Vinos con nombre propio - 29 de Junio de 2018 - El Mercurio - Noticias - VLEX 730075401

Vinos con nombre propio

A unque está ahí mismo, a una hora de Santiago, y junto al ajetreado puerto de San Antonio, el pequeño Pueblo de Lo Abarca conserva ese aire rural; el aire de calma de las pequeñas localidades del campo chileno. Metido entre las laderas de la cordillera de la Costa, y apenas a un puñado de kilómetros del océano Pacífico, en Lo Abarca se respira tranquilidad. Sin embargo, tiene sus secretos. Son tres.

El primero, las lechugas costinas, esas lechugas de hojas alargadas verde intenso, que crecen en las vegas junto al escuálido Estero Lo Abarca. Un chorrito de aceite y otro de limón y listo: esas hojas crujen en la boca, dejando un suave toque salino diseñado por las brisas que vienen del mar.

El segundo son los costillares de El Sauce, uno de los dos restaurantes de Lo Abarca. Enormes, colman el plato en este sencillo, pero atiborradísimo establecimiento de decoración sencilla y rústica. "Los mejores costillares de Chile", dice María Luz Marín, la propietaria de Casa Marín, la única bodega de vinos en Lo Abarca. Hay algo de cariño en esa frase, por cierto. "Con Sabina, la dueña de El Sauce, nos conocemos de niñas, cuando andábamos a caballo por Lo Abarca. Todo el día arriba del caballo".

Se trataba de caballos que su padre le había regalado, caballos jubilados del hipódromo que pasaban sus últimos días en medio de las tranquilas lomas de Lo Abarca, sirviendo de medio de transporte a dos niñitas aventureras. "Íbamos hasta la playa, volvíamos. Andábamos por todos lados con los caballos. Yo venía a pasar las vacaciones aquí solo por los caballos", me dice María Luz, mientras probamos algunos de sus blancos cosecha 2018.

El tercero y más reciente secreto de Lo Abarca son los vinos de esta mujer. Aunque más bien menuda, tiene una mirada intensa tras sus ojos azules. Y no le ha tocado fácil. Luego de una destacadísima carrera como corredora de vinos a granel, en 2000 decidió plantar viñedos en Lo Abarca, por entonces una zona en donde solo crecían hortalizas. A pesar de que habían pasado casi quince años desde que se había plantado en Casablanca, aun así, este pequeño enclave de la costa era considerado demasiado extremo para la viticultura, así es que otra vez la historia se repetía.

Tal como le sucedió a Pablo Morandé cuando comenzó a plantar en el costero Casablanca, a María Luz también la trataron de loca, de demasiado arriesgada, por insistir en la idea de que en Lo Abarca...

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