Sobre la violencia en Chile - 4 de Abril de 2017 - El Mercurio - Noticias - VLEX 675602557

Sobre la violencia en Chile

Una larga tradición de filosofía política afirma que el primer y más esencial rol del Estado es proteger los derechos fundamentales de las personas. John Locke sostendría que los seres humanos poseemos derechos naturales a la vida, a la libertad y a la propiedad y que la función del Estado era reconocer esos derechos y protegerlos de la agresión de terceros. Para ello debían existir no solo policías que mantengan el orden, sino también un sistema judicial imparcial que garantizara la aplicación de la violencia organizada -el poder coactivo del Estado- sobre quienes violaran esos derechos. Lo anterior parece de sentido común, pero lamentablemente no lo es.

La delincuencia y brutalidades criminales como la que ha ocurrido a mi hermano se encuentran tan extendidas en el Chile de hoy, que da para preguntarse si acaso nuestro Estado cumple siquiera con su deber más básico. La impunidad y la tolerancia con la violencia están llegando a niveles insostenibles para cualquier sociedad decente y están contribuyendo como ninguna otra cosa al desprestigio de las instituciones y de la democracia como forma de organización política. Porque todos podemos vivir pagando más o menos impuestos, con mayores o menores regulaciones, con más o menos burocracia, pero lo que definitivamente hace de un país un lugar intolerable es vivir con temor permanente. Al final, si el Estado, como dijo Weber, concentra el monopolio de la violencia física, es precisamente para evitar que los particulares la ejerzamos y podamos sentirnos seguros en nuestras casas y en los espacios públicos.

Como probablemente diría el mismo Locke, un Estado que funciona previniendo el delito y castigándolo cuando ocurre es la piedra angular de toda la vida civilizada. Si fracasa en ello, el orden social comienza a deteriorarse, dando paso a que regrese la barbarie. El crimen se extiende, la autotutela se reinstala, el miedo reemplaza a la confianza, el capital humano abandona el país, la inseguridad espanta las inversiones, el desempleo aumenta y, con todo ello, crece la frustración social, llevando a mayor violencia en un círculo vicioso que, de no ser controlado a tiempo, termina por arruinarlo todo.

No hay que viajar muy lejos de Chile para ver cómo opera este letal virus que es la tolerancia con la violencia. En varios de los países de nuestra región no existe realmente vida...

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