Aseadora mutilada por la explosión sigue con licencia y lucha a diario contra la depresión - 16 de Agosto de 2015 - El Mercurio - Noticias - VLEX 580103182

Aseadora mutilada por la explosión sigue con licencia y lucha a diario contra la depresión

"Luly" y "Roqui" son durante el día la principal compañía de Marta Hernández Ancapán (62), en su modesto, pero impecable departamento de Pudahuel. Ambos perritos -que ella recogió de la calle- la ayudan a sobrellevar el virtual "encierro" en que vive desde el día del atentado.

Ella trabajaba como aseadora en la galería donde se produjo la explosión del 8 de septiembre de 2014. Pero hasta ahora no ha podido volver a su empleo y permanece la mayor tiempo en su hogar. Entre otras razones, porque la fuerza de la bomba le cercenó el dedo medio de la mano derecha.

"Me hace falta mi dedito"

"Me hace falta mi dedito. La mano me duele. Me cuesta pelar papas y hasta la escoba se me cae", detalla. Cuando termina la frase, observa su mano en silencio. Un par de segundos después, la mirada se le humedece.

La pérdida parcial del dedo no es el único problema que tiene. Debido a las múltiples esquirlas que la alcanzaron, su mano perdió fuerza. No es idea suya. Se lo han dicho los médicos y terapeutas que la atienden desde hace meses.

"Martita" -como la llaman sus vecinos- continúa con licencia. A diario, acude a una clínica para someterse a agotadoras sesiones de rehabilitación. El furgón que la lleva al centro asistencial la pasa a buscar a las 5 de la madrugada, por lo que a las 9 de la noche ya está en cama.

Médicos no saben aún si podrá volver a trabajar

Los doctores no saben aún cuánto tiempo más se prolongará el tratamiento. Tampoco -dice- le han dado certezas sobre si efectivamente podrá volver a ejercer tareas como las que desarrollaba antes del bombazo.

Oriunda del sur, trabajó toda su vida como "nana puertas adentro". Pero en el último tiempo se había empleado como aseadora en la galería de Las Condes, para poder pasar más tiempo con su marido, quien solo está en el departamento por las noches, cuando regresa de su trabajo en un local de comida rápida.

Ella había iniciado su turno apenas hacía media hora cuando se produjo el bombazo. No olvida el estruendo. Lo mismo que un dolor punzante en su mano. Pero no tiene claro qué pasó más tarde, pues la explosión la arrojó inconsciente al suelo.

Su marido le contó que, al verlo en la clínica, lloró. Marta Hernández no lo recuerda. En cambio, tiene claro que supo de la pérdida de su dedo recién al día siguiente: "Y todo por la culpa de unos tontos...", se lamenta.

Tiene que tomar remedios para poder dormir

En el hospital le dieron el alta a las dos semanas. Desde entonces ha vivido entre la soledad de su...

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