Las ideas anarquistas - Lombroso y los anarquistas. Ricardo Mella - Los anarquistas - Libros y Revistas - VLEX 976844167

Las ideas anarquistas

Páginas99-160
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Lombroso y Los anarquistas
las ideas anarquistas
i
Datos inexactos
Del libro Los Anarquistas resulta confesado el propósito de demos-
trar el absurdo y la imposibilidad de las teorías y la naturaleza cri-
minal de los adeptos del anarquismo. Si Lombroso logró lo que se
proponía, es lo que vamos a examinar en este libro, cuyo plan hemos
subordinado al de aquel otro, dedicando la primera parte a las ideas
anarquistas y a sus hombres la segunda.
Entrando desde luego en nuestro primer asunto, analizaremos los
elementos que han servido de base a Lombroso para su crítica del
anarquismo.
Lo menos que se puede exigir a todo escritor que desmenuza y re-
futa una doctrina, es que de ella tenga conocimiento completo. Lo me-
nos que se le puede pedir, es exactitud en los datos que utilice a los
nes de su demostración. Y si el escritor es hombre de ciencia más que
literato o sectario político, hay derecho a demandarle imparcialidad y
ausencia de todo prejuicio.
Mas si la pasión arrastra al escritor, si su cerebro se halla preocu-
pado por una idea fuertemente arraigada y obedece a un antejuicio,
formado como quiera, entonces puede invocarse un resto de toleran-
cia para disculpar yerros e inexactitudes, por aquello de que la pasión
quita conocimiento.
No es Lombroso quien tiene derecho al perdón de ciertas culpas.
¿Cómo suponerle apasionado, esclavo de una obsesión? El es hombre
de ciencia, pretende nada menos que fundar una escuela de doctrina-
rismo criminológico, y tal supuesto agravaría tanto sus errores que el
perdón sería imposible.
Pero es el caso que el procedimiento por Lombroso seguido para
analizar las ideas anarquistas, acusa, no solo apasionamiento, sino
también una gran ligereza, un cierto desenfado, impropio del hombre
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RicaRdo Mella
de estudio, como si se estuviera seguro de salir del paso airosamente
a cualquier precio.
Vive en medio de un pueblo eminentemente anarquista; pues esta-
mos por decir que Italia es el cerebro del anarquismo, así como Fran-
cia es la acción, y desconoce cuanto le rodea y no halla por lo visto
en su propio país elementos adecuados a sus propósitos. Sobraríanle
programas anarquistas a su alrededor y se le ocurre ir tras de uno a
Alemania, que es tal vez el pueblo menos anarquista de Europa. Tro-
pieza, sin duda por casualidad, con un pequeño, y tan pequeño como
valioso estudio sobre la Anarquía, e incurre en el error de atribuirlo
a quien en él no puso mano. Y cuando pretende refutar en serio las
doctrinas anarquistas olvidase del citado estudio y empréndela con
los supuestos que atribuye al sabio autor de La conquista del pan.
Vamos a las pruebas, y perdone el lector la monotonía a que nos
conduce el deseo de demostrar nuestros asertos.
En la primera parte del libro Los Anarquistas, gura un extracto del
folleto La Anarquía; autor de este folleto es el anarquista italiano Enri-
que Malatesta; pero Lombroso, muy bien informado, lo atribuye a Mer-
lino y Kropotkin. Dicho extracto que se ofrece al lector como resumen
de las ideas acertadas de algunos anarquistas, se compone de varios pá-
rrafos elegidos a capricho, truncados, e incompletos a veces. Toda la
argumentación sólidamente positivista del folleto, estamos por decir
experimental e incontrovertible, pasa para Lombroso desapercibida,
quizás porque se hubiera visto en grave aprieto para deducir de ella
el absurdo y la imposibilidad del anarquismo1.
Pero el docto Lombroso necesitaba un documento que se prestase
a sus propósitos de crítica, y buscó un programa de soluciones prácti-
cas que, como ya hemos dicho, fue a desenterrar del suelo alemán. Y
