LA VIAJERA QUE NO ACEPTÓ PROHIBICIONES - 19 de Noviembre de 2017 - El Mercurio - Noticias - VLEX 696976153

LA VIAJERA QUE NO ACEPTÓ PROHIBICIONES

El carácter mendicante que tuvo que asumir para acceder a un lugar vedado la obligó a deshacerse de los sirvientes y de las siete mulas con que solía realizar sus expediciones. Su compañía se redujo a Yongden, joven lama de 20 años, que llevaba ya seis años como discípulo. Se hacían pasar por madre e hijo. Y se las arregló con un equipaje mínimo y algún dinero oculto en cinturones que no se sacaba ni para dormir, además de un termómetro y una brújula diminuta que nadie podía ver porque delataría su origen.

La comida era parte de la estrategia: vivirían de las limosnas.

¿Lo demás? Tendrían que caminar unos 40 kilómetros diarios y, para no ser descubiertos, deberían hacerlo casi siempre de noche, pese a las gélidas temperaturas y a que debían sortear desfiladeros que podían empinarse más allá de los 5 mil metros. "Viajar al Tíbet obliga a una verdadera gimnasia de músculos y de pulmones, ya que en el transcurso de una misma jornada, subiendo y bajando de los valles a las cimas y de las cimas a los valles, se cambia de altura bruscamente", relataría en su libro Viaje a Lhasa.

Durante la travesía, con suerte dormían en alguna cueva. A falta de ellas, los bosques fueron buenos escondites, siempre y cuando no apareciera alguno de sus moradores frecuentes: leopardos, panteras y hasta osos. Más peligroso, sin embargo, podía ser encontrarse con funcionarios fronterizos tanto chinos como tibetanos.

Alexandra por momentos cree ver espías tras cada matorral. Como habla sánscrito con fluidez y conoce las costumbres locales, desarrolla una perfecta capacidad para mimetizarse. Puede llegar a ser un verdadero camaleón. Una madrugada, por ejemplo, al despertar se cree descubierta por un soldado y, antes de darse cuenta de que es una alucinación por su estado febril, se suena usando todos los dedos, como lo haría una lugareña.

El viaje hasta Lhasa, inicialmente concebido para hacerse en tres meses, les toma tres años. Recién en octubre de 1924 logran entrar a Lhasa. Y Alexandra David-Néel, que entonces ya tiene 56 años, se convierte en la primera mujer en acceder a estos lugares prohibidos para el mundo occidental.

Los pormenores de esta hazaña, que podrían opacar al mejor novelón de aventuras, ella luego los contaría en un fascinante libro de viajes que por estos días cumple 90 años desde su publicación.

NACIDA PARA AVENTURARSE

Alexandra David-Néel era hija única. Pero era, sobre todo, una mujer única. Nació en 1868 en un París al que el Barón Haussmann le...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR