Los límites del individualismo - 9 de Diciembre de 2018 - El Mercurio - Noticias - VLEX 748499361

Los límites del individualismo

¿Debemos permitir que centros privados, que ofrecen prestaciones públicas financiadas por el Estado, puedan invocar la objeción de conciencia institucional para abstenerse de realizar abortos? Por muchos motivos, esta pregunta ha tenido el mérito de condensar buena parte de nuestras diferencias filosóficas, políticas y -en último término- antropológicas. Así, en torno a ella se han articulado dos campos claramente definidos: en un lado, quienes creen que debe resguardarse la autonomía de la sociedad civil; y, en el otro, quienes piensan que las asociaciones intermedias deben obedecer las reglas dictadas por el Estado si acaso cumplen una función pública.Como puede verse, la discusión no versa principalmente sobre aborto, ni sobre los derechos de las mujeres. Plantear la discusión en ese lenguaje puede ser útil en términos retóricos, pero equivale a simplificar una diferencia que se mueve en otro plano. En rigor, el desacuerdo guarda relación con el valor que le otorgamos a la capacidad humana de asociarse para buscar fines compartidos.Ese, y no otro, es el contexto de la objeción de conciencia institucional. Esta solo cobra sentido si entendemos que el hombre es algo más que una mónada aislada y que, por tanto, puede asociarse con otros para perseguir objetivos en común. En esta lógica, lo humano solo se despliega plenamente en el encuentro con otros, porque (como bien observaba Aristóteles) hay muy pocas cosas que podemos realizar solos. Esto implica que las asociaciones voluntarias son constitutivas del bien humano, y que fuera de ellas somos seres amputados, incapaces de alcanzar nuestra plenitud. Si esto es plausible, entonces el Estado -siguiendo el principio de subsidiariedad- tiene el deber de fomentar y preservar la vitalidad de esas comunidades intermedias, pues allí nos jugamos algo fundamental. Desde luego, el concepto de conciencia está aplicado de modo analógico, pero, ¿no hacemos algo parecido cuando hablamos de la responsabilidad social de la empresa, o esperamos que tal o cual grupo se tome más en serio el desafío ecológico? Si personas reunidas pueden perseguir fines compartidos, entonces la analogía tiene su fuerza.De aquí se sigue una conclusión muy sencilla: si hay un grupo de personas que se ha organizado, que dedica su tiempo y energía a brindar bienes públicos allí donde el Estado no llega, entonces no resulta razonable exigirle que renuncie a su identidad para que siga prestando ese servicio. De hecho, esa exigencia...

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