X. La desigualdad de los hombres y los derechos de la comunidad - Primera sección. Fundamentos - La justicia. Doctrina de las leyes fundamentales del orden social - Libros y Revistas - VLEX 1023364326

X. La desigualdad de los hombres y los derechos de la comunidad

AutorHeinrich E. Brunner
Páginas69-78
69
La Justicia. Doctrina De Las Leyes funDamentaLes DeL orDen sociaL
X. la desiGualdad de los homBres
y los derechos de la comunidad
Apenas en ningún otro tema hay una oposición tan tajante entre la
Antigüedad precristiana y el pensamiento de la Edad Moderna, como en sus
respectivas posiciones en cuanto al problema de la igualdad y la desigualdad.
Para el hombre antiguo era la desigualdad la que se hallaba en primer plano.
La desigualdad determinaba el lugar del individuo en el pueblo y en el Estado;
el orden de la sociedad mostraba de modo superlativamente acentuado el
sello de una estructura jerárquica, por no decir de una división en castas.
El individuo era un miembro que carecía de independencia dentro de esa
estructura ordenada. Por el contrario, para el hombre moderno lo decisivo
es la igualdad de los seres humanos. Los derechos del individuo como tal,
los derechos iguales del hombre están asentados con rmeza; es más, tales
derechos son —o fueron hasta hace poco— lo obvio, lo evidente; y, entonces,
el problema consiste en hallar cómo, tomando tales derechos como base,
pueda formarse un orden social, y cómo se pueda concebir el orden social
existente. Esencialmente se trata de resolver este problema mediante la teoría
del contrato. De acuerdo con este punto de vista, las comunidades humanas
son productos contractuales. Así pues, el individuo no es una parte de una
estructura que exista independientemente de él, de un orden social dado que
señale a cada uno su puesto, sino que, por el contrario, el orden social surge
y existe en virtud de la voluntad de los individuos, los cuales en lo esencial
son personas iguales y con iguales derechos. Entre estas dos concepciones
extremas y radicalmente opuestas entre sí, se halla la idea cristiana, no solo
desde el punto de vista cronológico, sino también en cuanto a su contenido
doctrinal.
Como ya vimos, también el Cristianismo enseña ciertamente una igualdad
originaria y primaria de los hombres, y, por lo tanto, una justicia, que, de
acuerdo con esa igualdad originaria y determinada por la Creación, atribuye
a cada uno una dimensión igual en dignidad y derechos. Ahora bien, en la
doctrina bíblica del hombre no solo se halla enraizada la igualdad de todos,
sino que en ella también está anclada la desigualdad. Frente a la igualdad
en cuanto a la dignidad personal, se halla la desigualdad de la especie
y de la función. Ahora bien, esa desigualdad no es entendida como algo
simplemente irracional, no es concebida como una determinación arbitraria
e incomprensible de la voluntad del Creador, sino que es vista como el
supuesto de la comunidad natural. Por virtud de esas desigualdades los
hombres son referidos los unos a los otros recíprocamente, el uno necesita
del otro, están dispuestos para el intercambio mutuo y la complementación
recíproca. El individuo no es un todo en sí mismo autosuciente, como a
modo de ideal lo presentaba la doctrina estoica de la autarquía, sino que,

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