Politica y juicios de valor - Bienestar, justicia y libertad - Libros y Revistas - VLEX 976580412

Politica y juicios de valor

AutorScott Gordon
Páginas11-37
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BIENESTAR, JUSTICIA Y LIBERTAD
CAPÍTULO I
POLITICA Y JUICIOS DE VALOR
La naturaleza de la política
En el Génesis se relata la historia de cómo el hombre se convierte en un
animal perseguido y perverso.
Habiendo desobedecido el gobierno de Dios, fue entonces condenado a go-
bernarse a sí mismo fuera de las puertas del Edén, donde se aplican las leyes econó-
micas de la escasez con su corolario de elección y conflicto. Llevó consigo al exilio
conocimientos sobre el bien y el mal. Pero no fueron conocimientos exactos de lo
que está bien y de lo que está mal, sino simplemente que ambos son distinguibles
dejando a su responsabilidad la interpretación de los mismos. Es así como se con-
vierte en un animal político, un animal económico, un animal moral, tres veces
maldecido, mientras la serpiente que lo tentó a la desobediencia fue meramente
condenada a comer tierra y arrastrarse sobre su estómago.
La omnipresencia de la fe religiosa en las sociedades humanas, y especialmen-
te su elaboración intelectual en aquellas civilizadas, es una prueba de la ambición
del hombre para lograr el estado edénico. La teoría marxista que identifica a la
religión con un simple artificio, con el cual la oligarquía sofisticada mantiene calla-
das a las masas ignorantes, puede tener algo de verdad, pero ciertamente en una
ínfima parte.
El marxismo mismo es la más reciente de las grandes religiones organizadas
que han obtenido el poder a través de promesas edénicas. Pero este enfoque del
pensamiento humano no se limita a la religión y a la teología. La historia de la
filosofía política secular también provee un amplio testimonio de la gran seducción
del estado idílico en el cual el hombre es liberado del peso de autogobernarse, y la
política es-desconocida.
Una de las formas más comunes de esta ambición del estado edénico, es la
filosofía del absolutismo político: el estado edénico es restaurado a través de la
subordinación a la autoridad, delegando todas las tareas de gobierno a un hombre-
Dios quién por sí mismo tiene toda la libertad de elección y carga con las responsa-
bilidades, y también con los poderes sobre los juicios morales. Inútil sería decir que
nunca han faltado candidatos para el rol de Dios. El poder sobre otros no obedece
a la ley de disminución de las utilidades, y la argucia intelectual es fácilmente
empleada para demostrar que el soberano acepta su gran carga como un sacrificio
personal para el bien de sus súbditos. La dictadura es la forma más simple de
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SCOTT GORDON
gobierno y la más común. Las experiencias políticas del pasado y del presente
hacen que nos mostremos escépticos en considerarla una ruta hacia el Edén o su
más cercano sustituto. Pero tal escepticismo sólo puede expresarse en sociedades
cuyos miembros tengan la responsabilidad de autogobernarse, por esta causa se
oye más fuerte donde menos falta hace; la provisión de crítica política está mal
distribuida.
Una forma de Edén distinta se encuentra en las especulaciones de los filósofos
sociales utópicos que construyen el estado idílico colocando al hombre en un mun-
do libre de privaciones. Donde existe lo suficiente en forma ilimitada, no hace falta
la elección y tampoco existen problemas de conflicto entre los hombres. Este Edén
no es un estado bien gobernado, es más, no necesita de un gobierno. Habiendo
dejado de ser un animal económico, el hombre no necesita ser un animal político,
ni moral, por lo tanto, las tres maldiciones de Adán son anuladas de un solo golpe.
Filosofías políticas de esta clase sólo serían válidas en social ficción, como material
de entretenimiento y diversión intelectual, si no estuviera tan difundida la creencia
de que la escasez no es más que una invención del hombre orquestada por los ricos
para subyugar a los pobres. De acuerdo con este punto de vista el problema econó-
mico es solamente un problema de distribución. Numerosos movimientos revolu-
cionarios han probado que dicha hipótesis de un Edén tan fácilmente obtenido es
falsa. Invariablemente, los almacenes no aparecen colmados de mercaderías, los
duendes nocturnos fallan en reponerlas mientras la gente duerme plácidamente y
el estado nuevamente no sabe qué hacer. Pero la fe se mantiene fuerte, impermea-
ble a la historia y a la aritmética, demostrando que el hombre es también un
animal romántico, con su sueño de lo imposible.
Los utópicos construyen su imagen del Edén asumiendo el problema econó-
mico. Una línea de pensamiento diferente, prominente en la historia intelectual
occidental, es en algunos aspectos menos ambiciosa: la carga de la escasez es reteni-
da, pero una aproximación al estado edénico sigue siendo disponible en «el mejor
de los mundos posibles», por ejemplo, uno que sea gobernado exclusivamente por
leyes naturales. El hombre no tiene necesidad de gobernarse a sí mismo como un
animal social, debido a que esto puede llevarse a cabo por la acción de fuerzas
naturales. Los cimientos filosóficos de este punto de vista fueron efectivamente
asentados en el siglo XVII, cuando los científicos comenzaron a demostrar que el
orden del universo físico era espontáneo, que obedecía a leyes especiales que no
requerían legisladores y que se imponían con total imparcialidad y objetividad. G.
W. Leibnitz elaboró esto en una doctrina general de armonía natural, que Alexander
Pope celebró en su Ensayo sobre el hombre y que Voltaire ridiculizó en Candide.
La idea de un orden armonioso natural ha ganado muchos discípulos de va-
rias clases, ingenuos y sofisticados en los últimos dos siglos: William Godwin,
Henry Carey, Herbert Spencer, William Graham Sumner, Ayn Rand y Robert Nozick,
para nombrar solamente algunos. Como visión de la restauración edénica es más
importante que el simple utopismo. Sin embargo, a causa de algunos de sus discí-
pulos (y de algunos de sus críticos) se le han atribuido cimientos más sustanciales
que los metafísicos escolásticos o simplemente una fe en el orden benéfico de la
naturaleza.
Se presume que su base proviene de la teoría económica que considera que el
régimen de mercados competitivos puede por sí mismo producir una justa y efi-
ciente administración de los problemas de escasez, sin la intervención del estado.

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