Conclusión
Autor | Antoine Garapon |
Páginas | 249-253 |
249
CONCLUSIÓN
La justicia no puede solucionar todos los problemas y decir a la vez
la verdad cientíca, histórica, denir el bien político y hacerse cargo de la
salvación de las personas. No puede hacerlo, y no debe, a riesgo de hacernos
caer a todos en un inerno procedimental frustrante, estéril y destructor que
nadie puede desear. La justicia nunca nos desembarazará de la confusión
de la política, pero anima a inventar una nueva cultura política. Ha pasado
a mejor vida nuestra vieja cultura republicana, que gustaba de promulgar
leyes pero no de respetarlas y que ordenaba la práctica de sus instituciones
sobre la hipótesis de un orden judicial débil y sometido. He aquí que los
jueces, estimulados por un poderoso consenso, pretenden aplicar todas las
leyes y ejercer plenamente su función. Toman al legislador al pie de la letra
y quieren hacer que corresponda su papel real con su papel pregonado. Esta
revolución cultural está en marcha, y quizá no nos damos cuenta de ello,
como tantas veces, hasta el momento en que está parcialmente consumada.
Las instituciones francesas están en medio del vado, y los vicios de nues-
tro sistema, más que proteger al Estado, aceleran más este giro judicial de
la democracia. La salvación vendrá de nuestra capacidad para favorecer la
claridad de los procedimientos, para encontrar la certeza de la norma y para
estimular la responsabilidad de los actores.
Ante la incertidumbre de la norma, la política ha de empeñarse en
hacer que se correspondan mejor las denominaciones, las misiones y los
estatutos para acabar con la hipocresía actual. Esta perjudica solamente a
las instituciones políticas: Causa un perjuicio al lenguaje mismo, es decir
a la institución de las instituciones. El vocabulario de la democracia ha de
recuperar su fuerza y su frescor originales: ciudadano, tercero, imparciali-
dad, falta, responsabilidad, norma... ¿Cómo lo hará? No faltan proyectos:
la Comisión Delmas-Marty ha hecho un buen trabajo, lo mismo que los
grupos parlamentarios, con la codicación. ¿A qué se espera para poner las
cosas en marcha? ¿Cuántos políticos habrán de sacricarse, qué consecuen-
cias devastadoras para nuestra economía tendremos que esperar antes de
que se pongan manos a la obra? La irrupción del derecho en un país que no
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