Vidas turbulentas - 29 de Junio de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 517128194

Vidas turbulentas

Esa fue la pregunta que la madrugada del 27 de febrero de 2010 rondó en la cabeza de Olga Galaz y su familia.

Acostumbrada a los efectos que el constante tráfico de aviones genera en su casa de Pudahuel, no se percató de que lo que se inició a las 03:34 era una megasismo y no el arribo de una aeronave comercial a metros de su frágil vivienda de madera.

Y, como suele pasar cada vez que los aviones surcan el espacio ubicado justo arriba de su casa, las murallas esa noche comenzaron a vibrar.

"Pero no era na' un avión", recuerda con una sonrisa en el rostro, mientras revuelve una olla con lentejas. Detrás de ella, una pequeña ventana encuadra el paso constante de los gigantescos pájaros de metal.

Si alguien se pregunta qué lugar de Santiago debe convivir, día a día, con el agitado ir y venir de un aeropuerto, la respuesta es Peralito. Una precaria población de Pudahuel conformada por un conjunto de casas y emplazado al poniente de las pistas de aterrizaje del terminal aéreo.

Durante medio siglo, Peralito ha crecido, mutado y subsistido junto al ruido y las vibraciones producidas por un incesante y cada vez más intenso tráfico aéreo capitalino. Apenas poco más de 500 metros separan la vía aérea de las casas levantadas con madera y latón.

Molestias que para las cerca de 68 familias que hoy viven en este lugar se intensificarán a partir de septiembre, cuando en el Aeropuerto Arturo Merino Benítez se inicien las reparaciones de su pista principal y transfieran parte de sus operaciones a la segunda pista, que es precisamente la que se ubica más cerca del poblado.

La polémica no es nueva, puesto que un estudio de impacto ambiental ya restringió el horario de uso de esta pista para no concentrar los movimientos aéreos durante la noche, permitiendo así el descanso de los vecinos. Todo eso cambiará cuando el complejo aéreo comience el mentado trabajo de remodelación, arreglos que poco les importa a los habitantes de Peralito, un pueblo que poco o nada tiene que ver con el aeropuerto, afirma Olga.

-Ya estamos acostumbrados al ruido y a que nunca nadie nos escuche o nos pregunte nada. Yo sé que varios niños tienen problemas de audición por esto.

Su casa, ubicada junto a una acequia de aguas estancadas, está construida con material ligero, no tiene agua potable ni baño al interior del inmueble ni electricidad. La mujer vive con su marido y sus dos hijos de manera irregular, como casi todos los vecinos de Peralito, porque el terreno que ocupan no es suyo...

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