Vivir a flote - 16 de Noviembre de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 544010086

Vivir a flote

El chef Jonathan Peña hace un ademán mientras recorre el agreste y angosto trecho entre Pichanco y Hornopirén, unos 150 km al sur de Puerto Montt. Regresa a casa tras 35 días en un pontón. Un "artefacto naval", un bloque de hormigón de unos 120 m {+2} , que flota y es la base de una construcción que, en cuatro niveles, alberga bodegas, oficinas y una casa para los trabajadores de los centros de engorda de salmones en el mar.

Una figura, en suma, que recortada contra los fiordos se hace cada vez más común en el paisaje de los canales australes, donde se concentra la producción salmonera en el país.

Jonathan lleva poco más de una hora de viaje en lancha desde el centro de mar Marilmó, de la Pesquera Camanchaca, adonde lo destinó la empresa de servicios de alimentación para la que trabaja. Le faltan por lo menos cinco horas más para llegar a su hogar en La Unión.

Aunque tras siete años cocinando en estos pontones ya se acostumbró a andar sobre flotadores por días y días, lo más probable es que esta vez tampoco escape del mareo.

Afírmate, cabrito

-Haces la vida flotando. Todo es sobre el agua.

Malfrid Schwerter, ingeniero acuícola, quien acaba de pasar 10 días capacitándose en un pontón del sector de Cahuelmó, también padeció mareos y dolores de cabeza. Al final, dice, el cuerpo se acostumbra.

Cuenta que cuando se está en tierra es difícil imaginar lo que puede ser vivir y trabajar a diario encima del agua.

-No pisas tierra en ningún momento. Todo es en el agua, desde que te levantas. La casa, el trabajo, el trayecto... todo es sobre el agua.

Aunque en promedio tiene unos 120 m {+2} habitables, un pontón suma 300 m {+2} si se consideran las bodegas de alimentos para los peces y para el combustible, las oficinas, la lavandería y un gimnasio. Su valor alcanza US$ 1,3 millones.

Las estructuras suelen llamar la atención de los turistas. Los más curiosos piden entrar a las jaulas para ver los salmones. Los más patudos piden bencina, teléfono o acceso a internet.

Cuando hay un temporal, algunos pontones dan cuenta de su fama. En el fiordo Comau, donde la mayor parte del tiempo los días transcurren sin mayor zozobra, llaman informalmente "pontón del diablo" a los oficialmente bautizados "Gertrudis" y "Blumar", en Aysén, o al "Reñihué" en Los Lagos.

"Afírmate, cabrito", se alcanza a oír en un video de YouTube, donde una cámara registra el duro balanceo de uno de esos pontones en medio de olas de más de 3 metros que lo atraviesan de lado a lado. Al...

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