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Prólogo

Páginas15-18
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ÍNDICE
PRÓLOGO
El por qué de la cr iminalidad sigue siendo una in cógnita que el hombre se
empeña en despejar en su afá n de conocerse. El ser humano es todavía un descono-
cido para sí mismo y su conducta antisocial o delictiva, como todo aquello que le es
propi o, está plaga da de enigmas q ue el criminól ogo trata de de sentraña r. La
Criminología, en su etapa inicial, intentó, adoptando una postura de extrema inge-
nuidad, hallar una explicación generalizadora del delito. Mas es evide nte que la
pretensión de averiguar con certeza cuál es el mecanismo de la conducta crimin al
con valor absoluto, en todos y cada uno de los hombres que infringen la ley penal,
es tarea de superlativa ambición, no solo porque traspasa los límites cognoscitivos
humanos, sino fundamentalmente porque aparta al hombre de la re alidad de las
cosas. La uniformidad está reñida con la plur alidad de singularidades. Y si el hom-
bre es tan igual a su semeja nte como diverso, mal puede obedecer su conducta a los
mismos ingredientes causales sin descriminación alguna. De ahí el fracaso de la
vieja Criminología que planteó inadecuada y estérilmente el problema.
Por ese motivo, la polémica tradicional y fatigante acerca del predominio de
la disposición o del ambiente en la expl icación de la criminalida d, debe estimarse
superada. No es posible actualmente pretender con el menor rigor científico, que los
factores exógenos o endógenos, autónomamente considerados, ofrezcan una solución
generalizadora del complejo hecho criminal. Nada permite suponer, tras las inves-
tigaciones realiza das en los últimos tiempos, que un factor individualizado, de una
u otra naturaleza, pueda vincular el delito, ni siquiera que un conjunto de unos u otros
sirva para explicar el fenómeno delictivo, predominando dicha constelación sobre los
de signo diverso, cuya influencia aparecería prácticamente descartada. La realidad
nos muestra, por el contrario, que no es posible desgajar el delito de su concreto autor,
es decir, de la perso nalidad individual , c omo tal singular e irrepetib le, que va
integrándose en su desarrollo, bajo la acción tanto de la disposición propiamente
dicha, cuanto del mudable mundo circundante, unas veces impuesto y otras sometido
a la elección del propio hombre haciendo uso de su incuestionable libertad.
Disposición y medio se ha llan en una evidente interrelación y sometidos, en
consecuencia, a recíproca y constante influencia a través de la vida toda del i ndivi-
duo. La propia personalidad, en las diversas etapas de su desarrollo, ejerce influjo
sobre el mundo cir cundante, y éste, de rechazo, muerde asimismo en la person ali-
dad. Esta última no es ajena a la circunstancia. Con razón dijo el filósofo español,
cuya muerte llora en esta exacta fecha e l mundo entero de la cultura: yo soy yo y mi
circunstancia. El hombre no vive, en efecto, aislado, sino circundado; ni encerrado
en sí mismo, sino dia logando con todo lo que le rodea, con su pequeño y grand e
mundo a la vez, prescindiendo del cual no es aquél comprensible ni puede ser
interpretado. Al hombre le es propio también, por lo tanto, lo que le es ajeno, ajeno

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