El Estado y la violencia - 24 de Noviembre de 2019 - El Mercurio - Noticias - VLEX 827294109

El Estado y la violencia

Siguiendo una dinámica implacable, cada día que pasa la violencia gana más terreno y copa más espacio. En un principio, la masividad de las protestas sociales opacó la violencia inicial que azotó al metro aquel viernes 18; pero, cinco semanas después, el péndulo avanza en la dirección inversa: la violencia está opacando la masividad de la protesta. Todo indica que hay un esfuerzo organizado de desestabilización en el que confluyen, entre otros, el narcotráfico, las barras bravas y cierta izquierda radicalizada. Frente a esa amenaza, el sistema no encuentra una respuesta. Está paralizado.El momento es decisivo. Si no somos capaces de detener la lógica, esto seguirá empeorando. La clase política ha tocado varias teclas intentando dar con un cauce, y nadie podría negar que los esfuerzos han sido importantes (aunque, es cierto, tardíos). Tenemos un itinerario constitucional en marcha, hay acuerdos ambiciosos en materia social, y no han faltado medidas simbólicas. Es obvio que se puede seguir avanzando, pero el trecho recorrido es significativo. Sin embargo, la violencia persiste, y de modo cada vez más brutal. Hay algo que está escapando a nuestro radio de acción, y las salidas que quedan disponibles (si las hay) no son muy estimulantes. El sistema está ciego frente a un fenómeno que ignora y, peor, no sabe cómo enfrentar.¿Qué hacer con la violencia que nos asola? ¿Qué pueden hacer nuestras instituciones liberales, corroídas por el escepticismo posmoderno, frente a ella? ¿De dónde viene esa rabia incubada en nuestras ciudades, en nuestros barrios y en nuestros colegios? ¿Qué motivos pueden explicar una anomia tan radical? ¿Cuáles son los puntos ciegos de nuestro mundo que permiten el surgimiento de ese furor? Cada una de estas preguntas merece ser formulada con el mayor rigor posible, porque lo acontecido conserva una dimensión muy misteriosa. Hay lugares de Chile -Valparaíso, Concepción, la periferia de Santiago- que están más cerca de la descripción hobbesiana del estado de naturaleza (una vida solitaria, pobre, tosca, embrutecida y breve) que de la civilización occidental. Como sugería Maquiavelo -quizás el autor que más profundamente ha pensado el fenómeno-, este tipo de violencia busca indeterminar nuestro orden social y descuajarlo por completo, para retrotraernos a una especie de miedo original. De allí el nihilismo implícito: no hay nada que conservar, todo merece ser destruido. No hay horizonte de sentido, porque el orden social es...

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