Capítulo II: La estructura del poder mundial y el saber - Parte segunda - Criminología. Aproximación desde un margen - Libros y Revistas - VLEX 976415873

Capítulo II: La estructura del poder mundial y el saber

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CRIMINOLOGÍA. APROXIMACIÓN DESDE UN MARGEN
CAPÍTULO II
LA ESTRUCTURA DEL PODER MUNDIAL Y EL SABER
«La tarde es un amanecer nuevo y más largo. En una barca de caoba,
desnudo y negro, baja por el río Q uetzalcóatl. Lleva su cuaderno de
épocas».
(CARLOS PELLICER, VOZ y luzdel trópico, México, 1978)
1. El poder mund ial
La Carta de derechos y deberes económicos de los Estados fue aprobada por la
Asamblea General de las Naciones Unidas el 14 de diciembre de 1974, luego
de un trámite preparatorio de más de dos años, en el que incumbió a México la
función propulsora de la iniciativa. Ese texto es el documento básico para una
ordenación justa y equilibrada de la economía internacional. Es claro que, en
la actualidad, la injusticia social depende de factores internacionales y, espe-
cialmente, de la distribución internacional del trabajo, que va deparando un
lugar cada vez más relegado a los países periféricos, técnicamente llamados
«en desarrollo». No solo se trata de una brecha económica, sino también de
una brecha tecnológica, que va acompañada de un deterioro de los precios de
los productos no elaborados y un avance de los correspondientes a productos
elaborados.
La Carta de 1974 ha sido una aspiración de deseos sumamente impor-
tante, porque ha señalado una línea ética universal, que, lamentablemente,
no solo no se ha cumplido, sino que en los últimos años la situación ha
empeorado notoriamente. De cualquier manera, conserva el valor de criterio
para señalar la «mala conciencia» de países desarrollados. La circunstancia
de que cada dólar de aumento del ingreso per capita en los países periféricos
se haya traducido en casi tr escientos dólares de aumento del ingreso per
capita en los países centrales, computando los datos resultantes desde la
finalización de la segunda guerra mundial, está demostrando la terrible fa-
lla ética de los países desarrollados. No es posible ignorar que el producto
nacional bruto per capita super a los tres mil dólares anuales en Estados
Unidos, Cana dá, Europa, la Unió n Soviética, Japón, A ustralia y Nueva
Zelanda, en tanto que el resto d el mundo se halla por debajo de esa cifra,
llegando al punto más a lto en los Estados Unidos (con cerca de 1 5.000
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EUGENIO RAÚL ZAFFARONI
dólares) y el más bajo en Bangladesh (con 80 dólares). A esto debe agregarse
que, por regla general, la distribución en los países centrales es menos arbi-
traria e injusta que en los periféricos y que buena parte de los ingresos
periféricos van a dar al centro por efecto de fuga, por la fuerza centrípeta del
capitalismo central, de corrupción, etc. Los controles en los países periféricos
siempre son menos efectivos —es decir, más corruptos— y los propios paí-
ses centrale s parecen fomentar esa corrupción, hasta que perciben el efecto
bumerán de ella.
La Carta de 1974 procuraba impulsar una equidad económica básica,
pero la respuesta de los paíse s centrales se tradujo en una continua caída
de los precios de los productos exportados no petroleros, que se presenta des-
de 1979, que en 1982 llegaron a un 40% por debajo del pico alcanzado en
1977 y un 20% por debajo del nivel de 1975. Solo en 19 81 cayeron un 15%,
y más aún en 1982. Tales productos son, fundamentalmente, alimentos, pro-
ductos agrícolas no alimenticios, y minerales. La subida del precio de los
cereales determinó mayores dificultades todavía para los países periféricos
sin autoabastecimiento alimentario, especialmente porque el déficit de cerea-
les periférico se triplicó en los últimos veinte años. Cabe tener presente que
los productos manufacturados p roducidos por los países centrales tienen, en
general, precios e stables o con variantes previsibles, en tanto que los precios
de los productos primarios sufren fuertes fluctuaciones, lo cua l impide cual-
quier programación racional a los países periféricos exportadores. Una fluc-
tuación del precio de un producto primario puede producir la quiebra de
toda una estructura productiva y sumir en la miseria y en la desocupación a
millones de trabajadores. Es de agregar que, conforme a los datos del Fondo
Monetario Internacional, los términos del intercambio para los países subde-
sarrollados no exportadores de petróleo, cayeron un 11% entre 1978 y 1981.
En 1982, la balanza de pagos d e esos países sufrió como consecuencia de
ese deterioro, una caída de 100.000 (¡cien mil!) millones de dólares, lo que
implica un aumento nueve veces superior al déficit de 1973 y tres veces su-
periores al de 1976.
Paralelamente, el poder ce ntral se enre dó en su propia tela, pues el alza
del petróleo provocó una enorme afluencia de dinero a la banca internacional,
que reciclaba las divisas que los pa íses exportadores de petróleo depositaban
en los propios bancos internacionales. La imposibilidad de reinvertir este ex-
ceso de circulante en el centro, llevó a los bancos privados a conceder créditos
irresponsables a los países periféricos, no destinados al desarrollo de estos en
buena parte, sino c analizados especulativamente por minorías corruptas.
El mapa mundial de la deuda externa, conforme al Banco Mundial de
1979, mostraba ya una carga deudora superior al 10% de las exportaciones
cubriendo la mayor parte la de América Latina, África y el Extremo Oriente
(con exclusión de China), y en el cual México alcanzaba el tope, compr ome-
tiendo con su deuda el equivalente al 48,1% de sus exportaciones (KIDRON-
SEGAL).

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