Acuerdos humanitarios convencionales iberoamericanos en la campaña libertadora del sur del continente americano - Parte Cuarta. El trienio de los acuerdos humanitarios hispanograncolombianos durante el trienio liberal español - El origen del derecho internacional humanitario - Libros y Revistas - VLEX 1028615626

Acuerdos humanitarios convencionales iberoamericanos en la campaña libertadora del sur del continente americano

AutorJesús E. Caldera Ynfante
Cargo del AutorProfesor de Derecho Constitucional y Mecanismos Internacionales de Protección de Derechos Humanos
Páginas299-357
299
EL ORIGEN DEL DERECHO INT ERNACIONALHUMANITARIO
CAPÍTULO II
ACUERDOS HUMANITARIOS CONVENCIONALES
IBEROAMERICANOS EN LA CAMPAÑA
LIBERTADORA DEL SUR DEL CONTINENTE
AMERICANO
En este apartado, en la relativo a la liber ación del Sur, por la analogía mate-
rial con el objeto de estudio, además de los in strumentos convencionales hispano-
grancolombianos, se refieren igualmente algunos instrumentos humanitarios pac-
tados por las fuerzas españolas con el General José de San Martín (Capitulación de
Miraflores, 1ª Capitulación del Callao) dimensi onando su aportación a la confor-
mación del ius in bello iberoamericano.
1. Las Capitulaciones Hispano-Grancolombia nas e Iberoamericanas de la Cam-
paña Libe rtadora del Sur del continente americano
El General Antonio José de Sucre, fue el líder político y militar que comandó
la Campaña Libertadora del Sur del continente americano frente a las fuerzas arma-
das de la corona española por encargo directo del presidente de la República de
Colombia, Simón Bolívar luego de celebrados los Tratados de Trujillo en los que
Sucre, protagonista de primer orden, había manteniendo su fe en la razón, concen-
trando todos sus esfuerzos en el sentido de lograr el armisticio, la suspensión de
armas y la humanización de la guerra con los españoles dando a conocer al mundo
que ya la República de Colombia trataba ‘de potencia a potencia’ con la corona de
España.
Los Tratados de Trujillo, tal y como lo pronuncio el Libertador, son « dignos
del alma del General Sucre», - refiriéndose al de regularización de la guerr a- por la
benignidad, la clemencia , la genialidad de la beneficencia lo configuraron, él será
eterno como el más bello documento de la piedad aplicada a la guerra, el será
eterno como el nombre del Gran Mariscal de Ayacucho. La política para Simón
Bolívar no se reducía entonces sólo a la coacción o a la violencia y el episodio del
armisticio de 1820, con Morillo, es el ejemplo más elocuen te de la 'ética de la guerra
’o ’ doctrina de la guerra’ de estirpe bolívariana que tendrá una vigencia constante
y una aplicación transversal, como política del Estado grancolombiano, cuerpo nor-
mativo y precedente j urídico vinculan te en los acuerdos humanitarios celebrados
por la s fuerzas patriotas con los combatientes realistas desde Bogotá hasta La Paz.
Esto, porque Bolívar reconocía que la guerra era uno de los fenómenos más azaro-
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JESÚS E. CALDERA YNFANTE
sos, con consecuenc ias impredecibles e inciertas, sie ndo lo a consejable negociar
para alcanzar la paz antes que echar mano a las armas, como lo recordó a Santander
en la carta del 11 de ene ro de 1820:
«La suerte de la guerra es impenetrable para los hombres. La fortuna es generalmente
ciega, por lo tanto valía la pena negociar si con ello era razonable esperar consecuenci as
positivas a la causa independentista».
El Libertador pensaba en cómo ahorrar sufrimiento y penalidades innecesa-
rias a la población bajo su mando, dado el efecto devastador de la guerra, en el
cumplimiento de la tarea histórica de expulsar al opresor y conquista r la indepen-
dencia y el bienes tar de los pueblos americano s. Simón Bolívar a Santande r l e
escribía, en tal sentido, el 23 de febrero de 1825 diciéndole que:
«En política nada vale tanto y cuesta menos como las demostraciones de respeto y
consideración, sobre todo cuando la superioridad es marcada y no se puede atribuir a
timidez».
Sucre fue un leal seguidro del ideario político y la obra militar de Bolívar. Por
motivación propia, Sucre defensor de la dignidad de la persona humana reincidente
y le dio a los Tratados de Truj illo, en particular al de Regularización, un enfoque
más filantrópico, más justo, más generoso destinado a mitigar o morigerar situa-
ciones de horror, en la guerra, vergonzosas para la humanidad, las cuales, tercas y
testarudas, no dejan de presentars e dolorosamente para la dignidad del hombre y
la paz social. Tal postura, será refendada en los acuerdos humanitarios s iguientes
como, por ejemplo, las Capitula ciones de Pichincha (1822) y de Ayacucho (1824)
donde la magnanimidad con los españoles vencido s fue innega ble, aplicando la
‘ética de la guerra’bolivariana recogida en el ius in bello hispano-grancolombiano que
los Tratados de Truji llo representan, a los cuales Sucre incorpora elementos huma-
nitarios complementarios de gran valía, como se verá seguidamente.
Imagen I: Plaza del Armisticio – Abrazo de Bolívar y Murillo (27 de noviembre de 1820).
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Sucre, un militar vencedor y estadista preclaro, asumió el humanismo aplica-
do a la guerra por convic ción. Aplicó, sin miramie ntos, los dispositivos de lo s
Tratados de Trujillo a su la bor de logr ar el sometimiento de la guerra a los prin ci-
pios de humanidad y la regulación del Derecho y de la justicia. No se de jó tentar
por la sed de venganza en coyuntura de la victoria militar o por la pasión de un
triunfo bélico, por grande que fuera. Obedeció a una fundamentación ética y unos
valores morales, llevados al campo de la dogmática de derecho, que serán su marca
de agua y su g arantía de reconocimiento en la historia de las ideas, de la política y
del derecho: la defensa de la persona humana en la guerra y fuera de ella.
La aplicación del precedente de los «Tratados de Trujillo» por parte de Sucre se
hizo patente, entre otras ocasiones, en el Convenio de Guayaquil, en el año 1821,
entre la República de Colombia y la Provincia de Guayaquil. En el convenio ( en el
cual se reconoció a Guayaquil como parte de la Gran Colombia) en Guayaquil- Ecua-
dor, del 15 de Mayo del año 1821 se toma como referente, el tratado de regulariza-
ción de la guerra y de armisticio, suscrito por el Pacificador Pablo Morillo y el
Libertador Simón Bolívar, en Santa Ana de Trujillo-Venezuela, entre el 25 y el 27 de
noviembre del año 1820, en su Artículo V hacen la petición de que sea también
comprendida la República de Guayaquil por el tratado del 25 de noviembre en donde
se concibe la Regularización de la Guerra entre Colombia y España. Dice la norna:
Artículo quinto. Estando Guayaquil bajo la protección de la República e incor-
porando por este convenio la mayor parte de su fuerza a la División del sur
de Colombia y a las órdenes del Jefe de ella, la Ju nta Superior concede en
nombre de la Provincia al menciona do Jefe, las facultades necesarias par a
estipular con el Gobierno de Quito cualquiera negociación que lleve por base
la libertad del país, para celebrar alguna suspensión de armas que sea necesa-
ria y hacer que la regularización de l a guerra entre Colombia y España, por el Tratado
de 25 de noviembre pasado, comprenda también a la República de Guayaquil.
Imagen 2: Santa Ana de Trujillo, vista panóramica.

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