VII. El fundamento de la desigualdad - Primera sección. Fundamentos - La justicia. Doctrina de las leyes fundamentales del orden social - Libros y Revistas - VLEX 1023364273

VII. El fundamento de la desigualdad

AutorHeinrich E. Brunner
Páginas43-50
43
La Justicia. Doctrina De Las Leyes funDamentaLes DeL orDen sociaL
Vii. el Fundamento de la desiGualdad
La percepción nos muestra que los hombres son tanto desiguales como
iguales; pero la percepción no puede decirnos si lo desigual es esencial, ni
hasta qué punto lo sea. La percepción nos muestra la diferencia entre hombre
y mujer, entre niño y adulto, entre fuerte y débil, entre apto e inepto, entre
culto e inculto; nos muestra las diferencias entre las razas, los pueblos, los
círculos culturales, y sobre todo lo que es peculiar y diferencial de cada
individualidad personal. Pero, ¿qué importancia o signicación tiene cada
una de esas diferencias?
En este punto se contraponen tajantemente dos concepciones: una que
sostiene que las diferencias son decisivas, y otra que las considera por entero
inesenciales.
Ya entablamos contacto con la primera de esas concepciones, al ballarla
como contragura o antítesis de la doctrina cristiana y de la estoica. Esa
concepción tiene un fundamento acentuadamente religioso en el sistema de
las castas de la India; y tiene también un fundamento de fe, pero seguido de
una interpretación losóca, en el pensamiento de Platón y de Aristóteles.
Ahora bien, la encontramos asimismo en el nacional-socialismo como
doctrina de la raza señorial y de las razas inferiores e ínmas; y la hallamos
también en la doctrina bolchevista de la clase trabajadora como la única
valiosa, tesis que constituye un artículo de fe axiomática. Esas doctrinas de
la raza o de la clase privilegiada, aun cuando no sean una verdadera religión,
constituyen notoriamente un vigoroso sustituto de la religión, el cual muestra
las características esenciales de la fe religiosa y, sobre todo, de lo axiomático e
indiscutible y de la pasión fanática. Tanto es así, que cada una de esas dos fes
constituyen una doctrina “ortodoxa” con toda su intolerancia y dureza.
Cierto que siempre se intenta una justicación o fundamentación racional.
En Aristóteles, en quien, correspondiendo a la frialdad de su pensamiento,
hallamos la menor dosis de pasión, sucede, no obstante —como ya vimos—,
que la desigualdad esencial se funda en una supuesta participación desigual
en la razón, a saber, en aquella razón cuyas dosis diferenciales distinguen a
los hombres de las mujeres, a los adultos de los niños, y a los helenos libres
de los esclavos. Ciertamente sucedió que la losofía cayó en una situación
embarazosa al querer fundamentar la institución de la esclavitud. Apenas
podemos suponer que los argumentos aducidos por Aristóteles llegasen a
convencer a este por completo.1 En este punto se maniesta algo que puede
observarse frecuentemente en la doctrina de la desigualdad, a saber: cuando
la desigualdad es a la vez lo dado y lo querido, entonces se debe buscar su
1 Política I, 6 (1255b).

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