Busquemos a nuestros muertos - 9 de Agosto de 2015 - El Mercurio - Noticias - VLEX 579889198

Busquemos a nuestros muertos

La preocupación por las violaciones a los derechos humanos entre 1973 y 1989 tiene dos facetas: la jurídico-política y la humana. La primera busca conocer y castigar a los culpables. La otra apunta a encontrar los restos de los desaparecidos, un objetivo muy difícil de conseguir, porque además de los pactos de silencio, muchos de esos cuerpos fueron arrojados al mar y son inhallables. Por otra parte, los políticos han dejado el tema en manos de las familias afectadas, que poco pueden hacer. Finalmente, aunque duela reconocerlo, el modo en que se ha buscado hacer justicia ha hecho muy difícil, cuando no imposible, lograr el objetivo de encontrar a los muertos. Intentaré explicar por qué.

De partida, resulta una ingenuidad pensar que las actuales autoridades del Ejército poseen esta información y que es cuestión de presionarlas para que la entreguen. No tienen un cajón que diga "Pactos de silencio" o un clóset con mapas que muestren el trágico destino de los cadáveres. Su comandante en jefe tenía 14 años recién cumplidos el 11 de septiembre de 1973. Esta es otra generación, y no es a ella a quien hay que dirigirse.

Tratemos de ponernos, por un momento, en la mente de un uniformado efectivamente involucrado en los hechos. Él piensa: "Hubo abusos, ciertamente, pero estábamos en guerra; los muertos eran combatientes decididos, gente que había elegido la vía armada o que al menos estaba de acuerdo con la política totalitaria de una de las potencias involucradas en la Guerra Fría. Aunque los chilenos de hoy sean unos ingratos, la amenaza era muy real".

Pero su razonamiento no termina aquí. Probablemente estima que la guerra continúa, como puede verse por el hecho de que "el enemigo" haya dejado sin efecto hasta las más elementales normas de prescripción y esté juzgando hechos acaecidos hace cuatro décadas. Además, mantiene a los acusados en prisión preventiva durante años, sin que medie una sentencia (¿a qué comunero mapuche se lo trataría así?); hay personas procesadas simplemente porque "deberías haber sabido lo que pasó", sin pruebas más contundentes; en definitiva, según piensa, su perseguidor carece de la mínima imparcialidad para enjuiciar la situación, lo que constituye una de las características de una guerra.

En esta situación psicológica, donde esas personas (con razón o...

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