Un viaje exprés al CORAZÓN DE LA ANTÁRTICA - 23 de Abril de 2017 - El Mercurio - Noticias - VLEX 677657449

Un viaje exprés al CORAZÓN DE LA ANTÁRTICA

El principal problema: el clima. Aunque es verano y las cartas meteorológicas aseguran una ventana de buen tiempo durante las horas en que está planeada la misión, algo no anda bien.

-Sobre la pista -explica un experto- hay ventisca. Si viajamos ahora, el piloto quizás no podría ver la pista; tampoco aterrizar ni menos regresar.

-Pero... ¿Qué pasa si, cuando despegamos, no hay ventisca, pero en el camino sí aparece? -pregunto.

-Bueno, por eso esta es una misión de alto riesgo.

Vale la aclaración: la pista de la que hablan en Chabunco no es cualquier pista, sino una de hielo azul. Una donde, una vez que se pose el avión, el piloto no podrá frenar ni hacer nada pues de lo contrario la nave se estrellaría. Ayuda que los motores de los gigantescos pájaros que esperan allá afuera son turbo hélice de flujo reverso, detalle técnico que facilita la tarea. El resto es experiencia.

Si entre Santiago y Punta Arenas hay poco más de dos mil kilómetros en línea recta, al Glaciar Unión -el destino de este viaje- hay mil más. O sea, en total, unas seis horas y media de vuelo. One way. El round trip, casi inmediato, es aún más largo y fastidioso. Eso, porque en la Antártica el avión puede permanecer solo cuatro, cinco horas sin que se congelen sus alas. Por lo mismo, tras una corta parada -a lo más un par de horas, tiempo en que con un calefactor gigante tiran aire caliente a las alas- los Hércules deben regresar a Punta Arenas. Es lo que explica que, para esta complicada expedición, el avión cuente con dos tripulaciones. Una para pilotear de ida. Otra de vuelta.

Suponiendo que la partida fuera a las 5 de la tarde, la hora planeada para despegar, a las once de la noche, en la pista de la Antártica sería como medio día. Tras tres a cuatro horas ahí, más seis de regreso, en Punta Arenas serían las 9 de la mañana y seguiría habiendo luz. El colapso del ciclo circadiano.

Sea como sea, en una pantalla gigante de la sala de control, expertos cruzan datos, tiran líneas, beben café y se rascan la cabeza. Eso, hasta que alguien dice: "No hay vuelo; se suspende la misión".

Algo de esto ya lo sabía. El turismo antártico (no es este el caso, vaya la advertencia) es delirantemente caro porque, entre otras razones, no basta que allá haya mucho sol y hasta los pingüinos requieran litros de Rayfilter. El problema es que todo tiene que ser de una absoluta nitidez. Y, más encima, esa nitidez debe extenderse por todas las horas que dure la aventura.

Resumen: como dicen en la Patagonia, no hay que apurar, solo esperar. Un día, dos días, tres días. Da igual. !Cresta¡ !Vamos al Círculo Polar¡ Si esto fuera como ir de Santiago a Puerto Montt, Villa Las Estrellas -el hito más reconocible en la Antártica- sería como estar recién en Buin.

En el intertanto, al menos un par de veces visitamos la bodega de equipos de la Fuerza Aérea; el lugar donde prestan cosas para no congelarse cuando uno llega. La lista es larga e incluye una primera capa para proteger las manos antes de los guantes; crampones para los zapatos; antiparra, pasamontañas, bla, bla, bla. Lo mejor de todo, unos trajes que consiguieron los de abastecimiento con un proveedor que trabaja para frigoríficos de Alaska.

¿Temperatura esperada? 14 grados Celsius bajo cero, sin viento. Con la sensación térmica, puede ser fácil 30 grados bajo cero.

Entre centollas, meros y papas arriero pasa el tiempo, hasta que llega el momento deseado. Soñado.

En Chabunco, muy temprano, decenas de efectivos van y vienen, poniendo todo a punto. Eso, hasta que estás dentro del Hércules y desde...

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