como quiera que tal documento no es verdaderamente anarquista, va-
mos a reproducirlo para mejor probar la ligereza y el desconocimiento
de Lombroso en este asunto:
He aquí el programa en cuestión copiado literalmente del libro que
analizamos:
«1.º—Fundación de un dominio de clase por todos los medios. (Este
todos encubre el delito común).
1 El que desee apurar la prueba, que procure adquirir el folleto en cuestión. Se editó prime-
ramente en Londres en lengua italiana, fue luego traducido a varios idiomas, y nosotros
mismos hicimos una versión al castellano. De modo que cualquier periódico anarquista
de este o de otros países, dará razón de dicho folleto. Comparando el extracto hecho por
Lombroso con la versión castellana del folleto La Anarquía, resulta que aquél se compone
de algunos párrafos de las páginas 10, 11, 12 y 13; de otros de las 36, 37 y 38, alguno de
ellos cercenado, uno de la 47 y otro a medias de la 61. Entre estas páginas y estos párrafos,
ha establecido Lombroso inmensas lagunas... inadvertidas.
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Lombroso y Los anarquistas
2.º—Fundación de una sociedad libremente constituida y basada en
la comunidad de bienes. (Retroceso a lo antiguo, absolutamente
impracticable).
3.º—Organización perfecta de la producción.
4.º—Libre cambio de los productos equivalentes, realizado por me-
dio de las mismas organizaciones productivas con omisión, de
toda clase de intermediarios y sustractores de los benecios.
5.º—Organización de la educación sobre bases cientícas, no religio-
sas, igual para ambos sexos. (Dada la desigualdad de los dos se-
xos, ninguna legislación puede hacerla desaparecer).
6.º—Relación de todos los asuntos públicos mediante tratados libres
de comunidades y sociedades federalmente constituidas».
Veamos. La primera cláusula de este programa —y luego hablare-
mos del paréntesis de Lombroso— no es anarquista sino socialista,
propia de los partidos obreros que aspiran a la posesión del poder
público. La Anarquía, que es la negación de todo gobierno, sea o no
de clase, y Lombroso ha podido convencerse de esta verdad en el fo-
lleto de Malatesta, es incompatible con la fundación de un dominio de
clase. Este dominio supone necesariamente un órgano que lo ejerza,
un gobierno que lo practique a nombre y en representación de la clase
dominante, y los anarquistas todos, sin excepción, preconizan a un
mismo tiempo la desaparición completa de las clases y del gobierno y
la igualdad de los individuos en calidad de productores libres, libre-
mente organizados, lo cual es muy distinto de un dominio de clase
cualquiera que sea. El lenguaje del socialismo es bien terminante para
que pueda dudarse de su propensión al establecimiento de un verda-
dero dominio del proletariado. Y el de los anarquistas no es menos
claro al declarar en cien programas, libros y periódicos que ni aun
para ellos mismos querrían el poder, porque siendo el individuo un
producto directo del medio social, cualquier anarquista no haría, una
vez dentro del ambiente gubernativo, ni más ni menos que todos los
gobernantes: oprimir y explotar al pueblo sirviéndose de la misma
fuerza de este para mantenerse en el poder.
«Para nosotros —dice Kropotkin en su folleto El gobierno revolu-
cionario—, que somos anarquistas, la dictadura de un individuo o de
un partido (en el fondo son una misma cosa) ha sido denitivamente
sojuzgada. Sabemos que una revolución social no puede ser dirigi-
da ni por un solo hombre ni por una sola organización; sabemos que
revolución y gobierno son incompatibles, que la una precisa aniqui-
lar al otro, no importa el nombre que se dé al gobierno, dictadura,
parlamentarismo o monarquía; sabemos que la fuerza y el valor de
nuestro partido consiste en esta fórmula fundamental: «Nada bueno

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