Viaje al fondo de Alma - 22 de Octubre de 2011 - El Mercurio - Noticias - VLEX 327997555

Viaje al fondo de Alma

Hay tres de ellos en una oficina, en los cuarteles centrales de ALMA, el radiotelescopio más potente del mundo. Uno, el chileno Antonio Hales, está sentado mirando su pantalla y se nota nervioso, cansado y emocionado. Conversa con una colega, que de pie tras de él, discute en inglés sobre unos números que aparecen en el computador. También de pie, de pelo cano y sonrisa amable, el alemán Rainer Mauersberger.

-Qué buen trabajo -dice Mauersberger.Â

Fue él quien amenazó con eliminar a los testigos presentes de este gran momento: después de días de trabajo, Hales está mirando las primeras imágenes de estrellas, con una nitidez nunca antes vista en ondas de radio, sólo posible con este nuevo instrumento. Una estrella que muere, y lo que sucede a su alrededor.

Esto es el principio: cuando las instalaciones de ALMA -un proyecto de 1.000 millones de euros- estén listas en 2013, con 66 antenas -54 de 12 metros de diámetro y 12 de 7 metros de diámetro- apuntando todas al cielo desde el valle de Chajnantor, a cinco mil metros de altura, podrá no sólo medir grandes partes del universo, sino que también, verlas con gran nitidez y detalles.

Más abajo, a tres mil metros, hay mucho sol, pero no hace calor; un poco de viento basta para helar. Aquí está el Centro de Operaciones de ALMA, el OSF por su sigla en inglés, a unos 40 kilómetros de San Pedro de Atacama. Aunque queda por construir, ya es una pequeña mini ciudad científica, habitada por unas 500 personas. Hay un casino para comer (menú de hoy, ají de gallina, pastel de quínoa), y al frente, cabañas para los residentes que, por lo general, pasan ocho días acá arriba, para bajar otra semana libre, y luego trabajar dos más en Santiago. Las piezas son como de hotel: pequeñas, con un escritorio, teléfono, cama de sábanas blancas, televisión, clóset y baño propio.

Cerca está el cuartel general y la sala de control de las antenas, donde los astrónomos pasan día y noche analizando datos -ya que ALMA es radiotelescopio y mide ondas de radio, no necesita la oscuridad de un telescopio óptico- y dirigiendo las antenas desde cuatro pantallas que cuelgan de la pared. El edificio, moderno, cuadrado, lleno de ventanales, cuenta también con cafetería, y de a poco han ido incluyendo pasatiempos para la vida aislada, como sala de cine o mesa de ping-pong. Al fondo del pasillo, pasando el panel con informaciones -incluida una circular que prohíbe el uso de Facebook en los computadores de trabajo-, están trabajando los ingenieros, en piezas, partes, números y máquinas.

Afuera están las antenas en construcción, las abejas reinas de esta colmena de cerebros. Y esta es la parte que mejor grafica cómo funciona el acuerdo multinacional que llevó a ALMA a ser posible: una unión entre norteamericanos, la NRAO (Observatorio Radioastronómico Nacional de...

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