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La U pisa firme, sigue creciendo y estira el verano a puro triunfo

A vanza.
Universidad de Chile, bajo el modelo de Gustavo Álvarez, es capaz de gestionar una etapa de crecimiento sin dejar de ganar. No es poco. La victoria, se sabe, blinda la ruta y agiganta el espíritu, ya crecido desde la victoria de la semana pasada ante Colo Colo en el Monumental.
Menudo dilema táctico le ofreció O'Higgins a la U en Ñuñoa. Cinco defensores, tres volantes y dos puntas (Bryan Rabello por detrás de Octavio Bianchi), buen repliegue y escaso espacio entre líneas, además de la amenaza de descarga, básicamente a través de la zurda de Martín Sarrafiore, un atrevido de pases filosos.
El local trataba de agilizar el juego y la visita, sacarle velocidad. Parecía que Emmanuel Ojeda sobraba al fondo y le costó al anfitrión utilizar esa pieza de superioridad escalando metros. Álvarez incluso trató de corregir aquello, pizarra en mano, durante la primera parte en el minuto de hidratación, para que el equipo encontrara a Maximiliano Guerrero en el carril del "8", incrustado a espalda de Camilo Moya y por delante de los tres zagueros rancagüinos. El mapa estaba claro, pero los celestes mordían y cerraban puertas.
La U puso bien alto a Fabián Hormazábal (perseguido siempre por Antonio Díaz) y no tanto a Marcelo Morales. Pero sus volantes no lograban incidir, porque la madeja de rivales era densa. Sí presionó bien la salida de arco de la visita, escalonando marcajes y obligando a jugar largo casi siempre.
La iniciativa era de la U, pero le costaba encontrar jugadores y espacios libres. Empujaba para desgastar, movía la pelota, siempre alerta atrás (buen cometido de Franco Calderón). Y como este juego es tributo a lo impensado, el local encontró la llave en un contraataque. El riguroso dispositivo celeste se rompió con sus jugadores corriendo con desespero contra su arco. Raro para el relato de la jornada.
La transición clave que hizo la diferencia comenzó en Israel Poblete y fue acelerada por Leandro Fernández por la izquierda. El argentino, a la carrera, sacó un centro de zurda que encontró en el segundo palo a Guerrero, libre a espaldas de una línea de defensores que le faltaron piezas en el marco (no llegó "Toño" Díaz). Nicolás Peranic se entregó al potente remate del canterano azul en el arco norte.
Fernández, necesario. La cuota de atrevimiento e insolencia justa. Asistió en el gol, metió dos túneles (a Yerko Leiva y Simón Contreras) y se animó con tres tiros libres de larga distancia.
Pero quedaba la historia del segundo tiempo y era larga. Rabello, que...

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