Cómo se vive desde adentro el debate por el posible cierre del penal de Punta Peuco
El aviso está en el acceso al penal de Punta Peuco, donde las visitas deben pasar por un control, luego de haber sido enroladas previamente para ingresar al recinto y estar incluidas en la lista del visitado. Lo que no dice ningún aviso es que no se pueden entrar tarjetas y un sinfín de artículos que uno suele andar trayendo en los bolsillos. A cambio del carné, se recibe un número. Y luego hay que pasar por una pieza -hombres en una y mujeres en otra-, donde revisan el cuerpo con un detector de metales.
La primera diferencia, según quienes han visitado cárceles corrientes y el penal militar, es que todos se saludan; entre los visitantes, que ya se conocen y muchos se tratan de "tíos", porque forman parte de lo que ellos llaman "la familia militar"; con los gendarmes, funcionarios jóvenes que reciben con seriedad pero sin prepotencia, y con los otros reclusos, a quienes saludan con mayor o menor atención.
Algunos atienden a sus parientes en la sala donde comen, donde hay mesas redondas con sillas. Pero la mayoría lo hace en carpas instaladas en el patio. Los internos de Punta Peuco han tomado sus precauciones para que no se mojen los "estar" que ya son tradición, y que hoy recuerdan las nuevas viviendas Copeva de 1997 (forradas con nailon por la empresa constructora, porque se llovían enteras). Cada recluso cubrió su carpa con plástico. En un espacio de 2x3 metros suelen tener una mesa, cuatro sillas y una mesa hechiza de arrimo, para dejar una radio, diarios, unas tazas y un termo. Ahí se juntan con sus conocidos los miércoles y/o los fines de semana.
Nada, nada de lo que se diga de Punta Peuco puede reflejar la dinámica interna que existe en el penal que hoy aloja a 129 condenados por delitos de derechos humanos; menos ahora, cuando en el ambiente se palpa una inquietante calma.
¿Cómo se vive desde adentro el llamado "inminente cierre" del penal militar?
Conversaciones dentro de las carpas
En las carpas del patio se conversan distintos temas, la mayoría, historias del pasado. También, lecciones de vida, como una que propone uno de los contertulios: "Escuchar la voz interior", o cuestiones domésticas, como que a la hija de alguien la picó una araña. También se comentan asuntos costumbristas de la dinámica interna, como que desde el patio se escuchan las conversaciones telefónicas: voces trémulas y envejecidas con un "¿Aloooó?, ¿cccómo está mi amooor?". Alguien explica: "Hay unos viejitos que todavía llaman a sus mujeres para controlarlas".
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