Epílogo. ¿Se han olvidado de la inquisición española? - Michael Hardwick contra Michael Bowers - El coraje de sus convicciones. Dieciséis norteamericanos que lucharon para llegar a la Corte Suprema - Libros y Revistas - VLEX 976574392

Epílogo. ¿Se han olvidado de la inquisición española?

AutorPeter Irons
Cargo del AutorProfesor emérito de Ciencias Políticas en la Universidad de California
Páginas351-355
351
EL CORAJE DE SUS CONVICCIONES
EPÍLOGO
«¿SE HAN OLVIDADO DE LA INQUISICIÓN ESPAÑOLA?»
Dieciséis casos, dieciséis historias, dieciséis voces. Cada uno de ellos nos ha
hablado acerca de su lucha personal por convertir un trozo de papel, nuestra Cons-
titución, en un documento viviente, cuya calidad progresa a medida que todo el
país crece en población, en diversidad, en complejidad. Y, afortunadamente, a medi-
da que aprendemos a tolerar las diferencias ajenas. La característica común a todas
estas historias, es que cada uno de los casos tuvo su origen en un acto de intoleran-
cia. Lillian Gobitis profesaba una religión diferente que la mayoría de los residen-
tes de Minersville, y la intolerancia de estos individuos motivó su expulsión de la
escuela. Michael Hardwick practicaba una forma de intimidad sexual diferente de la
que profería la mayoría de las personas de Atlanta, y la intolerancia de esa mayoría
estaba incluida en la ley sobre sodomía de Georgia. Todos los relatos entre el de
Lillian y el de Michael -que son totalmente diferentes en lo que se refiere a sus
creencias y sus conductas- expresan el alto costo que pagamos por la intolerancia.
Los estudios sobre la tolerancia entre los norteamericanos ofrecen alguna
esperanza para el futuro. Las primeras investigaciones, conducidas por Samuel
Stouffer durante los años de la guerra fría en la década de 1950, nos ofrecieron un
panorama desalentador de hostilidad pública generalizada hacia los disidentes po-
líticos. Mientras se vociferaba en público el acuerdo con las normas abstractas de la
tolerancia, la vasta mayoría negaba a los comunistas, los ateos, y otros disidentes el
derecho a expresarse, a enseñar, a desempeñar cargos públicos. Dos décadas más
tarde, habiendo dejado atrás la era de los disturbios por los derechos civiles y la
guerra de Vietnam, los norteamericanos demostraron estar más dispuestos a tole-
rar a los disidentes. Una repetición de la investigación efectuada por Stouffer infor-
mó un incremento en la «tolerancia pública» del 31 por ciento en 1954 al 55 por
ciento en 1973. Los autores se sintieron satisfechos porque los «ciudadanos que
apoyaban en mayor medida a las libertades civiles han surgido como la mayoría en
nuestra sociedad -y no constituyen la mayoría silenciosa-».
Antes de que nos autofelicitemos por este progreso, tengamos presente que el
vaso está vacío casi por la mitad. Una mayoría del público continúa manifestando
su intolerancia. Y el hecho de estar de acuerdo con el texto de la Bill of Rights
(Declaración de Derechos) no significa una aceptación por parte de aquellos que
difieren por cuestiones de religión, de raza, étnicas, políticas o de estilos de vida.
Un estudio más reciente efectuado en la década de 1980 reveló que la tolerancia
política no se extiende a la tolerancia social; aquellos que «adhieren a las normas
generales de las libertades civiles y de la tolerancia» expresan su deseo de mante-
nerse «socialmente distantes» de aquellos que no comparten sus puntos de vista.

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