La vida mapuche después de Silicon Valley - 2 de Septiembre de 2017 - El Mercurio - Noticias - VLEX 692545225

La vida mapuche después de Silicon Valley

-Los jugadores llevan lo esencial para un viaje largo y en el camino, se relacionan con personas que deben valorizar, porque pueden ayudarlos a obtener el premio final: la felicidad -explica Traipi, de 38 años, desde su casa en Temuco.

Traipi creó el juego en 2014, inspirado en la cultura de su pueblo y en el viaje que había realizado dos años antes, cuando con otros seis jóvenes, cuatro de ellos mapuches, viajó desde La Araucanía hasta Silicon Valley, el centro tecnológico más importante del mundo.

Junto a Traipi, estaban Marcelo Catrileo, Emerson Marín, Cristián Torres y Ariel Saavedra, quienes partieron con el objetivo de mostrar sus emprendimientos y llamar la atención de inversionistas que los impulsaran cuando regresaran a Chile.

Al volver, Ariel Traipi creó una editorial para comercializar Amukan, además de un juego de cartas que había diseñado antes del viaje. Dos años más tarde, abrió una empresa en Estados Unidos, ahora dicta conferencias motivacionales y escribe un libro sobre cómo liberarse de los miedos para emprender.

-Todo eso hubiera sido imposible si no hubiera comprendido la lógica de Silicon Valley -dice Traipi.

En abril de 2012, el empresario estadounidense, y miembro de la Cámara de Comercio de California, Rubén Hernández visitó La Araucanía invitado por una agencia de desarrollo de la zona porque le interesaba invertir en proyectos de energía y agronegocios a través de su incubadora de startups: Devlabs.

-Allá un empresario mapuche me pidió que me reuniera con emprendedores jóvenes -recuerda Hernández, sentado en el lobbyde un hotel en Providencia-. Pero no tenía tiempo, y le dije que si querían verme tenían que llegar a un hotel entre las cinco y siete de la mañana del día siguiente. Y allí aparecieron.

A la puerta llegaron más de 60 personas, entre estudiantes universitarios y emprendedores recién titulados, todos de La Araucanía. Esa mañana supo que muchos de ellos ya habían creado compañías, pero notó que les faltaban herramientas para convertirlas en empresas globales, por lo que les ofreció una estadía de tres meses en Silicon Valley. Las condiciones fueron dos: aceptar en el momento y encontrar, en un período de cinco meses, el dinero con el cual financiar el pasaje y la estadía.

De todos los que asistieron, solo siete aceptaron: Torres y Marín, cada uno con su socio chileno, Catrileo, Traipi y Saavedra.

Hasta entonces, Marcelo Catrileo y Ariel Saavedra, ambos ingenieros de la Universidad de La Frontera (Ufro), habían desarrollado una plataforma de difusión de emprendedores turísticos de La Araucanía, pero aún no encontraban un modelo de negocios. Traipi tenía su empresa de entretenimiento Ayekán, con la cual comercializaba su juego de cartas inspirado en los pueblos originarios de América Latina. Mientras que Emerson Marín, ingeniero informático de la Universidad Católica, había creado una red social para emprendedores, junto a otro joven chileno. Cristián Torres, también ingeniero de la Ufro, había diseñado Rein System, un software para el análisis de datos y entrega de reportes a técnicos agricultores.

Ariel Traipi recuerda con claridad algunos comentarios que dice haber recibido en su comunidad y en las empresas privadas que visitaron cuando el grupo buscaba los...

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