Yann, Chris y Ennio en su salsa - 31 de Enero de 2015 - El Mercurio - Noticias - VLEX 554919174

Yann, Chris y Ennio en su salsa

Respira por la herida don Coco, al no haber sido ungido ni top ni master.

Llegan unos erizos que son para Ennio Carota y al rato aparece Christopher Carpentier, acompañado de un niño de ojos grandes y jockey. Es uno de sus hijos, el que se mueve con soltura por la cocina del papá, ubicada en el restorán Maldito Chef.

Esta reunión es como el cierre de un ciclo. Mientras al comienzo de MasterChef eran los postulantes quienes cocinaban sus platos significativos, al cerrarse la competencia son los jurados los que se queman los dedos preparando algo más personal. Una copa sobre el mesón y se prenden las hornillas. "¿Ya son las doce?", bromea Carpentier al ver el vino servido.

El aroma de la carne al sellarse, con un cebollín pinchado con clavos de olor previamente salteado, es la voz de partida, junto al bouquet garni que cae dentro de la olla.

Libertad y libertades

Carota escogió un plato siciliano: espaguetis con erizos. Y como está sin chaqueta, se le ven los tatuajes. En su antebrazo izquierdo, unas letras chinas. "Es el nombre de mi señora, Marisa".

Las bromas son obvias. "Así no te lo tienes que borrar después". "Puedes decirle a cualquiera que ese es su nombre". Ja-ja.

En su antebrazo derecho tiene un pequeño dibujo, como una campana. "Es un símbolo de la suerte del Sahara". Y al levantarse la manga, aparece una serpiente emplumada.

¿Hay más? No. Carota es categórico. "Al igual que al emplatar, hay que optar por números impares", sentencia, y el propietario del restaurante Pastamore -que iba a ser originalmente el nombre de un perro, aunque cueste creerlo- sigue picando ajo.

A su lado, Yvin ya ha agregado un par de cucharadas de mostaza de Dijon y dos ingredientes heterodoxos, pero que son el aporte chileno a su versión: chuño para espesar y un chorro de pisco, junto a una botella de vino tinto muy nacional también.

No es un vino escogido al azar, ya que tiene relación con sus planes a futuro: irse a Canadá, a Montreal, a abrir un wine bar con nuestras etiquetas. Y no irá con cualquier vino, sino con los de su compatriota Louis-Antoine Louyt, ese vigneron que ha sacado lustre a los vinos naturales en nuestro país. Ya trabajaron juntos, cuando Yvin era copropietario del Open en el Mirador del Alto y allí se tomaban vinos realmente distintos. La comida será chilena, pero "eso sí, las empanadas serán más a la argentina, sin esa cantidad de masa a los costados". Es consciente de que se va aunque está en la cresta de la ola, siguiendo a su hija mayor que quiere estudiar para ser cirquera. Ella ha trabajado con niños...

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