubo un levantamiento popular porque el go-
bierno estaba corrompido y era dictatorial» son proposiciones explicativas.
Sus explanantia refieren algo ocurrido previamente a los explananda, no algo
promovido por estos. Aun así, el segundo enunciado tiene un aire teleológico.
El objetivo del levantamiento era obviamente librarse de una calamidad que la
gente venía padeciendo. Creo que el primer enunciado, en cambio, no admitirá
sin distorsión una construcción teleológica . Pero sostendría que ninguno de
ellos depende, a efectos de validación, de la vigencia de una conexión nómica.
En razón de ello los llamaré cuasi-causales. Al parecer, tales explicaciones tie-
nen lugar predominantemente en las ciencias de la conducta y en las ciencias
sociales —resultan de hecho características de ellas—. Nos permiten com-
prender lo que algo sea (dolor, por ejemplo, y no miedo) o cuál es la razón (el
estado de opresión, por ejemplo) de que ocurra.
Una d ifere ncia co nceptu al ent re expl icacio nes cau sales y cuasi-
teleológicas, por una parte, y explicaciones cuasi-causales y teleológicas, por
la otra, reside entonces en que la validez de las explicaciones del primer grupo
depende de la efectividad de conexiones nómicas, cosa que ocurre con las
explicaciones del segundo gr upo —al menos en su formulación explícita 1.
Cabrían reparos a la denominación de «teleológicas» de las explica cio-
nes cuasi-teleológicas; y, de modo parecido, a la calificación de «causales» de
las explicaciones cuasi-causales. Claro que tampoco es imposible otro enfoque
1Esta diferencia entre tipos de explicación no pasaría de ser superficial si las explicaciones
teleológicas y cuasi-causales resultaran transformables en expli caciones (g enuinamente)
causales. Aun entonces sería cierto que la explicac ión, e. g. de la carrera del hombre que
desea tomar el tren, no hace depende r su corrección de la verdad de una supuesta co-
nexión nómi ca entre c orrer y ll egar a la estación a la hora precisa. Pero esa corrección sí
depende ría de la verda d de una conexi ón n ómina entre su «deseo de t omar el t ren»
(interpretado quizá s como un estado global de su cuerpo y cerebro) y su carrera.
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EXPLICACIÓNY COMPRENSIÓN
de la cuestión y protestar del «cuasi» endosado a las explicaciones cuasi-
teleológicas y cuasi-causales.
Quienes se opongan a llamar «cuasi» a las explicaciones cuasi-teleológicas
pretenderán probablemente defender el punto de vista de que estas explicacio-
nes son explicaciones genuinamente teleológicas a las que cabe reducir todas
las restantes formas de teleología (a medida que vaya progresando la ciencia)2.
Quienes no consientan en llamar «cuasi» a las explicaciones cuasi-ca usales
procur arán probable mente impugnar el en foque experimen talista de la
causalidad, presentado en el último capítulo, por excesivamente restrictivo.
Yo, personalmente, sostendría frente a los primeros que se hallan en un error3;
frente a los últimos mantendría mi preferencia por una terminología restricti-
va en virtud de su mayor utilida d para conservar nítidas las distinciones que
una terminología más comprensiva tiende a neutralizar4.
Recientemente han sido muchos los autores que se han servido del término
teleonomía para referirse a los ajustes naturales resultantes de la selección natural5.
Tal vez sea factible dar al término un sentido más amplio referido a toda moda-
lidad teleológica que dependa de conexiones nómicas. «Teleonomía» vendría a
ser entonces otra denominación de lo que aquí he llamado «cuasi-teleología»6.
2. El explanandum de una explicación teleológica es, típicamente, un ítem
de conducta —o es el producto o el resultado de una conducta—. «Conducta»
2Esta actitud corr espondería, creo, al punto de vista adoptado por Braith waite 1953, pp.
322-34 1; He mpel 1959, sec. 7; Nagel 1961, pp. 401-428. En término s de Nagel: «To do
enunciado en torno al obj eto de una explicación teleológica es reproducibl e en principio en
un lenguaje n o teleológico, de manera que tales explicaciones, junto con todas las asercio-
nes sobre sus contextos de uso, son traducibles a formulaciones no teleológicas lógi camen-
te eq uivalentes» (p. 421). Esto concuerda con el punto de vista del «ciberneticismo radi-
cal» en el sentido, por ejemplo, de Klaus 1961, pp. 290-325.
3No quiero minimizar la importancia de las perspectivas abiertas por la cibernéti ca para un
análisis de la teleología en términos causale s. Este análisis nos ha ayudado, en primera
instancia, a diferenciar con mayor claridad tipos de teleología. Mi alegación no consiste en
negar que la explicación de la conducta orientada a un fin y del proceder propositivo no
pueda en ocasiones (a menudo) conformarse al modelo de cobertura legal. Mi alegación
consiste únicamente en a segurar que este género de reducción no es aplicabl e a todas las
formas de teleología. Nada tendría en contra de quienes prefirieran d esignar las formas
irreducible s median te alguna otra denominac ión, e.g. intencional idad, y reservar la de
teleología para la s formas reducibles.
4Sería inconveni ente y pedan tesco o poner r eparos a l emp leo del térmi no «ca usa» p ara
referirse a otras cosas que no sean instanciaciones de conexiones nómicas. Pero me parece
sensato oponerlos a la aplicación de la expresión técnica «explicación causal» a explicacio-
nes que no se adecúen a un patrón subsuntivo.
5Véanse Mayr 1965 y Ayala 1 970.
6El de «causación terminal» podría ser un nombre alternativ o para las expli caciones que
descansan en vinculaciones nómicas entr e el explanandum y algunos explanando posterio-
res. La expr esión fue acuña da por el filósof o fi nlandé s Ka ila (1956 ). C ontrapu so la
causación terminal a la inicial. Kai la opinaba que la causación terminal tenía gran impor-
tancia no solo en las ciencias de la vida y de la conducta, sino también en física —y que se
había exagerado sobremanera el cometido de las ex plicaciones causales en términos de
factores condicionantes antecedentes.

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